lunes, 22 de abril de 2013

Capítulo 55 “Los momentos”


Un ramillete de historias que nos hacen un amor diferente, quizá no el único entre todos los que habitan este mundo, pero sí un amor resumido a cuatro letras que pueden contar mil historias. Acá van algunas de ellas, para sintetizar lo que me generás.

Haberte conocido fue un suceso tan significante como atractivo, fue enceguecerme y sentirme ciego por primera vez, fue entender que no es cuestión biológica ni azarosa, sino, más bien, un propósito de aquellos que queremos mirar sin ver, sentir con el agudo tacto desarrollándose a medida que la superficie de tu piel empieza a desnudarse.

Mirarnos, hablarnos en diversos idiomas, escucharnos con atención, con curiosidad, enfocar más allá de los lugares, dibujar en el aire las virtudes del silencio, canalizar el ritmo de los cuerpos, dejando caer el peso del alma y coronando cuarenta y dos gramos de amor en un rincón del tiempo que nos eleva a situaciones de eternidad.

Y no hay secretos en este hermoso segundo que se hizo amor, solo surge el devenir y las secuencias derivadas de él… nosotros y un paisaje.

Haberte mirado a los ojos se condice con el deseo de quien siente que puede, en un santiamén, amar la profundidad azul de lo que no se ve en todos los ojos… el color de la mirada trasciende al color de los ojos, independientemente de la búsqueda, lo asombroso radica en el momento, el espacio y la dimensión donde acontece el hecho.

Y vos me regalaste un par de destellos, y yo me regalé la totalidad del punto cardinal que me señalaba el norte como dirección y tu mirada como posada donde descansar mi cansado cuerpo. No queda mucho por decir… la vida ha hablado de esto todo el tiempo.

Haberte besado fue cincelar un reloj de arena imaginario, que desplegó todo su tiempo, rociando de flores y noches nuestra luna adormecida. El efecto surgido de causas increíbles, de fuegos infernales coloreando nuestros labios sedientos de historicidad, de agua endulzada, de mares y mareas, un diluvio, una esquina que nos besó al compás de ese beso que empezaba a inmortalizarnos.

Y quise que dejaras la luna sellada en mi aliento, que le dieras respiración excedente a la humedad de mi boca, que no dejaras partir todo ese vergel de amor que florecía paulatino, mientras las horas morían al son de la resurrección de nuestra vida pronominal.

Es un beso descripto en canciones de Devendra Banhart, una fidelidad que se expresa en la fundición etérea de dos pieles que se encuentran por ósmosis, simbiosis u otro efecto que el universo que habitamos no conoce.

El resto de las cosas, solo el viento las conoce, pues las lleva consigo.

Haberte contado historias y relatos fue, al menos por un tiempo, un lugar de recreación, un protocolo sumido en la dinámica del lenguaje, en los pasos que el corazón da antes de morir dentro de otro corazón que lo contiene, que lo mima, que lo revitaliza.

Pensar y volver a pensar, imaginarme imaginándonos, quintuplicar la fecha de encuentro y desear que todos los días sean un domingo soleado juntos… la esencia de nuestro mundo es la reproducción de millones de mundos que, suspendidos en nuestro cuarto, constelan, estrellan y decoran sin detenerse.

Quiero contarte muchas cosas en esta vida que nos resta vivir, quiero vivir con vos abrazando tu cuerpo en la cama y contemplando una ventana en la noche, que nos permita abrigarnos con nuestras pieles, mientras te amo en cuanto dialecto surja de mi inconsciente.

Decirte esto es contarte todo y decirte nada en simultaneo… te estoy invitando a soñar.

Haber podido encontrar un lugar en vos es sentir que vivir es vacío, hasta que encontramos un sitio donde sembrar lo que vamos perdiendo de vida… yo te adoré, te desnudé, probé el néctar de tu cuerpo meciéndose en la longeva existencia del amor, lo bauticé en nombre tuyo, cumpliendo lo que estaba escrito, escribiendo lo que cumplimos mientras las gentes mueren de tristeza citadina. Los bonis, los nenes, los novios, y una totalidad de sobrenombres en nombre del amor.

Quiero caminar de tu mano mientras lo que acontece poco importa, porque ser amor es definir lo indefinido, es titular cada vivencia como un cuento y compilar el segundo a segundo, las meriendas, las noches, las palabras, los conectores, los verbos, los adjetivos, los sustantivos, y concluir en que el amor es un enunciado que nos llena del otro y se parece mucho a nosotros dos.

Lo que resta estará por venir o no vendrá… tal vez ancle en algún archipiélago paradisiaco y se pierda el sentido de escribirte todo esto.

No tengo tinta en la pluma y sigo escribiendo… narrando una felicidad que no es descriptible y, sin embargo, puedo describir desde el archivo de mi ensoñado corazón flechado por tu sangre.

Acabo de despertar y tu recuerdo duerme junto a mí… acabo de dormirme para seguir soñando.

               

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