miércoles, 2 de octubre de 2013

Capítulo 87 “Yo”



Mirándome lento y lejano en un lago con forma de espejo… la tempestad me acaricia, con ternura, la existencia. Obtuve un puñado de buenos momentos durante todo este tiempo, faltaba que llegaras, que me dijeras que estabas acá, que besaras mi boca muerta.
Me caí, sufrí, lloré y me levanté… te inventé, te nombré, te busqué, te encontré y te seguí.
Mi mundo sería el tiempo que me tomara llegar hasta vos.
Siempre negando la voluntad del instante en que los planetas se alinean, invocando millones de veces, esa constelación donde confluyera el segundo cero, menoscabando ansias a mi alrededor.
Todo se limitaba a esa noche… una noche que no fue una más.
Y yo, deslumbrado por vos, me dejé caer en la dulce tentación del beso magenta de un ser que atravesó mi humanidad con significativa voluntad.
Un domingo haragán y lluvioso, la posterior excursión de un viernes frío, donde nos quedamos helados, como atónitos, contemplando el asombro de un encuentro que se negaba a encontrarse.
Una caja de música, una bailarina de tez color vos, un letargo inspirado en Quevedo o una sumatoria de pasos hasta que nuestras manos se dijeran la verdad.
Cierro mis ojos… me dejo llevar por la liviandad de un instante que quiero repetir mil veces.
Todo lo que me queda es querer que vuelvas. El viernes por la noche es de confesiones y dilemas… afirmarte, con sinceridad, que los enamoramientos se dan cuando la compañía sos vos, que mi compañera está frente a mí y, aunque intento disimularlo, me llena de inquietudes el ritmo cardíaco.
Los interrogantes que pululan por el aire, sin comprender que no es tiempo de preguntarse lo que será, sino de vivir lo que me ofrecen tus pupilas ansiosas de reencontrarse con las mías.
Hacia dónde nos dirigimos?... eso es tarea del amor en movimiento.
Mientras ese flechazo simbólico siga embelesando nuestros encuentros, lo imposible no será amenaza en nuestras vidas. Y yo quiero desear lo mismo que vos, quiero desencantar el encanto con nuevos encantos, saber lo que te divierte, escribir lo que pienses, admirar tu cuerpo dormido, enfundado en un manto de azúcar e invierno.
Traigo conmigo, la ilusión permanente de amar por amar con amor conjugado en todos los tiempos verbales.
Sentirme bien es leer un mensaje tuyo, verte reír o jugar a que te extraño dulcemente, pintar castillos de aire sobre el suelo coloreado o desenvolver regalos que no existen, porque lo mejor que puedo regalarme es haberte encontrado por fin.
Un domingo colmado de lluvia y ganas de café, medialunas y reencuentro… el racconto, inesperado, de millones de constelaciones que se vuelven besos y tangos que, mezclados, dan origen a nuevas formas de amor.
Te encuentro, te saludo con ligera timidez, pero en seguida estamos dibujando estrellas en medio de ese gris que se torna invasivo y tedioso.
No me sorprende que un beso tuyo corrija falencias o desenrede madejas inconmensurables de historias dolorosas, tus manos se desgastan con mi sensorial tacto, un beso más, otro más, mil más… pierdo la cuenta y la noción del tiempo, me decido a compensar todo el tiempo que nos mantuvimos sin conocernos, te descubro, me descubro, me sincero y siento que lo hacemos al unísono, llegar hasta el aire más puro, conservando la inocencia del amor flamante, descubierto en la increíble noche de viernes.
El amor nace, crece, se reproduce y se refleja en vos, cuando me miro en la serenidad de tus ojos cafeinados, infinitos como el camino que decidimos emprender, tomados de la mano y el amanecer cayéndonos como telón de fondo.
Todo esto me lleva a decirte que soy yo, quien elige, sin dudar un segundo, tu compañía clarividente, jubilosa y decorada con noches estelares.
Si estás, el sol, los astros y cualquier esbozo de inspiración se visten de fiesta, como augurando un porvenir lleno de cosas nuestras.
Yo soy vos en estado ideal… un abrazo inmenso, una caricia delicada o un simple querer expresado en cursilerías que nos hacen mortales.
Te invité a caminar y no nos separamos más… aroma, amor y estío. Un silencio que duerme en el mar que se despierta en tu respiración.
Un domingo, una melodía, una situación… el inminente devenir del tiempo arbitrario que cambia en cada beso, en cada emoción y en todo este cuento que reinicia el ciclo plateado de un presente tuyo que pende en mi cuerpo.
Vos meciéndote en mis brazos, yo acunándome en tu pelo… soy yo, ahora que te veo frente a mí, sos vos mi yo y el cofre donde descansan los latidos de mi cuerpo.

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