jueves, 4 de julio de 2013

Capítulo 70 “La plaza”

Tarde o noche… generalmente tiende a ser de noche cuando todo acontece. Es el maldito temor de dar un paso, o la cruda simpleza que no me deja ver más allá y abrazar tu existencia con fuerza. 
Tu cuerpo es una oveja cuyo rebaño abandonó. Yo quiero cuidarte, verte crecer, riendo mientras te hago cosquillas y te converso con la ternura con que te demuestro que puedo morirme de amor en un abrir y cerrar de ojos. 
A veces, un ramillete de líneas pueden construir un verso inquietante, un sopor disimulado en colores; extraña sensación la de recordar y combinarte con cuanto arte esté a mi alcance… un cuchillo me atraviesa la garganta y me impide confesarte lo que viene aconteciendo desde que te regalé la vista. 
Y con toda la libertad del mundo, me resigno para resignificarte. 
La página estaba en blanco mientras te veía llegar, reclamando vaya uno a saber que cosa, sin embargo la distorsión y el enjambre de palabras, osaban dirimir el conflicto entre copas y verborragias absurdas. 
En la plaza todo puede transcurrir sin culpas… podemos evaluarnos como centros de dos universos que pululan por este universo, disociando amores de amares y verificando la numerosa porción de la sociedad que no encuentra el rumbo que el amor origina cuando llega y, sin tocar la puerta, invade con la misma precisión que un reloj indica que el día ha terminado. 
Y quererte es insuficiente, pues la categorización del verbo querer no cuadra con lo que realmente significás dentro de mi mente. Podemos generar el espacio y todo tipo de nomenclatura para definir el querer, pero tanta aventura científica puede poner en peligro un sentimiento real y concreto, que carece de nombre de pila, pero se acerca mucho al amor que siento por vos. 
Los interrogantes son escenas de amor, donde jugamos a conocernos, haciendo preguntas retóricas e infiriendo estados situacionales. 
Soy una víctima más entre tus crímenes amorosos… un juguete obediente que siente cuando le das vida, una elevada sensación de querer testimoniar una historia que no tiene objeto ni método de aplicación para ser llamada ciencia. 
Y tocar las puertas de tu corazón se ha vuelto una aventura deliciosa, un torrente de nuevos bríos, enfocados en querer adentrarse en tu voz que canta prosas jamás versadas. 
Un esquema de pequeños momentos que erigen un álbum de recuerdos, nuevos enamoramientos surgen en el horizonte y sé que voy a dejar que te vayas. 
Que vuelva el verano y podamos cumplir todo lo que deseamos… 
Es repentino que esto ocurra, pero el amor empieza a ocurrir y se fagocita todo lo que tiene alrededor. Yo no deseé que ocurriera y, de pronto, vino sin avisarme, un enamoramiento colosal, unas ganas de ser un paso de tango asombrosas, y que los besos bailen al compás de nuestros latidos… latidos intensos, extemporáneos, simplemente nuestros, unificándose en un ritmo sideral que erosiona todo lo que a su paso encuentra. 
No hay definición precisa para comprenderlo, solo se siente y late con fuerza… se deja disciplinar por el sentido que nosotros le damos al tiempo, es simplemente un suceso que acontece mientras no lo percibimos. 
Hay montones de todo, montones de vos, de mí, de lo que quieras imaginar. Sensorialmente ensoñados, como ajenos a una realidad latente, visceral, indefinida. Todo podría quedar en manos de algún posible quiebre que irrumpa con sorpresa, que te permita llegar como una mañana que llene mi vida una mañana cualquiera. 
La sencillez de un sábado a la tarde, la asombrosa cuestión de un sueño que atestigüe lo que sucede. Poco tendrá que ver si se comprende o no, no hay hermenéutica posible en las sensaciones del corazón.  
Y la lluvia llega al fin… se desploma sobre nuestros cuerpos con violencia, con inusitada violencia… la misma violencia con la que arrojaría un beso en tu boca, degustándola con frenesí, ahogándola hasta desmayarte entera en mi pecho. 
Las luces dicen que es de noche ya… nos seguimos mirando en medio de la plaza que inmortaliza cada palabra que nos dijimos y deja caer en el olvido lo que no vamos a decirnos. Se suceden mil miradas que divagan habladurías en el ocaso del viernes a las mil, cuando la disyuntiva es salir o quedarse.  
De tanto en tanto me dirigís una sonrisa tímida, un sonajero que rompe el silencio presente, mientras te cuento cosas de tu nombre, de tu letra y de tus manos. 
El derrotero fue enorme; la vida, la política, el psicoanálisis, el futuro, el pasado y nuevos tiempos verbales… no se habló de amor. Negamos todo el tiempo esa incómoda sensación de estar cómodos cuando estamos omnipresentes. 
Se extendió siglos una simple tarde… concluye en la oscura plaza que poco tiene de romántica, pero mucho habla de nosotros, porque vivió cada uno de los pasos que fuimos dando hasta ahora. 
Hay lugares sagrados como tu cuerpo, hay lugares sencillos como tu pelo y hay lugares geográficos que contienen las letras que dan vida a nuestra historia, a nuestro devenir, a nuestro amor mudo. 
Pasamos a ser algo más de ahora en más… es inevitable que vaya a quedarme solo, golpeando la puerta de tu vida sin que me atiendas. 
Cosas de la vida que se asemejan a ese ser fantástico llamado A Bao a qu, que vive mientras los peregrinos dan pasos y llegan a la cima de la Torre de la Victoria… yo no he de llegar, tal vez, a ningún umbral. El umbral es tu boca y la lejanía destroza sistemáticamente todas mis intenciones. 
Todo esto nace en el alba y muere en la plaza que, dormida, me ve retornar abatido a soñarte. 

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