Capítulo 85 “La tarde dominical lluviosa de un beso impostergable”
Rociando
su tristeza sobre mi cara, el cielo de un domingo dormido… gentes que adolecen
en las mustias calles silenciosas, sólo el susurro de la lluvia impaciente, que
promete un vendaval que no llega. Ayer estuve invocando tu nombre un puñado de
veces, tal vez sin voluntad de decirlo, pero con el inconsciente haciendo
estragos con la racionalidad del momento reflexivo.
Y
si te dijera que la espera no fue más que un motivo para darte la bienvenida al
centro de mi vida? Y si le contara al mundo que mi mundo sos vos y que lo
habito porque siempre supe que estabas ahí? Y si la noche… y si el viento… y si
la lluvia… y si el tiempo… y si el amor…
Hay
un sueño postergado que no puede esperar y vos y yo podemos realizarlo.
Una
paleta de colores y dos soñadores sin temor a pintarlos… suficiente elemento
para volvernos una constelación inmensa y rendirle pleitesía a todo este amor
que nació casualmente, mientras millones de palabras conectaban a nuestros
solitarios corazones.
Hoy
sos palpable, de carne y hueso, de almizcle y poesía… siento que llegaste para
quedarte y completarme. Puedo sentirlo latente, fecundo y labial; puedo
sentirte llana, dormida y floreciente en mi interior que te respira mientras
suspira tu mirada que me cautiva.
Adormeceme
y haceme resplandecer con titánica exploración sensorial… que el letargo del
amor no se extienda ni se eternice en nosotros. Quiero descubrir que en tu
soberana humanidad, puedo ser invitado a ser feliz junto a vos.
Conexión
y diálogos… intercambio de números y despedida… los adioses no atenúan el
extrañarse ni el cariño sincero, sino que extienden el sombrío y desesperante
momento de soledad, donde lo único que clamo, son mis colosales ganas de volver
a verte.
Encuentros
casuales que empiezan a determinar una causalidad indescriptible, un remanso
fue tu boca y el aroma de tu perfume el viernes… generar un habitáculo nuestro,
aunque el alrededor siga existiendo, mientras el tal vez muere
indefectiblemente y los pormenores son los deseos y lo que no nos decimos,
producto de una asombrosa timidez.
Sabor
a nosotros todo el fin de semana… y llega el domingo, llueve, no nos importa. Había
una invitación anterior que solo se adelanta o bien se anexa a este momento. La
esquina parece lejana debido al insistente goteo celestial, una borrosa
nebulosa de agua molecular, que no moja con intensidad.
Te
beso con ternura cuando llegás… debajo de un paraguas, nos protegemos del mundo
exterior, y entonces nace el amor, nacemos de él y caminamos con la naturalidad
de dos desencuentros que un día se encuentran para no volver a separarse. Y no
dejo de mirarte, porque dejar de hacerlo es evitar mirar al amor a los ojos.
Y
sentir que no hubo necesidad de buscarnos, me permite afirmar que lo inexorable
era encontrarnos así, de este modo, con mis manos escondiéndose en la
profundidad de tu pelo y tu boca ahogándose en el beso que mi boca pronunciaba
al nombrarte.
Es
el amor nuestro, un estado ideal, un periplo donde se destaca la precisión con
la que cada palabra se dice en el momento justo, donde cada beso es clamar, al unísono,
que necesitábamos ser el amor que somos, porque nacimos para salvar el corazón del
otro.
Yo
te miro y me reflejo en la candidez de tus ojos urgentes, en la floreada tez de
tu piel aterciopelada, en la inquietud de tu mano pequeña, que le habla a mi
mano, susurrándole el secreto que solo ellas saben.
Yo
te escribo para que esta velada sea inmortalmente documentada, porque los
recuerdos son anécdotas individuales, mientras perduran. Y quiero volverme
mortalmente tuyo, al punto de elegir un suspiro tuyo para llevarme al mundo
donde me toque esperarte cuando este no quiera asilarme.
Es
domingo y llueve… es casi medianoche y la mesa está servida de testigos de
nuestro encuentro.
No
es apresurado confesarte que me hacés feliz ahora… el cosquilleo interior no
avisa cuando va a aparecer. Te siento cerca porque me acerco con la misma
intensidad que el verano arde con fervor.
Imaginamos
tal vez lo mismo… no firmamos nada porque afirmamos todo con solo mirarnos.
La
tarde se durmió entre Serú Girán y arrumacos.
Nos
invitamos a ser parte complementaria uno del otro… yo tu equilibrio y vos mi
desequilibrio.
Las
ventanas empañadas de nuestra respiración delicada, inerte, noctámbula.
Contar
cada beso y cada átomo de cariño es tarea del tiempo, medir el nacimiento del
amor, de nuestros corazones.
Nos
exploramos para descubrir que nada es imposible cuando de amor se habla con
sinceridad.
Todo
pasó hoy… todo transcurre porque mañana es el momento, el espejo de nuestro
encuentro.
Decirte
mucho es parte de este silencio que expresa mi almohada, mientras tu perfume la
adorna.
Te
digo buenas noches y mi vida, exaltada por tu aparición, denota júbilo.
El
beso era impostergable… nosotros también. Fuimos ese beso.
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