martes, 17 de septiembre de 2013

Capítulo 85 “La tarde dominical lluviosa de un beso impostergable”



Rociando su tristeza sobre mi cara, el cielo de un domingo dormido… gentes que adolecen en las mustias calles silenciosas, sólo el susurro de la lluvia impaciente, que promete un vendaval que no llega. Ayer estuve invocando tu nombre un puñado de veces, tal vez sin voluntad de decirlo, pero con el inconsciente haciendo estragos con la racionalidad del momento reflexivo.

Y si te dijera que la espera no fue más que un motivo para darte la bienvenida al centro de mi vida? Y si le contara al mundo que mi mundo sos vos y que lo habito porque siempre supe que estabas ahí? Y si la noche… y si el viento… y si la lluvia… y si el tiempo… y si el amor…

Hay un sueño postergado que no puede esperar y vos y yo podemos realizarlo.

Una paleta de colores y dos soñadores sin temor a pintarlos… suficiente elemento para volvernos una constelación inmensa y rendirle pleitesía a todo este amor que nació casualmente, mientras millones de palabras conectaban a nuestros solitarios corazones.

Hoy sos palpable, de carne y hueso, de almizcle y poesía… siento que llegaste para quedarte y completarme. Puedo sentirlo latente, fecundo y labial; puedo sentirte llana, dormida y floreciente en mi interior que te respira mientras suspira tu mirada que me cautiva.

Adormeceme y haceme resplandecer con titánica exploración sensorial… que el letargo del amor no se extienda ni se eternice en nosotros. Quiero descubrir que en tu soberana humanidad, puedo ser invitado a ser feliz junto a vos.

Conexión y diálogos… intercambio de números y despedida… los adioses no atenúan el extrañarse ni el cariño sincero, sino que extienden el sombrío y desesperante momento de soledad, donde lo único que clamo, son mis colosales ganas de volver a verte.

Encuentros casuales que empiezan a determinar una causalidad indescriptible, un remanso fue tu boca y el aroma de tu perfume el viernes… generar un habitáculo nuestro, aunque el alrededor siga existiendo, mientras el tal vez muere indefectiblemente y los pormenores son los deseos y lo que no nos decimos, producto de una asombrosa timidez.

Sabor a nosotros todo el fin de semana… y llega el domingo, llueve, no nos importa. Había una invitación anterior que solo se adelanta o bien se anexa a este momento. La esquina parece lejana debido al insistente goteo celestial, una borrosa nebulosa de agua molecular, que no moja con intensidad.

Te beso con ternura cuando llegás… debajo de un paraguas, nos protegemos del mundo exterior, y entonces nace el amor, nacemos de él y caminamos con la naturalidad de dos desencuentros que un día se encuentran para no volver a separarse. Y no dejo de mirarte, porque dejar de hacerlo es evitar mirar al amor a los ojos.

Y sentir que no hubo necesidad de buscarnos, me permite afirmar que lo inexorable era encontrarnos así, de este modo, con mis manos escondiéndose en la profundidad de tu pelo y tu boca ahogándose en el beso que mi boca pronunciaba al nombrarte.

Es el amor nuestro, un estado ideal, un periplo donde se destaca la precisión con la que cada palabra se dice en el momento justo, donde cada beso es clamar, al unísono, que necesitábamos ser el amor que somos, porque nacimos para salvar el corazón del otro.

Yo te miro y me reflejo en la candidez de tus ojos urgentes, en la floreada tez de tu piel aterciopelada, en la inquietud de tu mano pequeña, que le habla a mi mano, susurrándole el secreto que solo ellas saben.

Yo te escribo para que esta velada sea inmortalmente documentada, porque los recuerdos son anécdotas individuales, mientras perduran. Y quiero volverme mortalmente tuyo, al punto de elegir un suspiro tuyo para llevarme al mundo donde me toque esperarte cuando este no quiera asilarme.

Es domingo y llueve… es casi medianoche y la mesa está servida de testigos de nuestro encuentro.

No es apresurado confesarte que me hacés feliz ahora… el cosquilleo interior no avisa cuando va a aparecer. Te siento cerca porque me acerco con la misma intensidad que el verano arde con fervor.

Imaginamos tal vez lo mismo… no firmamos nada porque afirmamos todo con solo mirarnos.

La tarde se durmió entre Serú Girán y arrumacos.

Nos invitamos a ser parte complementaria uno del otro… yo tu equilibrio y vos mi desequilibrio.

Las ventanas empañadas de nuestra respiración delicada, inerte, noctámbula.

Contar cada beso y cada átomo de cariño es tarea del tiempo, medir el nacimiento del amor, de nuestros corazones.

Nos exploramos para descubrir que nada es imposible cuando de amor se habla con sinceridad.

Todo pasó hoy… todo transcurre porque mañana es el momento, el espejo de nuestro encuentro.

Decirte mucho es parte de este silencio que expresa mi almohada, mientras tu perfume la adorna.

Te digo buenas noches y mi vida, exaltada por tu aparición, denota júbilo.

El beso era impostergable… nosotros también. Fuimos ese beso.

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