jueves, 11 de abril de 2013

Capítulo 52 “El desencuentro”


Añares y secuencias innumerables… fue todo este tiempo, fue todo el tiempo, fue tiempo en medio de la atemporalidad y, sin embargo, nos encontramos.

Nos encontramos porque coincidimos, porque era inexorable el momento, el rapto, el punto donde acontecería. Hablar de vos y de mí es hablar de campos, estrellas y mares… de cielos, de centellas y expectativas… de colores, de montañas y agua.

Encontrarnos era la misión encomendada por el amor, siempre expectante, siempre previsto y proclive a surgir entre lugares que se complementan como tierra y árbol, como aire y vuelo, como silencio y noche.

Yo te vi flor de asombroso color, de ojos etéreos que desfilaban con ternura frente a mí, de pan y miel, de estelares vientos otoñales… una estación hecha puramente de vos. Y yo perdido y vagando por vos, una hoja amarilla en medio de los colores de tu piel, del zumbido de tu voz hermosa, un coloquio de sensaciones que me llenan de amor.

Será que la vida es un espacio de amplias posibilidades de entender las cosas como se nos presentan? Será que no hay lenguaje cuando surge la posibilidad de mirarse a los ojos con frenesí? Será que somos uno y no lo entendemos?.

Los interrogantes no conducen a nada… hoy estoy acá, buscando un lugar en vos, un pequeño lugar que me permita no quedar desprotegido ante el mundo que me mira sin mirarme.

Nunca son casuales las bifurcaciones, siempre conducen hacia un nuevo laberinto, hacia una aventura inesperada, dejando a pie a quienes no viven e impulsando a los que caminan sus senderos.

El accidente lingüístico del amor es el verbo que lo conjuga, el amar es amor con corazón y latidos, es un dibujo rupestre en una oscura grieta en medio del ostracismo y nosotros somos los artistas que le damos forma de arte… es el arte de sentir al ritmo de una caminata singular, es el enigma de los alquimistas que no pueden explicar lo que moviliza al mundo.

Y vos sos un amor que quisiera amar, un suspiro en medio de tanto silencio omnipresente, un resabio que equivale a mil vidas juntos… y no lo notás, y tal vez no vayas a notarlo, porque no se advierte ni se racionaliza… se vive como si de un segundo en la inmensidad se tratase.

Y yo te confundiría toda mi vida, te sembraría la duda, no te permitiría ser feliz, porque el amor determina la felicidad y no ha nacido quien vaya a amarte más que yo. Un escenario inverosímil, un tentempié que hace la salvedad con nuestros cuerpos hambrientos de destino y colores.

Triste es la soledad que se despliega, sin dudarlo, por la faz de la tierra de los mortales… nosotros somos inmortales porque estamos en condiciones de amar, porque no nos avergüenza contarle al tiempo que no alcanzará su vida para delimitar los puntos cardinales de un amor que construimos para que trascienda cualquier frontera que exista.

Y la noche, y el día y todo un corolario de imágenes, un diluvio de cosas que no vamos a decirnos, aunque vayamos a prometernos la verdad y a mentirnos las mentiras…

Yo te miento cuando te digo que te amo, porque no alcanza una palabra como unidad para expresar tanto universo, tanta poesía y tanto palabrerío que emerge de mí, cuando la presencia de tus ojos en mis sueños, de tu voz en mis oídos y tu boca en mi piel, deshacen la totalidad de mi humanidad, hasta convertirla en un rompecabezas de corazones que junté toda una vida para regalarte.

Yo te digo la verdad cuando mido las distancias y las comparo con el sentimiento, y deposito besos por todas las ciudades del mundo, para que te reciban cuando vayas… una sombra, un nombre y una postal siempre aguardando por tu llegada… un verso, un hombre que se desprende de mí y un sueño en cada rincón de tu vida.

No hay más desencuentro porque ya vivo en el centro de tu inmensidad vestida de mirada, es encontrarnos de ahora en más y extender mis brazos alrededor de tu cintura y mirarte, y besarte y volverte a mirar… mirarte, besarte y volverte a besar, casi con cronometrada precisión.

Desencontrarnos fue una foto en un cajón… encontrarnos es el devenir de nuestro reencuentro… reencontrarnos será un nuevo tiempo verbal de un amor que no yace.

                

 

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