lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 56 “La vocal”


El inicio del alfabeto es una letra universal, de donde surgen las miles de vivencias que pueden enumerarse.

No es común que empiecen con A, palabras como: amor, aire, agua, acto, alma.

Y todas estas se enamoran de equivalentes, de semejantes que le dan el sentido vital, la estructura y el axioma a esta desventurada existencia de los que sufrimos los embates del mundo.

Y así, las coincidencias hacen que el encuentro sea posible y los avatares fructíferos, donde la maravilla es un nacimiento y la muerte un fabuloso descanso. Que en mi cuerpo viva un niño, no implica que ese niño no muera cada tanto… y el deber de morir, es la resurrección posterior.

Y morí cuando te encontré, porque resucité cuando te volví a ver y las conexiones surgieron como surge la inundación, cuando el diluvio deja de ser llovizna.

Y las palabras paridas con A emergieron por doquier, y el amor se enamoró de amar, se fundió con las alas en un ritual danzante, en una ciénaga colmada de color, donde el alma se enamora del azul y continúa el romance de la vocal que encabeza cada palabra que surge del inicio alfabético, todo un corolario de innatas relaciones invariables, de derivaciones integrales, de escalas numéricas indefinidas.

Y el aire es discontinuo cuando pienso en vos y en las alas que me brotan, mientras pienso en el amor, en el amar, en el azul y el alma al aire mismo que respiro cuando me besás y colmás de luz mi gris existencia.

Y el acto de amor es amar, es un alma azul, un aire alado que conduce a un ámbar de colores claros, es el tiempo recíproco, es un nudo de agua que anda y no deja de sonreír ante las andanzas.

El arcoíris, el ascenso, el año, la acción, los anillos, los anhelos, el aura, el antes, el ahora y un futuro porvenir que deriva de una letra que da origen a todos los lazos del amor como palabra que define al mundo.

No hay orden para el universo, pero el amor empieza con A y encabeza cada momento y cada día que sigo pensando que estás viva acá… donde espero con ansias un milímetro de tu humanidad para sembrar mi alma.

Y yo quiero aire, amor, alma… una combinatoria de los tres en arte, que vengan los días felices y los que sonreirán, los lluviosos y los azules.

Quiero que seas mis colores primarios y la salvedad, el silencio y la oscuridad, la fiesta y el ritmo, el invierno y la esfera brillante, toda una unidad de millones de ratos en que me permito pensar en vos, en tu cuerpo y en tu esencia.

Porque sos un mundo estrictamente querible, una suave brisa interrumpiendo mi sueño, una delgada línea metálica que me sonríe plena, un augurio colmado de musarañas y sortilegios.

Prolongar el amor… que nos asombre saber que podemos darle, como a la letra A en el alfabeto, el primer lugar en el mundo del lenguaje que nos permite decirnos, sin precisión pero quirúrgicamente enamorados… que amar es un sueño visible cuando entran en trance nuestras pieles.

La hermosa sensación de estar colgando de una cuerda de aire, de un cielo hilvanado por un rejunte de ratos que nos condenaron a perdernos el encuentro, la libertad y el ansia desmedida de una constelación lluviosa y ascendente, que desciende hasta nuestra cama y adorna el instante en que somos un fervoroso y almidonado beso.

Y si olvidamos que vivimos en un lugar donde el orden es alfabético, y nos dedicamos a ordenarnos donde el amor sea el comienzo de un proceso y nosotros seamos el amor mismo, en una mañana que nos despierte, frente a frente, regalándonos la mirada?

Todo lo demás es complemento de este lienzo, donde nuestras vidas son el trazo que representa a esta historia.

 

 

 

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