Capítulo 56 “La vocal”
El
inicio del alfabeto es una letra universal, de donde surgen las miles de
vivencias que pueden enumerarse.
No
es común que empiecen con A, palabras como: amor, aire, agua, acto, alma.
Y
todas estas se enamoran de equivalentes, de semejantes que le dan el sentido
vital, la estructura y el axioma a esta desventurada existencia de los que
sufrimos los embates del mundo.
Y
así, las coincidencias hacen que el encuentro sea posible y los avatares
fructíferos, donde la maravilla es un nacimiento y la muerte un fabuloso
descanso. Que en mi cuerpo viva un niño, no implica que ese niño no muera cada
tanto… y el deber de morir, es la resurrección posterior.
Y
morí cuando te encontré, porque resucité cuando te volví a ver y las conexiones
surgieron como surge la inundación, cuando el diluvio deja de ser llovizna.
Y
las palabras paridas con A emergieron por doquier, y el amor se enamoró de
amar, se fundió con las alas en un ritual danzante, en una ciénaga colmada de color,
donde el alma se enamora del azul y continúa el romance de la vocal que
encabeza cada palabra que surge del inicio alfabético, todo un corolario de
innatas relaciones invariables, de derivaciones integrales, de escalas
numéricas indefinidas.
Y
el aire es discontinuo cuando pienso en vos y en las alas que me brotan, mientras
pienso en el amor, en el amar, en el azul y el alma al aire mismo que respiro
cuando me besás y colmás de luz mi gris existencia.
Y
el acto de amor es amar, es un alma azul, un aire alado que conduce a un ámbar
de colores claros, es el tiempo recíproco, es un nudo de agua que anda y no
deja de sonreír ante las andanzas.
El
arcoíris, el ascenso, el año, la acción, los anillos, los anhelos, el aura, el
antes, el ahora y un futuro porvenir que deriva de una letra que da origen a
todos los lazos del amor como palabra que define al mundo.
No
hay orden para el universo, pero el amor empieza con A y encabeza cada momento
y cada día que sigo pensando que estás viva acá… donde espero con ansias un milímetro
de tu humanidad para sembrar mi alma.
Y
yo quiero aire, amor, alma… una combinatoria de los tres en arte, que vengan
los días felices y los que sonreirán, los lluviosos y los azules.
Quiero
que seas mis colores primarios y la salvedad, el silencio y la oscuridad, la fiesta
y el ritmo, el invierno y la esfera brillante, toda una unidad de millones de
ratos en que me permito pensar en vos, en tu cuerpo y en tu esencia.
Porque
sos un mundo estrictamente querible, una suave brisa interrumpiendo mi sueño,
una delgada línea metálica que me sonríe plena, un augurio colmado de musarañas
y sortilegios.
Prolongar
el amor… que nos asombre saber que podemos darle, como a la letra A en el alfabeto,
el primer lugar en el mundo del lenguaje que nos permite decirnos, sin precisión
pero quirúrgicamente enamorados… que amar es un sueño visible cuando entran en
trance nuestras pieles.
La
hermosa sensación de estar colgando de una cuerda de aire, de un cielo
hilvanado por un rejunte de ratos que nos condenaron a perdernos el encuentro,
la libertad y el ansia desmedida de una constelación lluviosa y ascendente, que
desciende hasta nuestra cama y adorna el instante en que somos un fervoroso y
almidonado beso.
Y
si olvidamos que vivimos en un lugar donde el orden es alfabético, y nos
dedicamos a ordenarnos donde el amor sea el comienzo de un proceso y nosotros
seamos el amor mismo, en una mañana que nos despierte, frente a frente, regalándonos
la mirada?
Todo
lo demás es complemento de este lienzo, donde nuestras vidas son el trazo que
representa a esta historia.
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