Mis manos, tus manos, mis pies, tus pies, mi boca, tu boca, mi cuerpo,
tu cuerpo, un puñado de identidades que emergen de esa peculiar combinatoria de
fechas, sucesos y ambigüedades. Fueron seguidillas enteras de momentos
inmortalizados para ser contados, una quimera recreándose en el monumental
instante en que empiezo a besarte despacito, al ritmo de esos segundos
infinitos, que perduran, insistentemente, en la vida mortal que nos ve
encontrándonos acá, hoy, que llueve amor por todos lados.
Nada nos dijimos y todo comenzó, mucho nos dijimos y todo se hizo
enorme, como esa quimera inesperada que dice llamarse vos y yo, pero no termina
de transformarse en nosotros llenos de magia otoñal, bañada de amarillo y gris.
Poder decirte, con el cuerpo entero, que nada nos separe de ahora en
más.
Estuve pensando en quedarme en silencio, en no pronunciar palabra, en
enmudecernos todo el tiempo, porque un beso es el comienzo interminable de un
final abierto, de un imposible realizable, de un segundo en que el cielo se despeja
y aparece el sol desnudo, para deslumbrarme sin timidez.
Y pensar que no pensaba estar pensando en vos, como pienso ahora.
Los tiempos son figuraciones imprevistas, declamaciones superfluas, es
ahora el tiempo porque mañana tiene que ser este hoy, repetido una y mil veces,
mientras las sábanas sigan testimoniando nuestros encuentros y evocando, en
forma continua, un carnaval donde somos agua cayendo sin detenernos.
Químicamente hablando, somos miles de moles de moléculas flotando, una
solución de pasión y deseo, un simulacro de tragedia visceral, dos agujas que
se clavan en la profundidad de la medianoche, cuando la habitación duerme y
todo se vuelve un incendio sin límites.
Y empiezo abrazando tu humanidad en su totalidad, descubro rincones y
los invento, es encontrar la palabra adecuada para definir un momento
irrepetible, colosal, constelado por tu piel que sabe a terciopelo y es un
escenario repleto de vanidades que me llevan a elegir permanecer ahí, inmutable
y adormecido en tu pecho que es una tentación para esos sueños que quiero
concretar desde que supe que era posible dejar de imaginarte astro
inalcanzable.
El arte de amar con locura cada milímetro tuyo, donde habitan mundos e
inframundos trascendentes, vergeles de papel y comprender que dar un paso hacia
vos es aventurarse en la loca sensación de darle nombre a esta historia que
habla de flotar, de entender lo inimaginable y de cumplir cada sueño
escribiendo una línea más todo el tiempo.
Y la noche nos divide en mil átomos que se dispersan, con énfasis, por
todo el cuarto, adornando los rincones con reacciones epidérmicas y gotas de
nosotros regadas por toda la noche que se hace presente de cuerpo, para que
nosotros le demos el alma.
Y acá no hay dolor ahora, acá empieza el camino, dulce, del amor
elucubrado, ascendente… la flotación corpórea no admite techos, se encamina y
sube como la temperatura de nuestras existencias, cuando te brindo un cálido
baño de besos mojados, rutilantes, saborizados con purpurina y ternura.
Y nos duele la vida porque se repiten las escenas una y otra vez, el
reloj se detiene y nosotros no, podemos morir y renacer todo el tiempo ahora, y
somos artistas de circo, olas que desafían al mar, romance de lenguas que
degustan el aliento del otro, un itinerario difícil de comprender, un viaje
imposible de no soñar.
Y nacemos para amar, porque de otro modo, el mundo es insoportable y
hostil, oscuro y asesino, sublimado y mustio… pero, al nacer para amar, amamos
para renacer y seguir amando, casi como un imperativo categórico, como el
absoluto que nos halla fundidos, eternos y etéreos, danzando en círculos el
vals de una noche que parece no terminar nunca.
Es estar exultante de júbilo, escribirlo en las paredes y en las nubes,
decirlo en voz alta para adentro, mientras el pecho estalla de suspiros y
verano, sintetizando el devenir, cíclico, de la espera que se viste de
reencuentro.
Es dibujar y pintar cada intercambio y la ansiedad, la mirada
expectante y las manos crepitando ante lo inminente.
Es químico y bidimensional, mil dimensiones que explotan mientras las
sensaciones erizan la piel y te confieso haber esperado este instante en que me
dejo morir adentro tuyo para siempre.
La ciencia que se desprende del amor y me permite afirmar que no voy a
estar más sólo, desde que sé que sos real y el destino que elegí elegir.
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