martes, 11 de marzo de 2014

Capítulo 94 “El reloj en una noche de amor parte I”



Yo te miro a los ojos y, siendo las doce, en punto, de la noche, empiezo a desandar el camino hacia el centro de tu alma mojada, impoluta, sedienta de concretar el misterioso viaje que iniciamos, hace ya, un tiempo atrás. Yo soy todo de necesidad y sortilegios, vos una escultura sin forma, mágicamente descubierta por un verso escrito en líneas dulces.
Y yo te confieso a vos, sol interminable, sol acantilado, sol lleno de mí, en esta noche que promete ser la noche del eclipse en solsticio nocturno, dos almas errantes llenas de pasión, colores y horneadas a temperatura corporal.
Te beso la vida casi con inocencia, el momento de mirarte a los ojos casi con ceguera, perdiéndome en la tersura de un contraste de pieles que se dicen mucho, con sólo desvestirse.
Te empiezo a recorrer el mapa del cuerpo, la periferia perfumada de tu palidez, el sabor inmaculado de tu cuello deslumbrante, la ventana está adornada con sonidos de olas, jazz y dos copas que se murieron al acaecer la historia del amor encendido. Un carrousel al compás de Spinetta, las sábanas nos visten la desnudez, tímida, y el rubor de nuestros labios que se aman con delicadeza.
Una carta que nunca liberamos del sobre, nos pide socorro mientras llueven besos de todas las formas y tamaños en la habitación.
Te tomo de la cintura, te acaricio el cabello hacia el costado, irrumpe tu cara llena de gracia y la deseo, casi con un matiz de locura, como cuando me quedo dormido contemplando tu foto en mi retina. Avanza la expedición hormonal y los cuerpos empiezan a deshacerse categóricamente, son tiempos cronometrados, quirúrgicos, cíclicos.
Y tu figura se extiende en rayos sobre mi cuerpo candente, el sol me besa la frente y toma mis manos, el olvido pasa a lo anecdótico, somos dos y un sistema solar inmenso rodeándonos con ternura.
Te descubro, te exploro, te siento tan mía que no advierto que, hace tiempo, soy tuyo.
Desfilan collages, versos y un sinnúmero de astros condenados a nacer y morir mientras besamos el principio de una historia que tuvo vaivenes.
Nos decimos nada, debido al ritmo del lenguaje que nuestras bocas hablan, el romance es continuo y la pronunciación son repetidas onomatopeyas de labios y salivas que bailan la danza del desenfreno y la suavidad arterial de la sangre fluyendo.
Ya perdimos los miedos y nos tomamos con fuerza, fluimos juntos, nos afianzamos y la noche llegó a la mitad… abrazados, jugamos con la desnudez reinante, con el aroma a pequeña muerte que oficia de celestina, siento que puedo decirte todo en un abrir y cerrar de ojos, pero tan sólo me sale, siempre, un beso más.
Se puede hablar de amor, luego del frenesí y las endorfinas, posteriores, que empiezan a habitar el espacio, donde vos y yo nos quedamos a vivir por siempre?.
El reloj está dormido esta noche, mi amor, mi sol, mi trémula poesía inconclusa, que se hace mil versos en medio de una interminable noche de valses repetidos y tentempiés osados.
Yo tuve amor en el cuerpo de un astro, yo sentí tus manos y la asombrosa sensación de amar al sol, como el hombre ama a la mujer que soñó una noche, mientras esa mujer era un racimo de tentación y almendras.
Son las tres y media de una noche donde me llenaste de interrogantes, de ilusiones y de amor a la lontananza… Mañana amanece y despertaré pensando en vos.
Mañana sale el sol, luego de una noche de amor atemporal.

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