Capítulo 57 “La geografía”
Hay
lugares que son un lugar único, un terreno donde los espectros y las dudas son
secuencias que se vislumbran, corolarios de herrumbre inocua, que emergen
dispares, mientras el tiempo se vuelve cíclico y el invierno apremia.
Y,
después de mucho andar, de recoger frutos amargos de un tesoro imaginario, no
me importó llegar sino recorrer el camino que me regalaste. Y me vi asombrado,
devenido en hombre, en tu amante, en tu mitad que completaba ese fértil terreno
que se extendía por todo tu cuerpo.
Descubrí
que el mundo se deja llevar por los deseos de los que desandamos su historia,
sus rumbos, sus cataclismos. Y vi las estrellas, los cielos, el día y la noche,
la música, la nostalgia y el vino, un periplo interminable que me condujo hasta
vos.
Tu
ser es un territorio donde quiero ser soberano, trascender los límites y besar
cada línea fronteriza que me impida descubrirlo, es un manantial, un rapto en
la madrugada donde me encuentro empapado de la tersura de su suelo
aterciopelado, una piel dentro de una patria vestida de vos, de tu voz y de tus
manos.
Estoy
convencido que mi ciudad será, por siempre, tu boca, que mi faro será tu corazón,
que mi luz serán tus pupilas candentes.
Y
habrá montañas, valles, ríos, arboledas, glaciares, bosques, una consecución de
escenas donde protagonizamos la historia del amor en una historia de amor entre
dos planetas que se encontraron, dándole nacimiento a la tierra más dulce.
El
invierno en tu geografía es cálido, es lejano y absurdo… somos un sendero en
medio de la arena, del punto del mundo donde no existe mundo, sino sueños y
plegarias.
Yo
te encontré y dediqué mis segundos a empezar a amarte, deshojando flores de
mayo en un junio erosionado por dos pieles infinitas que sembraban pasión en
medio de un silencio reinante en una ciudad inmensa.
Y
nuestra respiración enseñaba su anatomía, y nuestra anatomía respiraba al compás
de un encuentro celestial, inmaculado, adornado con gotas de amor que llovían con
intensidad, mientras me adueñaba de tu libertad, de tus paisajes, de tus
ensueños.
Conquistando
tu cielo, hibernando en tu vientre, vos… vos toda tierra mía, todo un entramado
de calles diurnas, un café en medio del caos, una lectura en alguna sierra muda
pero con el suficiente color para hacer que sonrieras.
Yo
sintiéndome amo y señor de tus líneas imaginarias, de tu relieve, de la capital
de tu vida…
Sentirnos
amor en medio de tanto ostracismo, juventud y energía, un desliz involuntario
de mi lenguaje que pronuncia la acción del amor donde habla de vos.
Sentir
que todo está en su lugar, que los deshielos son un llanto que derramé sobre
vos, cuando te confesé que extrañaba horrores a mi madre, que las islas son
esos momentos en que vislumbro que algo puede desprenderse de nosotros, que podemos
construir la vida sobre una ciudad y a la vez, una ciudad del amor en medio de
nuestro amor que vive en esta vida.
Nada
es desmedido si me proyecto al futuro, un futuro que esperé añares y se desnuda
para mí en estos días de fervor, de almibarado fervor, donde comparto mi tiempo
y me dejo caer en tu pecho colmado de un todo que me recuerda a ese lugar donde
tu nombre descansa.
Será
Madrid, Caracas, México DF, Entre Ríos?
Donde
será que estarás pululando ahora, mi amor? Puedo contarte que adonde fui a
buscarte, pronuncié tu nombre con dolor, con llanto, con júbilo… y comprendí
que buscarte era un desafío voluntario, atinado, simple. Un rejunte de penas
que concluían cuando comprendía que estabas en algún lugar.
Ese
lar es tu vida, que guardo dentro de la mía para que dure eternamente, donde me
abrigo con tu cuerpo de noche, mientras el invierno se dispone a golpear la
puerta de este amor que nació concretándose, cumpliendo nuestros anhelos y
magnificando la figura de un beso en medio del aire suspendido en nosotros.
Yo
soy un rincón en este continente que sos vos, que me deja sembrar un sentir, un
concierto de notas desordenadas, un mundo que nazca de vos.
Los
misterios de la geografía… despertar siempre con vos.
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