jueves, 16 de mayo de 2013

Capítulo 61 “La flecha”


Cuál será el misterio, delicioso, que la vida guarda detrás de tanto misterio y curiosidad por saber el origen enigmático de tanta maravilla?

Empezar con un interrogante, permite aclarar los efectos que genera tanto acertijo… a veces necesitamos entender más de la cuenta, preguntarnos para comprendernos y comprender que las situaciones, son ajenas a nosotros mismos.

Ajenos somos todos, hasta que llega el momento de cruzarse, de encontrarse, de hacer que la casualidad sea causal, y las biografías se conozcan. Y en ese momento, todo lo que rodea el encuentro pasa a ser complementario o coprotagonista, el paisaje se vuelve escenografía y el fervor es el guión de los silencios que escuchamos cuando desconocemos lo que queremos conocer.

Azarosamente surgen las luces y acaecen los hechos, que en principio ignoramos por timidez, y luego evocamos porque necesitamos recordar el comienzo de todo.

Hasta acá, la ilustración de un desencuentro que se volverá, inexorablemente, encuentro cercano y encantador.

Llegar a un lugar, aguardar el instante, esperar que todo decante… choque de esferas, me mirás, te reconozco, nos saludamos. Empieza el juego más simple y hermoso… nos estudiamos, compartimos, disimulamos, volvemos a compartir. El intercambio es brillante, afuera hay un todo que no entra en este momento en el lugar que construimos.

Pareciera que nada va a ocurrir y, sin embargo, todo transcurre a pesar de nosotros. Puede parecer asombroso, lo es casi en su totalidad, nadie escapa a este segundo… nos dedicamos a ver las condiciones inmejorables de ver a través nuestro.

Observo y contemplo tus ojos a través de tus ojos, sumergido adentro de tu mirada, que me asila casi instantáneamente.

En medio del vaivén, donde las palabras abundan, donde los cruces de miradas pierden intensidad, porque las mejillas se sonrojan, aparece el efecto que causa el amor dormido, el amor embrionario, el amor asesino.

Hay momentos donde debemos tomar un atajo, empiezo a tomarlo cuando siento una puntada feroz en medio de mi pecho desnudo, desprevenido, decidido a recibir el venenoso dolor de un flechazo que conmueve la humanidad de un hombre enamorado de una ficción que empieza a ser real.

Y la puntada es consecuencia de un flechazo inesperado, inequívoco, pues viene a situarse justo en medio de mi latido, y escoge un corazón solitario donde quedarse a vivir por un tiempo que, tal vez, se extienda infinitamente.

Y la sangre enamorada, recorre el interior de un cuerpo enamorado, y el cuerpo enamorado prolifera el amor por todo el lugar, y resulta que en cinco minutos, todo se hizo una gran tormenta de amor… y la redundancia de la palabra es el summum del amor saliendo a vivir, luego de un estado embrionario efímero.

Completando el periplo, se logra entender el interrogante inicial… será que no hay misterio alguno, y que el amor se desarrolla mientras la flecha queda clavada en el torrente sanguíneo?.

Y yo siento ese dolor dulce, dolor venerado por mi sangre que busca entrar en tu corazón, y salir enamorada de tu vida… y todo se va transformando, se aceleran las pulsaciones, se extiende la hora en el reloj, una escala desconocida, cada segundo equivale a un beso, y ese beso equivale a un tiempo certero, donde el amor muere y el beso le practica respiración boca a boca.

Comenzar a soñar con vos, luego de verte tan vos en medio de tantas ellas divagantes…

La intangibilidad de un romance de largo alcance, que nos deposita en algún estadio inédito, cargado de emotividad sincera, que nos deja decirnos todo en silencio… apenas pronunciando un nombre inventado. Y ahí es donde la magia representa ese momento increíble, esa coincidencia entre lo que es preciso y lo que es exacto.

Nos decimos lo necesario, lo justo, lo que pueda llegar a provocar una caminata noctámbula, un cataclismo sentimental o un tango rutilante en Buenos Aires candente.

La dirección de tu vida es el curso de mi sangre, es el destino de esta flecha que convive con mi respiración, mientras escribo líneas que, probablemente, no vayas a leer nunca en tu vida asesina. Asesina porque me está haciendo morir por vos, por ella, por todo lo que te daría pero que aún no llega a tus manos.

Hoy me refugio en lo poquísimo que sabemos de nosotros… ayer me refugié en la ilusión de llegar a vos… mañana me refugiaré en la voluntad latente de permanecer en tu plexo solar, colmando de amor tu cuerpo de mujer.

Efemérides de una fría tarde que me encontré buscándote, mientras ese pinchazo en el pecho, comenzaba a traducirse en estos días.

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