Capítulo 50 “El álbum de fotos”
Hay
miles de momentos, de detalles, de sensaciones… el esbozo de un cuadro, la
definición precisa, el segmento sin fin, los estertores sin destino, el color
sin fondo, la desventura de un lugar que no existe, la casualidad de un
encuentro…
Nosotros
somos un producto, el mero de producto de la negación, del dolor que se traduce
en dulzura.
No
es el amor un cuento, aunque nosotros seamos un hermoso cuento de amor… el amor
es silbar canciones que me recuerden a vos, es enloquecer si tu voz se ausenta,
es dibujarnos suspendidos en lugares, que sólo nosotros entendemos que son, es
invocarte por las noches para que me arropes, mientras te miro y reduzco el
cielo a tu mirada, es una merienda, un llamado, una esquina, una reminiscencia,
un credo posmoderno, un cliché, un bagaje de ternuras, una guerra de cosquillas
y risas, somos nosotros que, imprecisos, escribimos el amor en un libro sin
hojas.
Y
vos desconfiás de mí, porque desconfiás de todo este amor que te confieso…
confesar es casi confiar, amar es casi entregarme a vos por completo, y digo
casi porque siempre quedará un soplo de tiempo para seguir amándote.
Quizá
no vayas a comprender que cuando digo para siempre, digo junto a vos… junto a
vos que sufrís por la inverosimilitud de mis historias del pasado. Y no dejo de
entenderte, porque es parte de esto, de este relato que no me duele, porque sé
que se llama para siempre, y convive junto a mí… en un mundo de fábulas y
tesoros, en una esquina donde comenzamos a escribirlo, en una montaña que le
habla a todo el viento de vos, en una carta que duerme donde menos lo imaginás.
Es
extraña la diversión, el lugar donde nos encontramos casi coincidiendo por
casualidad, como sucede en guiones de manual o en telenovelas inolvidables.
Y
yo confío en vos, porque te confié mi más sagrado corazón, uno de los miles de
corazones que viven en mi interior, donde el rey de corazones los reparte, los
pinta y les graba tu nombre…
No
siempre fuimos identidades, coincidencias o encuentros… a veces navegamos por
el interior de términos, sinónimos y adjetivos que vagaban sin rumbo por el
mundo gramatical del amor que muere en palabreríos, nosotros construimos nuevos
modos, nuevos significados, supimos enunciar el amor en acciones directas, en
callejeros paseos noctámbulos, en lluviosas ventanas de alcoba.
Nosotros
y un mundo distinto, un aroma a dulces primaveras en otoños asesinos, en
quiméricos inviernos sin frío, en tormentosos veranos de encierro y oscuridad…
los escenarios del amor que nos conoce y siente que sentimos más allá del amor
mundano. Un puñado de canciones de Bochatón, una pizca de Juan Ravioli,
agregamos Flopa, Rosario Bléfari, Gabo Ferro, Pedro Guerra y tenemos un menú de
amor casi inigualable… y bailamos, bailamos con fervor a la luz de la claridad
que asomaba por las ventanas tímidamente abiertas, y sentimos que sentir es el
sentimiento que no debemos negar porque sentimos con la misma vitalidad que ese
sentimiento endulza nuestra vida en amor.
Y
quién pude negarnos tanto latido, tanto pulso divino, tanto camino y tantas
palabras que nos dijimos mientras un beso unificaba cada segundo que
respirábamos?
No
somos mínimo, no somos máximo… somos el amor que se desprende de todo este amor
que el mundo no comprende. Porque el amor tiene un sentido si se siente, y
nosotros, aunque tu obstinación lo niegue… sentimos el efecto de un contagio
sublime, de un santiamén, fundidos en cuerpo y alma.
Y
amor es una ofrenda, un discurso empapado de porvenir, una zona de promesas
vulnerables, un temerario domingo que nos encuentra despertando, despilfarrando
besos entre las sábanas desnudas, entre los millones de momentos que surgen
cuando nos miramos… momentos que pasaron, que vivimos hoy y que llegarán a
nuestras vidas, deseosos de vitalidad.
Tenemos
un anticuario de besos, una botica de caminatas por las calles que sintieron
nuestra presencia… un libro de anotaciones que enumeran versos inconexos,
desmesura temporal, sufrimiento adolescente.
Subir
las escalinatas imaginarias que nos permiten recoger estrellas de un árbol que
es encuentra fuera de estación, reverdeciendo, inmaculado, en este lugar que
habitamos, que nos esconde sus rincones, que deshoja con ternura nuestros
cuerpos meciéndose en él.
No
habrá amor si los sueños se sueñan separados…
Y
te invito a amarnos, a bailar en círculos, mientras soñamos días de besos que
se derraman sobre la luz que nos abre la ventana.
Una
constelación de fotografías nuestras que se amontonan, que llenan de recuerdos
un cajón de anhelos que empiezan a ponerse amarillos como el otoño al
atardecer. Ser el amor es acobijarte cuando tenés una pesadilla, es completar
el trazo de una sonrisa inconclusa, es hacer que brillen tus cabellos cuando la
noche empieza a caer sobre nosotros.
Hay
espejos y sinuosidades, hay fe y un norte como punto cardinal… no hay terror,
no hay tragedia, no hay tiempo para respirar. Es el deseo de que un beso, no se
vuelva un beso menos.
Es
dejar semillas con cada paso que damos, sembrando el camino de genealogías
amorosas… un jardín a cada paso y una canción a cada palabra.
Lluvia
copiosa que baña de tinta nuestro diario… amor puro que llueve sin envoltorios,
sin vestiduras y sin rótulos.
Amor
de flores de mayo… mayo en nuestra sangre… la sangre del romance… el gen del
amor.
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