miércoles, 27 de marzo de 2013

Capítulo 49 “El eclipse”


Jazz, comida deliciosa, una mesa, dos sillas, un mundo compuesto por dos astros que se sientan a contemplarse… ya nada es interrupción, ya todo es un silencio charlatán que habla de nosotros dos y de esa pintura ambientada en un espacio que desconocemos porque es único y nuestro.

Una tenue atemporalidad extendida, un cancionero de poesías musicalizadas, un desfile de imágenes que se despedían, asombrosas, del naciente…

Mis pies me sirven para llegar hasta el destino que mi cuerpo quiera conocer… mi corazón late y me deposita en el árbol que llena de sombra tu ventana cuando el sol decide marcharse. Un dulzor encendido, un momento colmado de adjetivos y sinónimos que definen el instante en que surgen las cosas.

El destino y las consecuencias son otros escenarios, otras esferas celestes que giran como nosotros, alguna viajan solitarias, otras andamos acompañadas, el desencuentro de puede ver con absoluta tranquilidad en el cielo. Y culmina todo en un gran diluvio, en una guerra de colores donde el celeste y el amarillo combaten al rojo y al azul, el naranja versus el violeta y así una sucesión de tonos que, sin comprenderlo, terminan unidos y enamorados.

Yo sonrío, emulándote… sintiendo la vitalidad y la energía de tus dientes vestidos de plateado, exorbitando el triste lamento de una noche menos que se vuelve una más, pero con otro grado de especialidad. Las noches son especiales cuando nos interponemos entre estrellas, planetas y galaxias enteras.

No somos consecuencia del azar, no somos producto de la ciencia, no somos una gota en medio del rocío…

La entelequia fisonómica que el tiempo pretende hacernos creer, la mágica rueda que gira descontrolada, el inquieto segundo en que la quietud se pone en movimiento… tomarnos de la mano para atravesarnos la humanidad, para comprender que la inmortalidad es lo que no viviremos, porque somos cuerpos finitos y nuestro amor es inmensidad escrita en rincones murientes de un lugar que se volverá aire y polvo.

Enfermarnos no es sano en esta vida, enfermarnos de nosotros es la cura a tanta tristeza que cambió las horas de nuestro reloj; noche de quimeras y secuencias de almizcle y cerrazón.

El amor unilateral que desnuda al amor perceptible…

Interponernos entre los reyes celestiales, provocando un eclipse indescriptible, evocando historias de amor irrepetibles, sepultando la banalidad superficial de un cosmos que se empieza a agotar.

Somos vos y yo besándonos entre una luna radiante y un sol pálido, que nos decoran el escondrijo donde derramamos nuestro amor.

Nos llueven estrellas en la boca, somos una sola boca con dos labios que determinan el origen del beso, del beso nuestro que es un mundo con forma de beso, que besa a todos los besos del mundo.

Nos baña un cielo indefinido, un manto oscuro que brilla para nosotros, porque se refleja en la luz de colores primarios que surge de nuestro encuentro.

Y fuimos Madrid, Londres, París… Buenos Aires vestida de gala, un jardín de calles azules donde las palabras florecieron por millones, el encanto de una milonga y la sencillez de un verso que no fue recitado, el aforismo de un abrir y cerrar de ojos, mientras en el color de los ojos morían los amargos recuerdos de no haber amado, con intensidad, la vida que nos regalamos.

Escondidos bajo un puente, multiplicados en caricias que se reprodujeron tímidamente, colorados de inocencia crepuscular, inmortalizados en un momento en que muchos mueren…

La astronomía del romance que elucubra grafemas, sintagmas y ruiseñores cantando el canto del amor.

Una hermosa casualidad provocada por la curiosidad, por el riesgo, por el encantamiento que una mirada puede parir en un santiamén.

Un picnic, un collage de nosotros entre un ciclo lunar y un soleado devenir.

Le dimos voz y presencia a todo lo que no existe ni habla… inventamos nuevas formas de sentir la vida, de escribir poesía sin pluma, de trascender el arte de sentir que se puede sentir sin culpas ni límites.

Una brújula que nos encontró desorientando al espacio que no nos encontró habitándolo.

Todo inolvidable como para despertarnos…

Cierro los ojos, te abrigo con el lienzo de mis párpados dormidos, te acaricio las pestañas con el grosor de mis labios que ríen mientras tus ojos les piden un beso más.

En el abrazo todo se conjuga, en las manos todo se escribe, en nosotros todo se inmortaliza, aunque de mortalidad estemos hablando.

Cae el amanecer y el alba nos dice que es hora de soñar… abro los ojos y te veo acá, toda desnuda, toda mujer, toda amor.

Apago la luz y te cuento una historia… sigo soñando.

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