Capítulo 61 “La flecha”
Cuál
será el misterio, delicioso, que la vida guarda detrás de tanto misterio y
curiosidad por saber el origen enigmático de tanta maravilla?
Empezar
con un interrogante, permite aclarar los efectos que genera tanto acertijo… a
veces necesitamos entender más de la cuenta, preguntarnos para comprendernos y
comprender que las situaciones, son ajenas a nosotros mismos.
Ajenos
somos todos, hasta que llega el momento de cruzarse, de encontrarse, de hacer
que la casualidad sea causal, y las biografías se conozcan. Y en ese momento,
todo lo que rodea el encuentro pasa a ser complementario o coprotagonista, el
paisaje se vuelve escenografía y el fervor es el guión de los silencios que
escuchamos cuando desconocemos lo que queremos conocer.
Azarosamente
surgen las luces y acaecen los hechos, que en principio ignoramos por timidez,
y luego evocamos porque necesitamos recordar el comienzo de todo.
Hasta
acá, la ilustración de un desencuentro que se volverá, inexorablemente,
encuentro cercano y encantador.
Llegar
a un lugar, aguardar el instante, esperar que todo decante… choque de esferas,
me mirás, te reconozco, nos saludamos. Empieza el juego más simple y hermoso…
nos estudiamos, compartimos, disimulamos, volvemos a compartir. El intercambio
es brillante, afuera hay un todo que no entra en este momento en el lugar que
construimos.
Pareciera
que nada va a ocurrir y, sin embargo, todo transcurre a pesar de nosotros. Puede
parecer asombroso, lo es casi en su totalidad, nadie escapa a este segundo… nos
dedicamos a ver las condiciones inmejorables de ver a través nuestro.
Observo
y contemplo tus ojos a través de tus ojos, sumergido adentro de tu mirada, que
me asila casi instantáneamente.
En
medio del vaivén, donde las palabras abundan, donde los cruces de miradas
pierden intensidad, porque las mejillas se sonrojan, aparece el efecto que
causa el amor dormido, el amor embrionario, el amor asesino.
Hay
momentos donde debemos tomar un atajo, empiezo a tomarlo cuando siento una
puntada feroz en medio de mi pecho desnudo, desprevenido, decidido a recibir el
venenoso dolor de un flechazo que conmueve la humanidad de un hombre enamorado
de una ficción que empieza a ser real.
Y
la puntada es consecuencia de un flechazo inesperado, inequívoco, pues viene a
situarse justo en medio de mi latido, y escoge un corazón solitario donde quedarse
a vivir por un tiempo que, tal vez, se extienda infinitamente.
Y
la sangre enamorada, recorre el interior de un cuerpo enamorado, y el cuerpo
enamorado prolifera el amor por todo el lugar, y resulta que en cinco minutos,
todo se hizo una gran tormenta de amor… y la redundancia de la palabra es el
summum del amor saliendo a vivir, luego de un estado embrionario efímero.
Completando
el periplo, se logra entender el interrogante inicial… será que no hay misterio
alguno, y que el amor se desarrolla mientras la flecha queda clavada en el
torrente sanguíneo?.
Y
yo siento ese dolor dulce, dolor venerado por mi sangre que busca entrar en tu corazón,
y salir enamorada de tu vida… y todo se va transformando, se aceleran las
pulsaciones, se extiende la hora en el reloj, una escala desconocida, cada
segundo equivale a un beso, y ese beso equivale a un tiempo certero, donde el
amor muere y el beso le practica respiración boca a boca.
Comenzar
a soñar con vos, luego de verte tan vos en medio de tantas ellas divagantes…
La
intangibilidad de un romance de largo alcance, que nos deposita en algún estadio
inédito, cargado de emotividad sincera, que nos deja decirnos todo en silencio…
apenas pronunciando un nombre inventado. Y ahí es donde la magia representa ese
momento increíble, esa coincidencia entre lo que es preciso y lo que es exacto.
Nos
decimos lo necesario, lo justo, lo que pueda llegar a provocar una caminata
noctámbula, un cataclismo sentimental o un tango rutilante en Buenos Aires
candente.
La
dirección de tu vida es el curso de mi sangre, es el destino de esta flecha que
convive con mi respiración, mientras escribo líneas que, probablemente, no
vayas a leer nunca en tu vida asesina. Asesina porque me está haciendo morir
por vos, por ella, por todo lo que te daría pero que aún no llega a tus manos.
Hoy
me refugio en lo poquísimo que sabemos de nosotros… ayer me refugié en la ilusión
de llegar a vos… mañana me refugiaré en la voluntad latente de permanecer en tu
plexo solar, colmando de amor tu cuerpo de mujer.
Efemérides
de una fría tarde que me encontré buscándote, mientras ese pinchazo en el
pecho, comenzaba a traducirse en estos días.
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