martes, 25 de marzo de 2014

Capítulo 96 “Los significantes”

La espera se hizo larga, reza una canción de Daniel Melero. Puedo afirmar que esa canción no sólo tiene razón, sino que hasta se equivoca, pues la espera va a seguir siendo espera, pura espera y rencor, puro lo que pudo haber sido y zozobra, puro devenir incierto que me dice: Hasta acá llegó todo.
No siempre decir es significar, no siempre significar es significativo y no siempre la significatividad es significante.
Hoy no fue el mejor de mis días, tampoco el peor, aunque seguramente quedará grabado en los recuerdos más tristes de mi vida. No terminó de irse alguien importante, que ya te empezaste a ir, dejándome un adiós clavado en la yugular. La sangre fluye y mi cuerpo engulle una mentira más, una escenografía maquillada de parches de amor finito, de esos que desilusionan, de los que vomitan, pecaminosamente, sobre nosotros, los que creemos que lo imposible es decir que no.
No era necesario decir que no, cuando ni siquiera era necesario un sí.
Las historias no siempre tienen finales felices, la soledad no siempre es un refugio y todo, todo lo que creímos que sería posible, es apenas un espejismo, escéptico, de la realidad que vivimos.
No quiero entender nada ahora, este momento está reservado para el dolor y el desasosiego, para el vino y el desmedro, para la paz y el silencio, para no entender nada de lo que no entiendo ahora, después de tanta muerte sucesiva, que no entiendo siquiera, por qué no entiendo nada.
Un recuerdo, Devendra Banhart y un vaso de vino tibio, un segundo de llanto y una vida diluviándome interiormente, casi con gracia, anunciando que este otoño me está dejando tan sólo como estos últimos otoños en que empiezo a olvidarme que te recuerdo, porque recuerdo no olvidarte para pensar, aunque sea, una vez en vos.
Son imágenes sensoriales, son mil cosas que no se definen, porque nacen indefinidas como esa indefinición que no nos permite definir, de una vez por todas, encontrarnos y escribir esta historia que venimos sufriendo innecesariamente.
Yo te busqué casi con ansiedad, con el temor de que me dijeras lo que me terminaste diciendo.
Los relojes en una noche de amor, de hace un tiempo, se detuvieron abruptamente, dejándonos a la deriva, coronando sin quererlo, un vacío que traerá consecuencias inesperadas, sufriendo casi con culpa, un silencio perpetuo y una vanidad primaveral fuera de estación.
Ahora es hoy a la madrugada, mientras las lágrimas se inquietan en mis ojos y el frío recorre cada centímetro de mi cuerpo, momento de reflexionar y reconstruir miserias espantosas en tu nombre, que se marchó lejos, allá donde las olas estallan y bailan danzas inentendibles.
Me quedé buscando atajos por donde salir o espejos donde mirarme, ciudades donde asilarme, destinos para viajar y recluirme, sólo, perdido, conmigo mismo.
No siempre la felicidad te besa la frente mi amor, no siempre…
Sujeto fuerte mis manos, la valija está pesada y el Álbum Blanco pierde cada melodía en este final casi intempestivo, ya no hay regalos, estrellas, tiempo ni ganas.
Cada paso hasta el andén es un paso que me alejo, una catedral me deja persignarme, un futuro empieza a llegar, porque el hoy dejó de ser mañana y las urgencias empiezan a perecer al compás de una llaga que se vuelve visible en la oscuridad que adorna mis sábanas.
Mi guitarra está callada y mi corazón dice tic-tac con despecho y precisión… Lo que será no debería ser tan extremo, lo que es debe ser la lenta y dulce transición, lo que fue se guardó y feneció en las profundidades de ese mar que te ve salir por el este y te despide cuando tu nombre muere en el oeste.
Voy a dejar de escribir desenlaces sin principios, prefiero recostarme sobre el nudo y esperar a que vuelvas a quererme.
Sin consuelo, sin mi madre, sin mi segunda madre y, ahora, sin sol…
La oscuridad es un lugar donde no podré amarte, pero sí donde podré recordarte con ternura.
Me quedo acá, de acá yo soy… y ese es el significante de este amor que no nació.


martes, 18 de marzo de 2014

Capítulo 95 “El reloj en una noche de amor parte II”



Tus manos y tu cuerpo frío, donde dejo caer una porción de mi humanidad y repito, casi con el mismo fervor del principio, que te amo sin mentiras.
Desnudez y un diluvio de besos casuales… Te miro con sinceridad y curioso, me sonrojo ante la palidez de tu piel encendida, te beso con desenfreno y suavidad simultáneamente, no hay nada alrededor de tanto fuego. Somos el boceto, mágico, que surge a fuerza de roces, caricias y frenesí, astros y respiración agitada, el ida y vuelta de óculos que adornaban la escena, tal vez, menos pensada.
Simulando lluvias en una hoguera de vanidades, nos detenemos sólo para tomar impulso y seguir representando al amor en un acto inconmensurable.
Sentir la excitación y la cadencia de nuestros cuerpos conectados, fundidos, sedientos de fulgor, de perplejidad que nos asombre, con la misma facilidad con que el encuentro nos asombró, después de tanto desencontrarnos.
Hacés que el aire se corte, hacés de cada día un día diferente del resto de los días, un día nuevo.
Han pasado las tormentas y han comenzado las tibias y aterciopeladas lluvias de un verano que empieza a marcharse. Te siento latir, mientras el ritmo cardíaco se acelera, producto de la fricción y el vicio noctámbulo de ahogarnos en un beso profundo, llano y lleno de certezas.
Por esta noche, no será suficiente y vendrá una sucesión de noches llenas de nosotros, de tentempiés y de repentinas pequeñas muertes que oscilarán entre arrepentirnos por la ausencia de un beso menos y el júbilo por un beso más.
Es darte en un beso salvaje, el amor, el dolor y el resto de mi vida, mientras el silencio es una delicia y el temor es un pedazo de paz que se empieza a morir cuando el despertar se hace madrugadas llenas de sonrisas latentes, puras y directas.
Decirte todo sin pronunciar una sola palabra, desmitificar el lenguaje hablado, reemplazándolo por el lenguaje sentido, vibrando todo el encuentro al compás de las caricias que se transforman en cenizas y acuarelas para pintar el horizonte que asoma por la ventana.
Repito, casi con desesperación, un último tango en la cama llena de secuencias, te susurro amor al oído y las melodías estallan de tu vientre, listo para reiniciar el ciclo de ese momento único, que irrumpe, tímidamente, sobre nuestros cuerpos unidos en danza ondulante.
Morir de amor es vivir amando, es resolver el misterioso signo luminoso que vive en algún rincón de este discontinuo y atemporal recuerdo, que muere esta noche porque revive al despertarnos pensando en que no estuvo tan mal y que lo vamos a repetir, con el mismo entusiasmo que supimos esperar para encontrarnos así, tan llenos de ganas de esperarnos, hasta decirnos palabra y coronar todo, con noches rebalsadas de palabras mudas, caricias interminables y persistentes, que resisten cualquier análisis, porque emergen desde la profundidad del corazón, que galopa al ritmo de las sábanas que nos esconden del reloj.
Una vuelta más… Te miro con la sinceridad que me lleva a elegirte entre ramilletes de mundo que hacen al mundo, vos sos una metáfora irresistible para cualquier mortal y yo, casi sin esperarlo, te inmortalizo mientras ahogo tu respiración con ese beso que esperó siglos y atravesó auras, hasta alcanzar tu boca llena de ausencia.
Hoy te elijo para seguir eligiéndote, hoy te dejo un regalo bajo la almohada y hoy puedo afirmar que el sol me ha dado asilo en su cuerpo.
Noches de sol, días de amanecer acostado en tu cama, colores en todo el cuarto… la concreción del amor.

martes, 11 de marzo de 2014

Capítulo 94 “El reloj en una noche de amor parte I”



Yo te miro a los ojos y, siendo las doce, en punto, de la noche, empiezo a desandar el camino hacia el centro de tu alma mojada, impoluta, sedienta de concretar el misterioso viaje que iniciamos, hace ya, un tiempo atrás. Yo soy todo de necesidad y sortilegios, vos una escultura sin forma, mágicamente descubierta por un verso escrito en líneas dulces.
Y yo te confieso a vos, sol interminable, sol acantilado, sol lleno de mí, en esta noche que promete ser la noche del eclipse en solsticio nocturno, dos almas errantes llenas de pasión, colores y horneadas a temperatura corporal.
Te beso la vida casi con inocencia, el momento de mirarte a los ojos casi con ceguera, perdiéndome en la tersura de un contraste de pieles que se dicen mucho, con sólo desvestirse.
Te empiezo a recorrer el mapa del cuerpo, la periferia perfumada de tu palidez, el sabor inmaculado de tu cuello deslumbrante, la ventana está adornada con sonidos de olas, jazz y dos copas que se murieron al acaecer la historia del amor encendido. Un carrousel al compás de Spinetta, las sábanas nos visten la desnudez, tímida, y el rubor de nuestros labios que se aman con delicadeza.
Una carta que nunca liberamos del sobre, nos pide socorro mientras llueven besos de todas las formas y tamaños en la habitación.
Te tomo de la cintura, te acaricio el cabello hacia el costado, irrumpe tu cara llena de gracia y la deseo, casi con un matiz de locura, como cuando me quedo dormido contemplando tu foto en mi retina. Avanza la expedición hormonal y los cuerpos empiezan a deshacerse categóricamente, son tiempos cronometrados, quirúrgicos, cíclicos.
Y tu figura se extiende en rayos sobre mi cuerpo candente, el sol me besa la frente y toma mis manos, el olvido pasa a lo anecdótico, somos dos y un sistema solar inmenso rodeándonos con ternura.
Te descubro, te exploro, te siento tan mía que no advierto que, hace tiempo, soy tuyo.
Desfilan collages, versos y un sinnúmero de astros condenados a nacer y morir mientras besamos el principio de una historia que tuvo vaivenes.
Nos decimos nada, debido al ritmo del lenguaje que nuestras bocas hablan, el romance es continuo y la pronunciación son repetidas onomatopeyas de labios y salivas que bailan la danza del desenfreno y la suavidad arterial de la sangre fluyendo.
Ya perdimos los miedos y nos tomamos con fuerza, fluimos juntos, nos afianzamos y la noche llegó a la mitad… abrazados, jugamos con la desnudez reinante, con el aroma a pequeña muerte que oficia de celestina, siento que puedo decirte todo en un abrir y cerrar de ojos, pero tan sólo me sale, siempre, un beso más.
Se puede hablar de amor, luego del frenesí y las endorfinas, posteriores, que empiezan a habitar el espacio, donde vos y yo nos quedamos a vivir por siempre?.
El reloj está dormido esta noche, mi amor, mi sol, mi trémula poesía inconclusa, que se hace mil versos en medio de una interminable noche de valses repetidos y tentempiés osados.
Yo tuve amor en el cuerpo de un astro, yo sentí tus manos y la asombrosa sensación de amar al sol, como el hombre ama a la mujer que soñó una noche, mientras esa mujer era un racimo de tentación y almendras.
Son las tres y media de una noche donde me llenaste de interrogantes, de ilusiones y de amor a la lontananza… Mañana amanece y despertaré pensando en vos.
Mañana sale el sol, luego de una noche de amor atemporal.

lunes, 10 de marzo de 2014

Capítulo 93 “Las negaciones”



Decir no, muchas veces, genera esa atmósfera cálida y resplandeciente, que corona un desencuentro. “Quizás no puedas lograr, lo que quieres conseguir… por eso hoy, más que ayer, corre, sueña y corre, sin mirar atrás…” todo el tiempo corriendo para soñar, un segundo más, que te encuentro, por fin, y te digo que negarse es negar el mundo.
Una vuelta más en esta vuelta al mundo virtual, un suspiro y cerrar los ojos con fuerza hasta desaparecer, no querer despertar… se respira un silencio enfermante en la habitación, que llora por sus ventanas, el arrepentimiento de un ser que se quedó con la parte vacía de un vaso lleno por la mitad. Vivir una sola historia, conjugar el mismo verbo, escribir las mismas hojas.
Nunca tenemos todo lo que queremos y eso nos lleva a comprender que no alcanza una vida para entender de lo que se trata el mundo. Leerte distante, perdida, sumisa al temor, inquebrantable en esa afirmación de negar el amor, lastima casi tanto como la muerte nos lastima cotidianamente, cuando nos roba un día más, dejándonos con una ilusión menos.
Y en ese intervalo, es donde más empiezo a extrañarte y vos a negarme.
No hay impedimentos para amar, mucho menos si los impedimentos surgen de miedos absurdos, que se pierden entre los cientos de cúmulos que habitan el celeste asesino, muchas veces oculto y, otras, presente.
Acariciar la almohada, para acariciar un algo que nos acompañe cuando dormimos, entristecer al mundo para que deje de atosigarnos cuando más paz necesitamos. Hay un horizonte para cada mirada, un cierre para cada ciclo y un sopor para cada momento. Los mortales somos inéditos en el mundo de los eternos, eso transmuta y eclosiona frente al mar, todo inmenso, que nos devora un mensaje o un resabio de esos que dejamos en la costa, cuando contemplamos su cuerpo. Marzo es un mes asesino, que nos lleva derecho al otoño, invoca al viento y borra, lentamente, cada recuerdo de esa falsa felicidad que llamamos verano. Yo me encuentro en otoño siempre, ya que me siento caer como ese fragmento de árbol que se marcha sin decirnos la causa.
La lluvia me cae por la espalda, me enfría el plexo solar, me nubla la vista pero no el corazón hecho añicos por un desencuentro más.
Eché las cartas sobre la mesa y nada salió como hubiese querido.
El tiempo empieza a extinguirse, los colores son de otro color y mi ansiedad se deprime, estorba el sentido hacia donde quiero viajar. Una decepción no es adiós definitivo, pero sí un dulce y repentino atajo, donde vislumbro el porvenir y curo mis heridas, ocasionadas por un ocasional e intangible corazón que estaba endurecido y cerrado.
Madera rosa y una canción de Gabo Ferro inquietando mis oídos y mi sueño desvelado, tengo un hilo que pende de otro hilo, una pluma cansada de decirte cosas y un futuro incierto, sólo sobrevive este amor audaz, pretérito, desafinado de a ratos, pero incipiente y renovado.
Vos sabés conmoverme y yo sólo sé escribirte lo último que me queda…
Me quedo escribiendo mientras vos empezás a alejarte, paulatinamente, de mi existencia real, le pongo nombre a cada cosa que comparo con tu nombre, una flor, un charco de agua, un moño, una semilla que cae de un ramillete de caramelos, un santiamén donde imagino ternura, algún fondo gris de esa tormenta que viene  a decirnos que va a diluviar dentro nuestro, una quimera donde una montaña nos regala un beso con forma de nosotros. Ya nada alcanza y el eco empieza a dejar de oírse.
Me recluyo en este sorbo de vino lleno de vasos anteriores, contemplo la palabra que no te dije y escucho la canción que nunca te escribí… estás destinada a que te ame, con el mismo fervor que te amé desde que te vi ahí, entre miles de figuras que no estaban destinadas a ser amadas.
Último verso antes de partir, infinitas líneas que sobrevuelan tu ventana… Yo acá desecho y vos allá deshaciéndome con sed asesina y sin contemplaciones.
Nunca dejo de estar, porque nunca dejé de estar, aunque no te dieras cuenta, que ahí estaba, cerquita tuyo, evocando el sueño más lindo que hayas querido soñar.
No voy a negar lo que siento y que vos negás porque negar te permite volverte inalcanzable para un poeta con ganas de amar y un amor que no conduce a nada.
Las negaciones resolvieron que todo esté igual en nuestras vidas, afirmo que negando podemos afirmar que la negación nos impide sentir, vivir e inmortalizar el momento donde flotemos juntos… Como cuenta esta historia.






lunes, 3 de marzo de 2014

Capítulo 92 “Las semanas”



Ecuaciones, sumas, restas, axiomas y un compendio de operaciones matemáticas que giran en mi cabeza, todo es una sumatoria de deseos e historias que han sido retratadas en un lienzo colmado de pacientes tardes y noches de misterio.
Vos sos un solo de trompeta, clavicordio o arpa, deliciosa noche de amor en un día que prometió llegar hace tiempo y, por fin, está llegando. No estaba seguro de estar seguro de esto, pero la convicción y la perseverancia me dijeron que si, hay instancias en que el amor nos da protagonismo y la chance de pintar la aldea y transformarla en un mundo nuevo.
El cruce de una esquina atemperada por pasos casuales que adornan el domingo que nace, crece, se reproduce y se viste de lunes para engañarnos y volver a ser domingo. Soledad y un beso que espera ser el beso más dulce, húmedo y profundo que la historia haya conocido. Derramamiento de felicidad en un santiamén inédito, el sopor y las golondrinas, la llave y el candelabro rebalsando de telarañas y sepia.
Los laberintos son espejos que no reflejan nada, los paisajes determinan obras inconclusas a las que llamamos belleza sin conocer la real dimensión de la misma. Yo sentí apreciar lo bello cuando sentí que aparecías y te robabas las agujas de mi reloj, conjurando a la lluvia que se llevara el verano.
Acordes que no acuerdan con nada… la música invoca al vino y me conduce al estrago doloso impregnado de frustración.
Doy un paso más y caigo, arrepentido, sobre la cama. La cama es quimérica cuando pretendemos mantenernos de pie y acelerando un galopante corazón que evoca secuencias desesperantes. Extraordinary Machine es la música de fondo, el escenario quedó sin protagonistas, las butacas de un teatro de papel están el techo de algún lugar memorable, que jamás visitaremos, porque lo realizable ha tomado distancia de nosotros.
 Te miro venir distante, algo cosquillea dentro mío, entiendo que las razones son irracionales entre nosotros, vos y yo somos un supuesto que no posterga su historia, pero sí su realización.
Las improbabilidades son siempre de una en un millón, las vicisitudes son todas cuando algo te inquieta y te mantiene cautivo mentalmente. Yo soy instinto que florece, mientras se marchita una parte de mí que no te ve venir.
Cada momento que no se vive, es un instante de la vida que se muere, morir es como cuando dormimos sin percibir lo que acontece. Morir con vos es vivir un segundo más siempre… dulce estado ideal que se transmite de segundo en segundo.
Todo es mientras no te de un beso o no te piense con detenimiento, mirándote a los ojos en forma ficticia, llamándote el sol más resplandeciente.
Mirate a los ojos y verás lo que siento y sentirás este cosquilleo innato que emerge de mis venas, ríe la sangre y se transforma el cuerpo en llama trascendental, sublimada y sensible.
Palpamos un encuentro causal, sonrío como el tiempo ante la llegada de un nuevo soplo temporal, el reloj me dice que es el momento. Lontananza y sosiego, un espacio abierto y pequeños relatos en el medio, pude haberme equivocado por no elegirte en su momento, puedo equivocarme sin ser correspondido y puedo perderte para siempre… lo que no quiero, es perderme la semana previa a encontrarme, frente a frente, con vos.
Ese es el lugar donde puedo quedarme añares hasta que vengas, el lugar donde los adornos penden del hilo de esta historia que narro, donde los silencios nacen de los labios que hablan el idioma de los besos perpetuos, donde una copa con vino bermellón, nos une en brindis inmaculado, mientras la mustia vida del verano empieza a despedirse. Sé que te alejé sin quererlo, pero quiero confesarte que te quiero.
Ahora que te he visto en el paisaje, me doy cuenta que en realidad no queda más que encontrarnos y decirnos, mientras las miradas se aman, que nos amamos con locura galopante.
Ahí se siente el devenir, la pluma y la pasión de los que se encuentran para amarse.
Epistolar secuencia, un fondo sin horizonte, llano y blanco para que pintemos el retrato de nuestro amor, una cama donde escribir nuestra historia, un camino para desandarlo de la mano, tomados con fuerza, sumidos en la timidez de descubrir nuestros cuerpos en la aciaga noche del reencuentro. Dos almas buscando conquistar la dicha del inédito momento en que los astros se alinean, el espacio se agigante y las dimensiones son multidireccionales.
Me quedo escuchando una canción, leyendo un poema o vulnerando las latitudes que nos distancian.
Esto es el inicio del final… el trip por la galaxia que es testigo visual y directo de todo lo que nos hace feliz, que es tan sólo una cosa: nuestro encuentro y las semanas por venir.