Capítulo 72 “Cromo y dulce”
Alguien
se despierta como simulando despertar mientras duerme el delicado y alucinante
sueño de despertar amando.
Exclamar
lo que no sucede, sintetizando la tenue maravilla de un silencio acogedor,
estilístico, dominante. La elasticidad de un simple mirarte a los ojos que se
extiende por todo el universo, declarando que quise ser feliz, viéndote a vos
llena de felicidad.
Recordar
casi con naturalidad esa noche donde me confesaste el temor a encontrarte con
el rimmel corrido, el vaso de whisky en la mano y la soledad haciéndote compañía
en un bar de ocasión. No pienso dejar que eso suceda, porque quiero ser tu
compañero en el camino, acariciarte la vida y colmar tus expectativas con la
misma ansiedad que un niño emprende sus primeros pasos.
Un
murmullo que se adueña de todo, un rumor que corre desesperado por los pasillos
del laberinto del amor…
Y
entonces, es cuando comienza ese juego de niños… y nos reímos casi con dulzura,
nos miramos con timidez y surge el lugar donde nos encontramos casi siempre.
Bonita
y con una sonrisa de cromo, yo te dibujo todas las noches, antes de morir de
amor en mi cama.
Y
me voy al pasto mientras te veo venir, como asintomática y vital, mundana y
sideral, con la vida asomándote por los hombros y el cielo almibarando un
segundo más el instante en que, tu fotografía brilla.
Tu
magia es la sombra que nos sigue, es una sombra con forma de dos personas que
se besan, apasionadamente, en alguna esquina.
Y
yo quisiera conjugar ese beso crepuscular, situarlo en la orilla de tu boca y
que la marea lo lleve a bucear por las aguas que emergen, tibias, de tu boca
llena de palabra.
Tenues
tardes de invierno, buceando debajo de una lluvia desconsiderada, delimitando
cada centímetro de mi cuerpo empapado, me duele el frio y la soledad, me hierve
el rencor de lo que no pudo ser. Soy simplemente mortal, tal vez no vayas a
notarlo y te quedes con esa imagen mía de hombre omnipotente.
Apenas
tengo este fragmento de mí, este puñado de pensamientos que se traducen en
elegantes enunciados, pero mis horrores desnudan mi falta de compromiso con la
felicidad. No creo en ella, es un reflejo táctil, herrumbrado de olvido y
desapego que nada tiene que ver con el amor.
Y
vuelvo a creer en vos, aunque tus creencias apunten hacia otro punto cardinal,
te digo que todo y vos nada decís porque es comodidad y valentía el no expresar
un sentimiento real y preciso.
La
unidad pronto se resquebrajó como el continente se hace añicos cuando el agua
empieza a ausentarse.
Y
el cautiverio del amor se perpetuó sin sorprendernos… tuvimos en nuestras
manos, la posibilidad concreta de liberarlo, de tomarnos las manos compañeras
con horizontes de grandeza y páginas elocuentes, sumidos en una aventura cuyo
fin era el destierro de la crueldad y el nacimiento de un nuevo amor en un
mundo enfermo de amor muerto.
Nos
dejamos de decir y frecuentar, el interior debe ser un simple despojo de
sombras que dibujan figuras amorfas en medio de esta tempestad simulada… el
dulce instante desapareció y, sin titubeos, nos dijo adiós.
En
la ventana hay un día que se marcha y le da la bienvenida a una espera en vano.
Tu mano ya no vendrá a buscarme y mis manos, tan llenas de vos, no podrán
concluir la obra de arte que tu cuerpo inspiraba.
Y
el terror a dormir en el bosque se volvió una deliciosa siesta en algún lugar inhóspito
de la vida… donde las calles se dejan ver, donde las llaves no abren puertas y
el indiscutible aroma de tu perfume, desfila por el aire que se desnuda
lentamente para mí.
Tanta
pequeñez me volvió a aniñar…
Y
vos tan vos siempre, te permitís convivir sin el recuerdo fervoroso que guardo
de tu voz dentro de mí.
Una
pantalla de nubes que dejan ver lo que acontece cuando las tardes devuelven el
contrato que han firmado con la vida. Ya han pasado varios días sin decirte
cuanto extraño volver a verte.
El
sonido preciso de esa voz interior que me habla de vos, pero que me enceguece
cuando vos no lo ves, y todo se vuelve una enorme galaxia donde nos seguimos
desencontrando por diversas casualidades.
Te
invito a brillar en esta oscuridad que atesora mis deseos más cercanos, mis
ganas de tenerte acá, ahora, todo el tiempo…
Arrepentirse
de lo que no ha sucedido, apelar al indicio más cercano, comprender que estamos
acá y que, si nos seguimos mirando, todo cambia, es darle tinta a la historia
que surge, mágicamente, de nuestros acorazados corazones.
Algunas
líneas más y a seguir hablándole de vos al día… casi todos se han ido.
Volvemos
a quedarnos tu fantasma y yo.
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