domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulo 86 “Vos”



Yo te vi nacer impoluta, semiluna y cargada de colores en el fondo del mar… dibujé tu vida mil veces sin comprenderlo. Estabas, involuntariamente, sembrada en algún punto geográfico no hallado, o tal vez en el centro de mis sueños imperecederos.

La gloria vive, fecunda, en la noche que destila milongas ocasionales en barrios inhóspitos.

Tomar tu mano después de tantos desencuentros, es el triunfo de una espera amarga, que empezó a endulzarnos paulatinamente. Vos un trazo inmejorable, de esos irrepetibles, los del artista celestial que no conoceremos… yo una nostalgia surgida del canto triste de un bandoneón olvidado.

Noche de viernes en un bar… dos mundos coexistiendo en forma inadvertida, azarosa, un mundo real y nosotros erigiendo el nuestro. Casi con la misma ansiedad que el llanto irrumpe en las celebraciones, las tristezas y los dolores… fue verte y comprender que hay sucesos irrepetibles, instantáneos, nuestros.

Vos y yo nos hicimos el lugar para el encuentro más simbólico del universo… yo todo amor y vos amor mío.

Juntos, quebramos las barreras de lo imposible, nos miramos con fervor, con delicada ternura, con ambiciosa sed del beso imponderable… fuimos historia, color, locura y amanecer, un inhóspito cielo lleno de astros, insolentes, que giraban al compás de dos corazones enamorados.

Y explorarnos, cuasi patrias vírgenes, desconocidas, extensas… sonriendo, tímidamente, bajo un halo de imprecisas luces nocturnas.

Encontrarnos, casualmente, en un tren con destino hacia el amor, fue el factor sorpresa… evocar el andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos en forma asombrosa, con sólo imaginarnos en un mismo lugar. La inesperada secuencia de quien empezaba a creerte inalcanzable y, de pronto, empezó a alcanzarte.

No te escribo por ser vos, sino que escribo porque somos una historia surgida de un encuentro causal… la vida, en ocasiones, de vuelve esquiva y los enamorados yacen, sin motivo, en el río del amor.

Vos toda pintura y colores, un arte femenino chispeante, viniendo hacia mí con la quirúrgica precisión de un beso que enamora el poeta que escribe rimas al aire donde te busca… negar el amor a primera vista es enceguecer el camino hacia la concreción del mismo.

Y nada nos dijimos, apenas si el asombro mismo nos dejó grabadas las pupilas en la mirada.

Y recorrer el Abasto con la certeza de que los latidos son esos segundos que restan hasta volver a verte, me lleva a pensar que existe el momento y el destino cuando nos encontremos frente a frente, realizando lo que nuestros sueños han escrito.

Tengo tiempo en mi reloj y un ramillete de versos en mi sensible existencia para regalarte.

Me queda una inexplicable espera desesperante y un libro abierto, hacia donde peregrinan los momentos que vamos a vivir y los recuerdos que decorarán ese paisaje donde los dos, reflejándonos en el horizonte, lloveremos cálidamente.

No hay razón para dudas ni certezas, acá solo el amor es soberano y reinante… Nosotros como el sueño profano de una página inconclusa.

Me queda un silencio indefinido y una variedad infinita de palabras desordenadas en el álbum… restan minutos para decirte que sí, con sólo llenarnos la boca de un beso.

Antes de concluir decirte algo más… que siempre callé, luego del encuentro en el vagón.

“Sabés una cosa? Me quedó un beso grandote por darte y ganas de decirte tanto que prefiero decírtelo con ese beso que quedó pendiente... Gracias por dibujarme una sonrisa inmensa en el corazón.”

martes, 17 de septiembre de 2013

Capítulo 85 “La tarde dominical lluviosa de un beso impostergable”



Rociando su tristeza sobre mi cara, el cielo de un domingo dormido… gentes que adolecen en las mustias calles silenciosas, sólo el susurro de la lluvia impaciente, que promete un vendaval que no llega. Ayer estuve invocando tu nombre un puñado de veces, tal vez sin voluntad de decirlo, pero con el inconsciente haciendo estragos con la racionalidad del momento reflexivo.

Y si te dijera que la espera no fue más que un motivo para darte la bienvenida al centro de mi vida? Y si le contara al mundo que mi mundo sos vos y que lo habito porque siempre supe que estabas ahí? Y si la noche… y si el viento… y si la lluvia… y si el tiempo… y si el amor…

Hay un sueño postergado que no puede esperar y vos y yo podemos realizarlo.

Una paleta de colores y dos soñadores sin temor a pintarlos… suficiente elemento para volvernos una constelación inmensa y rendirle pleitesía a todo este amor que nació casualmente, mientras millones de palabras conectaban a nuestros solitarios corazones.

Hoy sos palpable, de carne y hueso, de almizcle y poesía… siento que llegaste para quedarte y completarme. Puedo sentirlo latente, fecundo y labial; puedo sentirte llana, dormida y floreciente en mi interior que te respira mientras suspira tu mirada que me cautiva.

Adormeceme y haceme resplandecer con titánica exploración sensorial… que el letargo del amor no se extienda ni se eternice en nosotros. Quiero descubrir que en tu soberana humanidad, puedo ser invitado a ser feliz junto a vos.

Conexión y diálogos… intercambio de números y despedida… los adioses no atenúan el extrañarse ni el cariño sincero, sino que extienden el sombrío y desesperante momento de soledad, donde lo único que clamo, son mis colosales ganas de volver a verte.

Encuentros casuales que empiezan a determinar una causalidad indescriptible, un remanso fue tu boca y el aroma de tu perfume el viernes… generar un habitáculo nuestro, aunque el alrededor siga existiendo, mientras el tal vez muere indefectiblemente y los pormenores son los deseos y lo que no nos decimos, producto de una asombrosa timidez.

Sabor a nosotros todo el fin de semana… y llega el domingo, llueve, no nos importa. Había una invitación anterior que solo se adelanta o bien se anexa a este momento. La esquina parece lejana debido al insistente goteo celestial, una borrosa nebulosa de agua molecular, que no moja con intensidad.

Te beso con ternura cuando llegás… debajo de un paraguas, nos protegemos del mundo exterior, y entonces nace el amor, nacemos de él y caminamos con la naturalidad de dos desencuentros que un día se encuentran para no volver a separarse. Y no dejo de mirarte, porque dejar de hacerlo es evitar mirar al amor a los ojos.

Y sentir que no hubo necesidad de buscarnos, me permite afirmar que lo inexorable era encontrarnos así, de este modo, con mis manos escondiéndose en la profundidad de tu pelo y tu boca ahogándose en el beso que mi boca pronunciaba al nombrarte.

Es el amor nuestro, un estado ideal, un periplo donde se destaca la precisión con la que cada palabra se dice en el momento justo, donde cada beso es clamar, al unísono, que necesitábamos ser el amor que somos, porque nacimos para salvar el corazón del otro.

Yo te miro y me reflejo en la candidez de tus ojos urgentes, en la floreada tez de tu piel aterciopelada, en la inquietud de tu mano pequeña, que le habla a mi mano, susurrándole el secreto que solo ellas saben.

Yo te escribo para que esta velada sea inmortalmente documentada, porque los recuerdos son anécdotas individuales, mientras perduran. Y quiero volverme mortalmente tuyo, al punto de elegir un suspiro tuyo para llevarme al mundo donde me toque esperarte cuando este no quiera asilarme.

Es domingo y llueve… es casi medianoche y la mesa está servida de testigos de nuestro encuentro.

No es apresurado confesarte que me hacés feliz ahora… el cosquilleo interior no avisa cuando va a aparecer. Te siento cerca porque me acerco con la misma intensidad que el verano arde con fervor.

Imaginamos tal vez lo mismo… no firmamos nada porque afirmamos todo con solo mirarnos.

La tarde se durmió entre Serú Girán y arrumacos.

Nos invitamos a ser parte complementaria uno del otro… yo tu equilibrio y vos mi desequilibrio.

Las ventanas empañadas de nuestra respiración delicada, inerte, noctámbula.

Contar cada beso y cada átomo de cariño es tarea del tiempo, medir el nacimiento del amor, de nuestros corazones.

Nos exploramos para descubrir que nada es imposible cuando de amor se habla con sinceridad.

Todo pasó hoy… todo transcurre porque mañana es el momento, el espejo de nuestro encuentro.

Decirte mucho es parte de este silencio que expresa mi almohada, mientras tu perfume la adorna.

Te digo buenas noches y mi vida, exaltada por tu aparición, denota júbilo.

El beso era impostergable… nosotros también. Fuimos ese beso.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Capítulo 84 “Las líneas”



Entre geometrías sensoriales y espejos incandescentes, fluye un camino discontinuo, sembrado de sonrisas que enaltecen cada recuerdo, cada abrir y cerrar de ojos que me haya encontrado mirándote sin detenerme en el aspecto mustio de tus pupilas que cantaban una milonga aciaga, en medio de una tormenta invisible, una noche en que fuimos dos melodías llenas de ternura.

Supiste, alguna vez, que mientras te reflejabas en el agua cristalina de alguna ola, yo te extrañaba, contemplándote toda entera?

Era el comienzo, el prólogo virtual de un escenario inesperado, de una epifanía desdoblada en dos vocales y dos consonantes.

La frecuencia y el vino en una copa solitaria, el desvarío y la reincidencia en actos deletéreos, fugaces, inverosímiles. Una máquina de contar historias en medio de una noche tranquila, rodeada de fervor y pieles.

Yo te escribo desde estas líneas absurdas, innecesarias para vos, que no sabés nada de mí, pero urgentes para mí, que quiero saber todo sobre vos.

Quiero tu compañía porque quiero aventurarme en tus manos, mientras la lluvia golpea, con suavidad, los vidrios de la ventana. Susurrarte líneas versadas para que duermas con el testimonio fiel de mi amor por vos, congelar las agujas del reloj y no decirte más que un beso en la boca, mientras el caos invade al lenguaje y nos volvemos a mirar sin atenuantes.

Y empiezo a recordar que la casualidad se hizo un lugar determinante, que lo real se plasmó en un puñado de signos que elucubraron demasiado amor, casi inocentemente, sin desvaríos ni fronteras.

El azar, mi amor, resultó un segmento continuo, sin principio ni fin…

Y las líneas fluyeron. Curvas, rectas, completas, discontinuas, una sucesión de puntos que fueron uniéndose hasta volverse un camino lineal y sin retorno. El amor contagia y adorna cualquier ruta que andan los que se encuentran por fin, después de tanto buscarse.

Y supimos llenar de colores, un espacio que dormía en tardes grises como el fondo del mar que no conocemos, pero que imaginamos coloreado por nuestras pieles fundidas en primaveras friolentas, azarosas y suntuosas.

Las gracias no alcanzan cuando la semirrecta proscribe el simétrico amor que vivimos en constelaciones azules.

Yo te hice un regalo sin conocerte, y fue la acción de imaginarte, inventarte y buscarte incesantemente por todo lugar donde tu nombre respirara.

Te dije mil cosas, te cité en diversas esquinas, te invité a las mejores salas, te cociné mis mejores manjares, te paseé por los paisajes más asombrosos, te dediqué los más gloriosos segundos de mi vida poética.

Mientras tanto, vos golpeabas en mi plexo solar, simulando un insignificante interés, obturando las melodías de mis ríos de canciones, cuya corriente fluía con la fuerza de un beso expectante que se escondía en un sillón de Almagro.

Y te brindé noches enteras, pedazos de historia, fragmentos de tiempo, una bolsa llena de puntos que, alineados, construían la línea de un amor que te di en su totalidad, porque no quería ni quise nunca, perderme la sorpresa de tu mirada al oírme decirte todo lo que te amo.

Yo le puse nombre a la historia de dos niños que jugaban a enamorarse, mientras las latitudes terrenas se encargaban de no comprender nuestro desafío de atravesarlas.

Un millón de todo lo que sentí por vos, hace a la totalidad del amor existente en el mundo.

Nos queda el esbozo de un beso pululando por los rincones del quizás, que erige simbólicas migraciones de suspiros que se pierden en el tal vez del destino…

Restan pocas líneas para terminar de trazar la línea temporal de un amor que se miró al espejo antes de encontrarse con nosotros transformándolo en acción galopante.

Amor es acción y amar es lo que siento cuando te veo venir, dormida, inconmensurable y llena de tu nombre que bautiza canciones en el universo de la musicalidad divina.

Los milagros que se desvanecen como mi respiración en tu boca llena de ausencia.

Darle forma a los trazos es pintar colores… vos sos mi color favorito.

Que vengas es descubrir la proporción áurica… que te quedes es comprenderla… que no te vayas es eternizarla.

martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo 83 “Las ciudades”



Un puñado de nombres que me recuerdan a vos.

Caballito tiene la particularidad de ser un punto de inflexión en nuestras vidas; nos encontró deslizándonos, casi sin querer, hasta encontrarnos con frecuencia en uno de sus rincones más sensibles.

La esquina del inicio donde, con el ritmo cardíaco del tiempo, ignorábamos la existencia del mismo, omitiendo cualquier impericia o cobardía. Situar este espacio, como el del comienzo, podría hasta parecer erróneo si no considerase el nivel complementario de otros que lo constituyen y lo constituyeron desde siempre, mientras ambos nos enfocábamos en atravesar la noche.

Acontecieron aquí, miles de los millones de momentos en que sentíamos que la soledad era la quimera inalcanzable y bautizamos nuestro amor en algún segmento galáctico donde vimos acontecer una explosión de estrellas que brotaron de nuestras pieles llenas de frenesí.

Recoleta esconde secuencias inexplicables, pues desnuda una singularidad sin precedentes. Yo te iba a buscar casi siempre por los mismos lugares y seguramente, entre tanto paseo solitario, te habré cruzado innumerables veces yendo y viniendo por Pueyrredón y Las Heras, o quizá descansando en Plaza Francia o en el Palaice de Glace… hoy me toca ir a buscarte, y los nervios no pueden disimularse.

Y esperé sobre ese puente que decora y deja ver las luces deambulantes de Figueroa Alcorta, veo una enorme flor plateada dormirse, tímida, cerca de donde te espero.

Y te doy un beso que el viento borra de un soplo y me pregunto si quiero que me pellizque la realidad o seguir fundido con vos, pero la noche es corta y el adiós se vuelve un acoso trepidante.

Villa del Parque es la tranquilidad donde reside tu cuerpo lleno de vacíos que quiero llenar, o quizá de llenos que quiero vaciar de tanto recuerdo ingrato, manifiesto, estéril… y tu vida descansa en el verde y la tranquilidad de un lugar donde el silencio se ve interrumpido, apenas, por el andar de los colectivos y los escasos autos que pululan por tu cuadra.

Y te llamo y te voy a visitar, me abrís la puerta expectante y transferís tu sonrisa a mi cara, cuando el trajín y la rutina diaria me dejan hecho un despojo.

Me despido de tu invisible humanidad, mientras camino lento y pasivo hacia algún punto que me devuelva al oeste.

Almagro es el punto asombroso de nuestra historia, es un álbum de fotos nuestras, un torbellino de besos en algún sillón improvisado, una milonga resonando en nuestros corazones nostálgicos, un tentempié delicioso y una canción de amor en la Avenida Medrano esquina Corrientes una noche de sábado a las mil, cuando el amanecer asomaba la nariz.

Fue un cumpleaños, un masaje, la historia de mi madre, de tus manos, de las mías, de dormirnos sobre un banco, de tomarme un trago y mirarte a los ojos llenos de vos… el lugar de la unión definitiva, donde te susurré al oído, todo el amor que tenía para darte.

Y todo descansa sin fin ni principio, somos un arsenal de preguntas que no responderemos ni responderá nadie, solo el amor comprende esto y es el lazo que nos une sin decirnos nada, diciéndonos todo, sembrando cartas imaginarias en un río lleno de agua que nos baña de algo nuevo que no sabemos qué es.

Valizas, una costa donde los ruidos se oyen casi en su totalidad, nos contó que la distancia une, que somos dos momentos en dos lugares distintos, pero que se hablan con desesperación, muertos de vida en un abrazo postergado.

Roma es la inversa del amor, y yo te sentí mía en medio de triquiñuelas italianas, en la Fontana di Trevi, en el Coliseo o en la Basílica… en Turín, en Verona o en Génova, en Nápoles, Sicilia o Milán… no importaba donde, yo sólo amaba y le daba forma al calendario del amor por venir.

Villa Ventana nos contó una historia bajo las estrellas, nos abrigó con nosotros mismos, en medio de un frío colosal, soportando la crudeza del invierno rozagante, caminando la montaña, leyéndote un póker de prosas derivadas de tu nombre.

Devoto y un cine lleno de abrazos, de miradas y de palabras mudas… de meriendas y recuerdos, de caminos e ilusiones.

A veces, se me vuelven caóticas las veces que anduvimos de paseo por lugares donde la huella quedó grabada.

Hay amores que no se repiten porque no están ni estarán, pero mi anhelo me dice que este se tiene que dar, porque no lo buscamos sino que nos permitió encontrarnos en el momento preciso.

Belgrano fue la caminata previa al lugar donde escribiríamos y dibujaríamos al amor, un retrato escrito y coloreado por los dos, un símbolo de tanto desencuentro encontrándose… tarde de domingo, té y masas, cine, un globo de color rojo con forma de lámpara, mil sueños en un instante, una cuevita llena de deseos y un paso hermoso hacia la eternidad.

Vos y yo conjugando el amor en una mesa de bar, hablando de todo y construyendo el mundo… mirándonos a los ojos sin más compañía que los propios ojos.

Y te vi toda hecha mi noche, mi caudal y mi musa… un papel pintado de colores, un silencio frágil, un horizonte colmado de horizontes.

Y en Ramos Mejía, te tengo frente a mí, en una mesa donde no hay multitudes ni voces, sólo nosotros y la inquietud de saber que nos encontramos sin buscarnos… yo siendo yo y vos vestida de Maga.

Una ciudad cordillerana y una piedra con tu nombre grabado por mí hace años… aroma a vino, a luz y a tus manos llenas de ternura.

Hoy dejo de buscarte porque te tengo perdida en mi interior, mientras imagino que un beso no puede esperar tanto para ser un beso nuestro.

Te dejo uno en la almohada y sorbo un poco de café.

Me recuesto en tu sonrisa y me río… me enamoré casi perdidamente y el compás orgánico me dice que es cierto.

Del sustantivo al verbo… del amor al amar.