domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 68 “Los sabios”



Cómo puede ocurrírsele a uno, crear una atmosfera diferente, cuando se trata de amor?

La respuesta es simple: se evoca al amor mismo, se habla con él y se concreta, al amor le encanta concretarse, desarrollarse entre mortales, evidenciar que una mirada no es un mero hecho aislado, sino un acto devenido y determinado por el más puro amor.

El amor como una crónica de seres que se miran sin dejar de mirarse, el amor como esbozo de un sueño que no quiere dormirse, el amor como un sincericidio asesino, el amor por todo lo que sentimos amor y que nos une en un amor único e irrepetible.

Vos y yo sabemos lo que es eso, porque el presente es un presente de amor… entonces creamos mil atmósferas y dejamos que el tiempo y la naturaleza, dones cuyo don es existir, conjuguen ese encuentro continuo que nosotros no realizamos.

Hubo un momento en que nuestras vidas se enfermaron, se dejaron avasallar por el devenir de sensaciones adversas, la epidemia que se cura con una panacea que es otra epidemia… el amor nos invade y empieza a brotar de nuestras pieles delicadas, fervorosas, infinitas…

Decime si estar así no es la patología más frenéticamente hermosa que se puede vivir, o tal vez sea la mejor forma de morir, o simplemente sea un ensayo repentino de nueva vida aún no vivida.

En un mundo poblado de esquemas, normas y frecuentes censuras… nosotros podemos hablar de nosotros sin nombrarnos; nos decimos todo con ademanes y café, con musicalidad y veinte esferas que componen una galaxia de astros que bautizamos casi con diversión, con inocencia, con una obertura que presenta un desnivel anacrónico.

Y vos sos una urgencia tan singular que, por primera vez en mi vida, tengo temor de que el tiempo sea un suspiro.

Acaso alguna vez vea salir un sol gigante y resplandeciente como este que me pega en la cara ahora, que amanece con pereza y que se decide a hablarme de vos, justo ahora que empiezo a recordar que estuve todo este tiempo extrañándote.

Una ventana enorme me presenta a las estrellas. Ellas permanecen ahí, desorientadas, persiguiéndome mientras pienso en todo lo que quisiera con vos. Justo vos, que sos tan asombrosa que te busqué toda una noche entre brillantes grupos celestes, en medio de un cielo pecoso y bonito como vos cuando te dejás ser y sonreís con toda la cara.

Y entendí que esto de extrañarte es saber un poco más de tu persona, de mí mismo, que no encuentro el rumbo de la vida desde que sé que estás acá cerca y no puedo verte tanto como quisiera.

La exclamación y el silencio son elementales, vos y yo sabemos de qué hablamos cuando nos hablamos… porque comprendemos el saber al saber que sabemos lo que nadie sabe, pero que todos saben que está ahí, latente, por suceder.

La paradoja de dos sabios que no saben que se han enamorado.

Y quiero que sepas, como sabia que sos, porque comprendés lo que significa sentir y sabés que me enamorás con sólo abrir los ojos y vivir, que amarte callado es un amor que sigue amando, porque estás vos ahí, enfrente mío, dejándome contemplarte risueña, disuelta en medio de tanto júbilo fingido, deshollinando un mundo que oscurece mientras nosotros iluminamos la noche de una ciudad que se queda dormida.

Despertame en esa piedra donde, en este momento, grabo nuestro nombre.

Son muy pocos los que saben de esto; tal vez nadie vaya a enterarse, ni siquiera nosotros mismos, que somos los protagonistas de este momento, en el hemisferio del amor que hace de celestino, mientras nosotros seguimos negando el encuentro, apelando al capricho del desencuentro cobarde… y quién sabe por qué ocurre esto con tanta frecuencia, si las miradas ya hablaron?.

Te estoy esperando, te estoy diciendo que estoy con ganas de darle realismo mágico a todo lo que vayamos a vivir, mientras te beso una pestaña o una peca, y te digo que tu nombre son seis versos que se encadenan y le dan vida a la poesía que escribo ahora, mientras me alejo de la ciudad y me acerco a vos, mirando todo el plateado que reina sobre estas aguas que costean el borde de un camino que me conduce hacia una montaña inhóspita, desolada y cargada de rincones donde voy a decirle al eco que tu nombre resuena con intensidad dentro de mi voz que estalla desde mi pecho llamándote.

Y mientras la noche termina y el día asoma su piel… me encuentro aislado, durmiendo en tu vientre, oyendo latir tu humanidad y suplicándole al todo, que seamos todo lo que tengamos que ser, porque todo lo que hay por descubrir sos vos.

Anécdotas en medio de un sábado que sabe que ya sabemos lo que nunca supo nadie… el amor es sabio y nos abre su corazón.

Quiero encontrarte ahí mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario