martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo 83 “Las ciudades”



Un puñado de nombres que me recuerdan a vos.

Caballito tiene la particularidad de ser un punto de inflexión en nuestras vidas; nos encontró deslizándonos, casi sin querer, hasta encontrarnos con frecuencia en uno de sus rincones más sensibles.

La esquina del inicio donde, con el ritmo cardíaco del tiempo, ignorábamos la existencia del mismo, omitiendo cualquier impericia o cobardía. Situar este espacio, como el del comienzo, podría hasta parecer erróneo si no considerase el nivel complementario de otros que lo constituyen y lo constituyeron desde siempre, mientras ambos nos enfocábamos en atravesar la noche.

Acontecieron aquí, miles de los millones de momentos en que sentíamos que la soledad era la quimera inalcanzable y bautizamos nuestro amor en algún segmento galáctico donde vimos acontecer una explosión de estrellas que brotaron de nuestras pieles llenas de frenesí.

Recoleta esconde secuencias inexplicables, pues desnuda una singularidad sin precedentes. Yo te iba a buscar casi siempre por los mismos lugares y seguramente, entre tanto paseo solitario, te habré cruzado innumerables veces yendo y viniendo por Pueyrredón y Las Heras, o quizá descansando en Plaza Francia o en el Palaice de Glace… hoy me toca ir a buscarte, y los nervios no pueden disimularse.

Y esperé sobre ese puente que decora y deja ver las luces deambulantes de Figueroa Alcorta, veo una enorme flor plateada dormirse, tímida, cerca de donde te espero.

Y te doy un beso que el viento borra de un soplo y me pregunto si quiero que me pellizque la realidad o seguir fundido con vos, pero la noche es corta y el adiós se vuelve un acoso trepidante.

Villa del Parque es la tranquilidad donde reside tu cuerpo lleno de vacíos que quiero llenar, o quizá de llenos que quiero vaciar de tanto recuerdo ingrato, manifiesto, estéril… y tu vida descansa en el verde y la tranquilidad de un lugar donde el silencio se ve interrumpido, apenas, por el andar de los colectivos y los escasos autos que pululan por tu cuadra.

Y te llamo y te voy a visitar, me abrís la puerta expectante y transferís tu sonrisa a mi cara, cuando el trajín y la rutina diaria me dejan hecho un despojo.

Me despido de tu invisible humanidad, mientras camino lento y pasivo hacia algún punto que me devuelva al oeste.

Almagro es el punto asombroso de nuestra historia, es un álbum de fotos nuestras, un torbellino de besos en algún sillón improvisado, una milonga resonando en nuestros corazones nostálgicos, un tentempié delicioso y una canción de amor en la Avenida Medrano esquina Corrientes una noche de sábado a las mil, cuando el amanecer asomaba la nariz.

Fue un cumpleaños, un masaje, la historia de mi madre, de tus manos, de las mías, de dormirnos sobre un banco, de tomarme un trago y mirarte a los ojos llenos de vos… el lugar de la unión definitiva, donde te susurré al oído, todo el amor que tenía para darte.

Y todo descansa sin fin ni principio, somos un arsenal de preguntas que no responderemos ni responderá nadie, solo el amor comprende esto y es el lazo que nos une sin decirnos nada, diciéndonos todo, sembrando cartas imaginarias en un río lleno de agua que nos baña de algo nuevo que no sabemos qué es.

Valizas, una costa donde los ruidos se oyen casi en su totalidad, nos contó que la distancia une, que somos dos momentos en dos lugares distintos, pero que se hablan con desesperación, muertos de vida en un abrazo postergado.

Roma es la inversa del amor, y yo te sentí mía en medio de triquiñuelas italianas, en la Fontana di Trevi, en el Coliseo o en la Basílica… en Turín, en Verona o en Génova, en Nápoles, Sicilia o Milán… no importaba donde, yo sólo amaba y le daba forma al calendario del amor por venir.

Villa Ventana nos contó una historia bajo las estrellas, nos abrigó con nosotros mismos, en medio de un frío colosal, soportando la crudeza del invierno rozagante, caminando la montaña, leyéndote un póker de prosas derivadas de tu nombre.

Devoto y un cine lleno de abrazos, de miradas y de palabras mudas… de meriendas y recuerdos, de caminos e ilusiones.

A veces, se me vuelven caóticas las veces que anduvimos de paseo por lugares donde la huella quedó grabada.

Hay amores que no se repiten porque no están ni estarán, pero mi anhelo me dice que este se tiene que dar, porque no lo buscamos sino que nos permitió encontrarnos en el momento preciso.

Belgrano fue la caminata previa al lugar donde escribiríamos y dibujaríamos al amor, un retrato escrito y coloreado por los dos, un símbolo de tanto desencuentro encontrándose… tarde de domingo, té y masas, cine, un globo de color rojo con forma de lámpara, mil sueños en un instante, una cuevita llena de deseos y un paso hermoso hacia la eternidad.

Vos y yo conjugando el amor en una mesa de bar, hablando de todo y construyendo el mundo… mirándonos a los ojos sin más compañía que los propios ojos.

Y te vi toda hecha mi noche, mi caudal y mi musa… un papel pintado de colores, un silencio frágil, un horizonte colmado de horizontes.

Y en Ramos Mejía, te tengo frente a mí, en una mesa donde no hay multitudes ni voces, sólo nosotros y la inquietud de saber que nos encontramos sin buscarnos… yo siendo yo y vos vestida de Maga.

Una ciudad cordillerana y una piedra con tu nombre grabado por mí hace años… aroma a vino, a luz y a tus manos llenas de ternura.

Hoy dejo de buscarte porque te tengo perdida en mi interior, mientras imagino que un beso no puede esperar tanto para ser un beso nuestro.

Te dejo uno en la almohada y sorbo un poco de café.

Me recuesto en tu sonrisa y me río… me enamoré casi perdidamente y el compás orgánico me dice que es cierto.

Del sustantivo al verbo… del amor al amar.

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