Capítulo 68 “Los sabios”
Cómo
puede ocurrírsele a uno, crear una atmosfera diferente, cuando se trata de
amor?
La
respuesta es simple: se evoca al amor mismo, se habla con él y se concreta, al
amor le encanta concretarse, desarrollarse entre mortales, evidenciar que una
mirada no es un mero hecho aislado, sino un acto devenido y determinado por el
más puro amor.
El
amor como una crónica de seres que se miran sin dejar de mirarse, el amor como
esbozo de un sueño que no quiere dormirse, el amor como un sincericidio
asesino, el amor por todo lo que sentimos amor y que nos une en un amor único e
irrepetible.
Vos
y yo sabemos lo que es eso, porque el presente es un presente de amor… entonces
creamos mil atmósferas y dejamos que el tiempo y la naturaleza, dones cuyo don
es existir, conjuguen ese encuentro continuo que nosotros no realizamos.
Hubo
un momento en que nuestras vidas se enfermaron, se dejaron avasallar por el
devenir de sensaciones adversas, la epidemia que se cura con una panacea que es
otra epidemia… el amor nos invade y empieza a brotar de nuestras pieles
delicadas, fervorosas, infinitas…
Decime
si estar así no es la patología más frenéticamente hermosa que se puede vivir,
o tal vez sea la mejor forma de morir, o simplemente sea un ensayo repentino de
nueva vida aún no vivida.
En
un mundo poblado de esquemas, normas y frecuentes censuras… nosotros podemos
hablar de nosotros sin nombrarnos; nos decimos todo con ademanes y café, con
musicalidad y veinte esferas que componen una galaxia de astros que bautizamos
casi con diversión, con inocencia, con una obertura que presenta un desnivel anacrónico.
Y
vos sos una urgencia tan singular que, por primera vez en mi vida, tengo temor
de que el tiempo sea un suspiro.
Acaso
alguna vez vea salir un sol gigante y resplandeciente como este que me pega en
la cara ahora, que amanece con pereza y que se decide a hablarme de vos, justo
ahora que empiezo a recordar que estuve todo este tiempo extrañándote.
Una
ventana enorme me presenta a las estrellas. Ellas permanecen ahí,
desorientadas, persiguiéndome mientras pienso en todo lo que quisiera con vos. Justo
vos, que sos tan asombrosa que te busqué toda una noche entre brillantes grupos
celestes, en medio de un cielo pecoso y bonito como vos cuando te dejás ser y
sonreís con toda la cara.
Y
entendí que esto de extrañarte es saber un poco más de tu persona, de mí mismo,
que no encuentro el rumbo de la vida desde que sé que estás acá cerca y no
puedo verte tanto como quisiera.
La
exclamación y el silencio son elementales, vos y yo sabemos de qué hablamos
cuando nos hablamos… porque comprendemos el saber al saber que sabemos lo que nadie
sabe, pero que todos saben que está ahí, latente, por suceder.
La
paradoja de dos sabios que no saben que se han enamorado.
Y
quiero que sepas, como sabia que sos, porque comprendés lo que significa sentir
y sabés que me enamorás con sólo abrir los ojos y vivir, que amarte callado es
un amor que sigue amando, porque estás vos ahí, enfrente mío, dejándome contemplarte
risueña, disuelta en medio de tanto júbilo fingido, deshollinando un mundo que
oscurece mientras nosotros iluminamos la noche de una ciudad que se queda
dormida.
Despertame
en esa piedra donde, en este momento, grabo nuestro nombre.
Son
muy pocos los que saben de esto; tal vez nadie vaya a enterarse, ni siquiera
nosotros mismos, que somos los protagonistas de este momento, en el hemisferio
del amor que hace de celestino, mientras nosotros seguimos negando el
encuentro, apelando al capricho del desencuentro cobarde… y quién sabe por qué
ocurre esto con tanta frecuencia, si las miradas ya hablaron?.
Te
estoy esperando, te estoy diciendo que estoy con ganas de darle realismo mágico
a todo lo que vayamos a vivir, mientras te beso una pestaña o una peca, y te
digo que tu nombre son seis versos que se encadenan y le dan vida a la poesía
que escribo ahora, mientras me alejo de la ciudad y me acerco a vos, mirando
todo el plateado que reina sobre estas aguas que costean el borde de un camino
que me conduce hacia una montaña inhóspita, desolada y cargada de rincones
donde voy a decirle al eco que tu nombre resuena con intensidad dentro de mi
voz que estalla desde mi pecho llamándote.
Y
mientras la noche termina y el día asoma su piel… me encuentro aislado,
durmiendo en tu vientre, oyendo latir tu humanidad y suplicándole al todo, que
seamos todo lo que tengamos que ser, porque todo lo que hay por descubrir sos
vos.
Anécdotas
en medio de un sábado que sabe que ya sabemos lo que nunca supo nadie… el amor
es sabio y nos abre su corazón.
Quiero
encontrarte ahí mañana.
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