Mirándome lento y lejano en un lago con forma de
espejo… la tempestad me acaricia, con ternura, la existencia. Obtuve un puñado
de buenos momentos durante todo este tiempo, faltaba que llegaras, que me dijeras
que estabas acá, que besaras mi boca muerta.
Me caí, sufrí, lloré y me levanté… te inventé, te
nombré, te busqué, te encontré y te seguí.
Mi mundo sería el tiempo que me tomara llegar hasta
vos.
Siempre negando la voluntad del instante en que los
planetas se alinean, invocando millones de veces, esa constelación donde
confluyera el segundo cero, menoscabando ansias a mi alrededor.
Todo se limitaba a esa noche… una noche que no fue
una más.
Y yo, deslumbrado por vos, me dejé caer en la dulce
tentación del beso magenta de un ser que atravesó mi humanidad con
significativa voluntad.
Un domingo haragán y lluvioso, la posterior
excursión de un viernes frío, donde nos quedamos helados, como atónitos,
contemplando el asombro de un encuentro que se negaba a encontrarse.
Una caja de música, una bailarina de tez color vos,
un letargo inspirado en Quevedo o una sumatoria de pasos hasta que nuestras
manos se dijeran la verdad.
Cierro mis ojos… me dejo llevar por la liviandad de
un instante que quiero repetir mil veces.
Todo lo que me queda es querer que vuelvas. El
viernes por la noche es de confesiones y dilemas… afirmarte, con sinceridad,
que los enamoramientos se dan cuando la compañía sos vos, que mi compañera está
frente a mí y, aunque intento disimularlo, me llena de inquietudes el ritmo
cardíaco.
Los interrogantes que pululan por el aire, sin
comprender que no es tiempo de preguntarse lo que será, sino de vivir lo que me
ofrecen tus pupilas ansiosas de reencontrarse con las mías.
Hacia dónde nos dirigimos?... eso es tarea del amor
en movimiento.
Mientras ese flechazo simbólico siga embelesando
nuestros encuentros, lo imposible no será amenaza en nuestras vidas. Y yo
quiero desear lo mismo que vos, quiero desencantar el encanto con nuevos
encantos, saber lo que te divierte, escribir lo que pienses, admirar tu cuerpo
dormido, enfundado en un manto de azúcar e invierno.
Traigo conmigo, la ilusión permanente de amar por
amar con amor conjugado en todos los tiempos verbales.
Sentirme bien es leer un mensaje tuyo, verte reír o
jugar a que te extraño dulcemente, pintar castillos de aire sobre el suelo
coloreado o desenvolver regalos que no existen, porque lo mejor que puedo
regalarme es haberte encontrado por fin.
Un domingo colmado de lluvia y ganas de café,
medialunas y reencuentro… el racconto, inesperado, de millones de
constelaciones que se vuelven besos y tangos que, mezclados, dan origen a
nuevas formas de amor.
Te encuentro, te saludo con ligera timidez, pero en
seguida estamos dibujando estrellas en medio de ese gris que se torna invasivo
y tedioso.
No me sorprende que un beso tuyo corrija falencias
o desenrede madejas inconmensurables de historias dolorosas, tus manos se
desgastan con mi sensorial tacto, un beso más, otro más, mil más… pierdo la
cuenta y la noción del tiempo, me decido a compensar todo el tiempo que nos
mantuvimos sin conocernos, te descubro, me descubro, me sincero y siento que lo
hacemos al unísono, llegar hasta el aire más puro, conservando la inocencia del
amor flamante, descubierto en la increíble noche de viernes.
El amor nace, crece, se reproduce y se refleja en
vos, cuando me miro en la serenidad de tus ojos cafeinados, infinitos como el
camino que decidimos emprender, tomados de la mano y el amanecer cayéndonos
como telón de fondo.
Todo esto me lleva a decirte que soy yo, quien
elige, sin dudar un segundo, tu compañía clarividente, jubilosa y decorada con
noches estelares.
Si estás, el sol, los astros y cualquier esbozo de
inspiración se visten de fiesta, como augurando un porvenir lleno de cosas
nuestras.
Yo soy vos en estado ideal… un abrazo inmenso, una
caricia delicada o un simple querer expresado en cursilerías que nos hacen
mortales.
Te invité a caminar y no nos separamos más… aroma,
amor y estío. Un silencio que duerme en el mar que se despierta en tu respiración.
Un domingo, una melodía, una situación… el
inminente devenir del tiempo arbitrario que cambia en cada beso, en cada emoción
y en todo este cuento que reinicia el ciclo plateado de un presente tuyo que
pende en mi cuerpo.
Vos meciéndote en mis brazos, yo acunándome en tu
pelo… soy yo, ahora que te veo frente a mí, sos vos mi yo y el cofre donde
descansan los latidos de mi cuerpo.
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