Capítulo 67 “Los andariegos”
Golondrinas
estudiantes que se juntan a borbotones en las inmediaciones de una casa de
estudios, las sensibilidades pueden apreciarse en sus rostros cansados de
parciales y maquillados con fotocopias que los visten de pies a cabeza.
Entre
la peregrinación cotidiana, nos encontramos para decirnos todo en perpetuo
silencio, casi como ignorándonos… las fases del lenguaje que habla diversos
idiomas, que gesticula o se avergüenza cuando se trata de hablar. Yo podría
dejarme llevar por las fases y adornarte con dialectos mágicos y desenfrenadamente
enamoradizos de tus labios cuando hablan de mí o del nombre con que me
bautizaron.
Tal
vez comprendas muy tangencialmente mi amor hacia vos y hasta ni siquiera lo
adviertas, pero sí… algo está germinando dentro mío y quiere asomar cuando vos
le sonrías.
Vos
te hacés colorada con rubor natural en tus mejillas pecosas… yo me deshago
entero en un mar de anhelos que me permiten imaginarme lo inimaginable junto a
vos desnuda en un retrato que me inspira a pintar tu retrato bajo la lluvia y
el frío de este invierno insolado. Si tuviese la certeza de que mirarte a los
ojos te enamora, siento que ya deberías haberte enamorado de mí, porque no dejo
de mirarte la mirada.
Dos
mil trece y nosotros dos sin decirnos la verdad, jugando al juego de la
negación, al banquete de los sueños postergables, procastinando la concreción del
amor sincero.
Nada
es complejo si nos seguimos regalando tanto encanto repentino, si tu perfume
deja una estela de recuerdos en mi sentido nasal, si tu pelo color asombro
dibuja arabescos en el viento que lo abraza con el mismo fervor que yo te
abrazaría hasta desdoblarte, o si una palabra pronunciada por vos abre un
camino de flores hacia la humedad cautiva de tu boca decorada con cromo y
pausas inciertas.
Y
descubrí en tus manos un remanso celeste, en tu cuerpo un universo
multidimensional y en tu voz un motivo para rogarle al tiempo que no te
enmudezca jamás. Hoy estoy hecho de vos y de mí… hoy soy una mezcla de nosotros
interactuando con los días felices que una canción hace sonar en mis oídos
colmados de tu ternura oculta detrás de un velo de patriotismo y saber.
Sentir
que dos seres nacen para encontrarse es recurrir a la alegoría del andariego
que camina sin buscar y, de pronto, se encuentra sorprendido por la vida de una
vida que se detiene, rebosante de vos, frente a él.
Nosotros,
dos andariegos furtivos, dos compañeros que se encuentran entre miles de
figuras humanas, se distinguen entre enunciados, ofrendas y ensueños
diseminados por los rincones, como si un estallido fuese a desacelerarse con un
beso y todo terminase reiniciando el rumbo del amor que sobrevuela las calles y
atraviesa las latitudes, hasta encontrarnos juntos, de una vez y para siempre.
Y
adónde van a parar los hechos pretéritos cuando el amor se siente naciendo? Quizá
esa respuesta no esté en manos tuyas, ni mías… apenas si logro comprender lo
que sucede con vos, alrededor hace ya un tiempo largo que nada sucede cuando
alineo mi mundo al tuyo, fecundando galaxias para parir planetas.
Al
filo de las doce, emprendo el regreso, estuve abrigándome con frío de fin de
mes, casi en la víspera de la mitad más uno del año. Estoy echándote de menos,
cuando no se trata de un viernes más, y las operaciones matemáticas me llevan a
multiplicar ilusiones, dividiendo las agujas del reloj en millones de segmentos
de tiempo, sumando collages de reencuentros y de ese abrazo que dejé caer
muerto en tu anatomía, mientras restaba un paso menos para llegar al centro de
tu amor que me mira desconfiado a la lontananza. Una ecuación perfecta en un
laberinto imperfecto que contiene los espejos hasta que nos reflejamos y
determinamos el destino del destino que nos espera.
En
el cincuentenario de Rayuela le doy
forma a tu boca y a un capítulo más de nuestro devenir; los cuerpos,
suspendidos en camas separadas, avizoran un improvisado almanaque, se desean
con la misma naturalidad que un haz de luz penetra en un ventanal por donde el
río entra a bañar la ciudad capital del país más austral del mundo. Buenos Aires
se muestra desnuda para nosotros dos, andemos sin prisa por su contorno,
saboreemos su aroma a puerto y coronemos el paseo bailando Adiós Nonino sobre su plexo solar.
Quiero
aprender a escribir amor tomado de tu mano, quiero dibujar el tiempo que no
supe encontrarte, quiero dormirme en tu pecho con tu corazón cantándome una canción
de cuna.
Podemos
prolongar los veranos para mirar las estrellas y los inviernos para
acurrucarnos bajo el calor de una frazada que encienda nuestras ganas de armar
un rompecabezas de dos piezas mortalmente vitales y eternamente enamoradas…
amando por amor al amor, odiando por odio a los desencuentros.
Yo
encontré un motivo de urgencia en vos… me urge sentir que lo que siento es la
historia de dos personajes reales, certeros y concretos. Que las casualidades
son causas que disimulan en el azar su existencia… y que quiero llamarte,
definitivamente, amor de mis días por venir. Todo esto es consecuencia de andar
por la vida evocándote, aún sin conocerte y sin saber que llegarías…
Vos tendrás tus interrogantes también, pero yo hablo por mí… mis
afirmaciones son certidumbre
Lo
demás es la incertidumbre que voy a negar.
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