Capítulo 49 “El eclipse”
Jazz,
comida deliciosa, una mesa, dos sillas, un mundo compuesto por dos astros que
se sientan a contemplarse… ya nada es interrupción, ya todo es un silencio
charlatán que habla de nosotros dos y de esa pintura ambientada en un espacio
que desconocemos porque es único y nuestro.
Una
tenue atemporalidad extendida, un cancionero de poesías musicalizadas, un
desfile de imágenes que se despedían, asombrosas, del naciente…
Mis
pies me sirven para llegar hasta el destino que mi cuerpo quiera conocer… mi corazón
late y me deposita en el árbol que llena de sombra tu ventana cuando el sol
decide marcharse. Un dulzor encendido, un momento colmado de adjetivos y
sinónimos que definen el instante en que surgen las cosas.
El
destino y las consecuencias son otros escenarios, otras esferas celestes que
giran como nosotros, alguna viajan solitarias, otras andamos acompañadas, el
desencuentro de puede ver con absoluta tranquilidad en el cielo. Y culmina todo
en un gran diluvio, en una guerra de colores donde el celeste y el amarillo
combaten al rojo y al azul, el naranja versus el violeta y así una sucesión de
tonos que, sin comprenderlo, terminan unidos y enamorados.
Yo
sonrío, emulándote… sintiendo la vitalidad y la energía de tus dientes vestidos
de plateado, exorbitando el triste lamento de una noche menos que se vuelve una
más, pero con otro grado de especialidad. Las noches son especiales cuando nos
interponemos entre estrellas, planetas y galaxias enteras.
No
somos consecuencia del azar, no somos producto de la ciencia, no somos una gota
en medio del rocío…
La
entelequia fisonómica que el tiempo pretende hacernos creer, la mágica rueda
que gira descontrolada, el inquieto segundo en que la quietud se pone en
movimiento… tomarnos de la mano para atravesarnos la humanidad, para comprender
que la inmortalidad es lo que no viviremos, porque somos cuerpos finitos y
nuestro amor es inmensidad escrita en rincones murientes de un lugar que se
volverá aire y polvo.
Enfermarnos
no es sano en esta vida, enfermarnos de nosotros es la cura a tanta tristeza
que cambió las horas de nuestro reloj; noche de quimeras y secuencias de
almizcle y cerrazón.
El
amor unilateral que desnuda al amor perceptible…
Interponernos
entre los reyes celestiales, provocando un eclipse indescriptible, evocando
historias de amor irrepetibles, sepultando la banalidad superficial de un
cosmos que se empieza a agotar.
Somos
vos y yo besándonos entre una luna radiante y un sol pálido, que nos decoran el
escondrijo donde derramamos nuestro amor.
Nos
llueven estrellas en la boca, somos una sola boca con dos labios que determinan
el origen del beso, del beso nuestro que es un mundo con forma de beso, que
besa a todos los besos del mundo.
Nos
baña un cielo indefinido, un manto oscuro que brilla para nosotros, porque se
refleja en la luz de colores primarios que surge de nuestro encuentro.
Y
fuimos Madrid, Londres, París… Buenos Aires vestida de gala, un jardín de
calles azules donde las palabras florecieron por millones, el encanto de una
milonga y la sencillez de un verso que no fue recitado, el aforismo de un abrir
y cerrar de ojos, mientras en el color de los ojos morían los amargos recuerdos
de no haber amado, con intensidad, la vida que nos regalamos.
Escondidos
bajo un puente, multiplicados en caricias que se reprodujeron tímidamente,
colorados de inocencia crepuscular, inmortalizados en un momento en que muchos
mueren…
La
astronomía del romance que elucubra grafemas, sintagmas y ruiseñores cantando
el canto del amor.
Una
hermosa casualidad provocada por la curiosidad, por el riesgo, por el
encantamiento que una mirada puede parir en un santiamén.
Un
picnic, un collage de nosotros entre un ciclo lunar y un soleado devenir.
Le
dimos voz y presencia a todo lo que no existe ni habla… inventamos nuevas
formas de sentir la vida, de escribir poesía sin pluma, de trascender el arte
de sentir que se puede sentir sin culpas ni límites.
Una
brújula que nos encontró desorientando al espacio que no nos encontró habitándolo.
Todo
inolvidable como para despertarnos…
Cierro
los ojos, te abrigo con el lienzo de mis párpados dormidos, te acaricio las
pestañas con el grosor de mis labios que ríen mientras tus ojos les piden un
beso más.
En
el abrazo todo se conjuga, en las manos todo se escribe, en nosotros todo se
inmortaliza, aunque de mortalidad estemos hablando.
Cae
el amanecer y el alba nos dice que es hora de soñar… abro los ojos y te veo
acá, toda desnuda, toda mujer, toda amor.
Apago
la luz y te cuento una historia… sigo soñando.
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