jueves, 27 de junio de 2013

Capítulo 67 “Los andariegos”



Golondrinas estudiantes que se juntan a borbotones en las inmediaciones de una casa de estudios, las sensibilidades pueden apreciarse en sus rostros cansados de parciales y maquillados con fotocopias que los visten de pies a cabeza.

Entre la peregrinación cotidiana, nos encontramos para decirnos todo en perpetuo silencio, casi como ignorándonos… las fases del lenguaje que habla diversos idiomas, que gesticula o se avergüenza cuando se trata de hablar. Yo podría dejarme llevar por las fases y adornarte con dialectos mágicos y desenfrenadamente enamoradizos de tus labios cuando hablan de mí o del nombre con que me bautizaron.

Tal vez comprendas muy tangencialmente mi amor hacia vos y hasta ni siquiera lo adviertas, pero sí… algo está germinando dentro mío y quiere asomar cuando vos le sonrías.

Vos te hacés colorada con rubor natural en tus mejillas pecosas… yo me deshago entero en un mar de anhelos que me permiten imaginarme lo inimaginable junto a vos desnuda en un retrato que me inspira a pintar tu retrato bajo la lluvia y el frío de este invierno insolado. Si tuviese la certeza de que mirarte a los ojos te enamora, siento que ya deberías haberte enamorado de mí, porque no dejo de mirarte la mirada.

Dos mil trece y nosotros dos sin decirnos la verdad, jugando al juego de la negación, al banquete de los sueños postergables, procastinando la concreción del amor sincero.

Nada es complejo si nos seguimos regalando tanto encanto repentino, si tu perfume deja una estela de recuerdos en mi sentido nasal, si tu pelo color asombro dibuja arabescos en el viento que lo abraza con el mismo fervor que yo te abrazaría hasta desdoblarte, o si una palabra pronunciada por vos abre un camino de flores hacia la humedad cautiva de tu boca decorada con cromo y pausas inciertas.

Y descubrí en tus manos un remanso celeste, en tu cuerpo un universo multidimensional y en tu voz un motivo para rogarle al tiempo que no te enmudezca jamás. Hoy estoy hecho de vos y de mí… hoy soy una mezcla de nosotros interactuando con los días felices que una canción hace sonar en mis oídos colmados de tu ternura oculta detrás de un velo de patriotismo y saber.

Sentir que dos seres nacen para encontrarse es recurrir a la alegoría del andariego que camina sin buscar y, de pronto, se encuentra sorprendido por la vida de una vida que se detiene, rebosante de vos, frente a él.

Nosotros, dos andariegos furtivos, dos compañeros que se encuentran entre miles de figuras humanas, se distinguen entre enunciados, ofrendas y ensueños diseminados por los rincones, como si un estallido fuese a desacelerarse con un beso y todo terminase reiniciando el rumbo del amor que sobrevuela las calles y atraviesa las latitudes, hasta encontrarnos juntos, de una vez y para siempre.

Y adónde van a parar los hechos pretéritos cuando el amor se siente naciendo? Quizá esa respuesta no esté en manos tuyas, ni mías… apenas si logro comprender lo que sucede con vos, alrededor hace ya un tiempo largo que nada sucede cuando alineo mi mundo al tuyo, fecundando galaxias para parir planetas.

Al filo de las doce, emprendo el regreso, estuve abrigándome con frío de fin de mes, casi en la víspera de la mitad más uno del año. Estoy echándote de menos, cuando no se trata de un viernes más, y las operaciones matemáticas me llevan a multiplicar ilusiones, dividiendo las agujas del reloj en millones de segmentos de tiempo, sumando collages de reencuentros y de ese abrazo que dejé caer muerto en tu anatomía, mientras restaba un paso menos para llegar al centro de tu amor que me mira desconfiado a la lontananza. Una ecuación perfecta en un laberinto imperfecto que contiene los espejos hasta que nos reflejamos y determinamos el destino del destino que nos espera.

En el cincuentenario de Rayuela le doy forma a tu boca y a un capítulo más de nuestro devenir; los cuerpos, suspendidos en camas separadas, avizoran un improvisado almanaque, se desean con la misma naturalidad que un haz de luz penetra en un ventanal por donde el río entra a bañar la ciudad capital del país más austral del mundo. Buenos Aires se muestra desnuda para nosotros dos, andemos sin prisa por su contorno, saboreemos su aroma a puerto y coronemos el paseo bailando Adiós Nonino sobre su plexo solar.

Quiero aprender a escribir amor tomado de tu mano, quiero dibujar el tiempo que no supe encontrarte, quiero dormirme en tu pecho con tu corazón cantándome una canción de cuna.

Podemos prolongar los veranos para mirar las estrellas y los inviernos para acurrucarnos bajo el calor de una frazada que encienda nuestras ganas de armar un rompecabezas de dos piezas mortalmente vitales y eternamente enamoradas… amando por amor al amor, odiando por odio a los desencuentros.

Yo encontré un motivo de urgencia en vos… me urge sentir que lo que siento es la historia de dos personajes reales, certeros y concretos. Que las casualidades son causas que disimulan en el azar su existencia… y que quiero llamarte, definitivamente, amor de mis días por venir. Todo esto es consecuencia de andar por la vida evocándote, aún sin conocerte y sin saber que llegarías…


Vos tendrás tus interrogantes también, pero yo hablo por mí… mis afirmaciones son certidumbre


Lo demás es la incertidumbre que voy a negar.

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