sábado, 6 de julio de 2013

Capítulo 71 “Las cenizas”



Depurando esa breve cuestión de los minutos que restan hasta que pueda, por fin, encontrarme sumido en tu respiración, recostado en tus brazos candentes, sonriendo casi por antonomasia, elucubrando el sentir de los sentimientos sensibles que se mueren cuando la lejanía se obstina en decirnos no.

Te está mirando a los ojos con deliciosa pasión y sólo te limitás a imitar el movimiento de sus palabras danzantes, todo trasciende lo conocido y lo presentís en la atmosfera que se ha creado cuando el cruce de miradas cómplices resulta inequívoco.

Francisco Bochatón te canta al oído…

“Ustedes dos… yo no soy parte, quedé sin ver. Ciego estoy sin saber, me siento así, desterrado y sin ver.
Ustedes dos y yo sin entender… besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu piel eterno hasta mañana… y yo otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me quedo sin tu amor.
Ustedes dos. mi corazón se quedó solo y sin sol, aquí estoy viéndolo, me siento así
otra vez sin querer, voy a salir y desaparecer.
Amor no estás, ¡pronto sé, llegarás!
amor no sé, ¡pronto si llegarás!
besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu piel eterno hasta mañana y yo otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me quedo sin tu amor.
Ustedes dos, ustedes dos, ustedes dos…
ustedes dos, ustedes dos, ustedes dos…
besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu piel eterno hasta mañana y yo otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me quedo sin tu amor.
Ustedes dos...”

Y luego de oír resonar esa melodía martillándote la cabeza, entendés que no hay amor que pueda obturar este amor.

Entonces te decidís a visualizarlo, a comprenderlo con la única herramienta que tenés a mano que es la ternura que nace de vos, cuando ella aparece.

Y surge la ceguera más bonita de todas, porque caen diluvios, llueven ocasiones y tu mirada sigue muerta ahí, en esa mirada que cautiva.

Empezás a llamar a los oídos que puedan escuchar tu verdad universal… y entonces sabés que conjugaste el amor con solo cambiarle una vocal… y amar es la dulce sensación de querer hundirte en las profundidades del mundo que tenés enfrente… y los ojos yacen sin remedio, el reloj se deja caer en el ostracismo y la melancolía es apenas un concepto psicoanalítico.

Alguien te dijo que la vida es vivirla y, de pronto, te das cuenta que la vida es erigir diversos amores… y ella tiene los amores que te hacen bien, entendiendo que de ahora en más estarás amando a mansalva, sin darte cuenta que toda esa acción está en función de lo que ella es.

Ahí es donde empezás a despertar… y despertar se siente maravilloso, pues tu deseo nace de un despertar a su lado, con su palidez abriendo los ojos y su piel abrigando las dulces mañanas de un helado invierno, mientras todos caminan y corren hacia la realidad.

De estas cenizas que fuimos ha nacido la posibilidad, concreta, de ser nuevamente nosotros… nosotros sin mirarnos a los ojos, viviendo en ellos, intentando inventar nuevos horizontes, dejándonos llevar por el misterioso viaje de dos peregrinos que dibujan un rumbo.

Yo te dibujo un beso en la boca, un beso de color bermellón, un beso con sabor a ilusión para que germine dentro de tu vida, y vos me dibujás una risa interminable cuando pienso en vos… y yo nunca dejo de pensar en vos; al menos una vez al día, mientras tengo un minuto para distenderme, pienso en vos.

Todo se vuelve tan lindo, que todo se vuelve irracional…

Y de ese escenario tan irracional, surge el amor y todo esto que expreso, mientras la tinta se disuelve en una blanquecina hoja de papel.

Bochatón sigue cantando y yo me deshago en recuerdos… Cuánto tiempo habrá pasado desde mi último recuerdo?

Abrazo a la almohada y me caigo por un segundo, en la relajante experiencia de proyectar diapositivas nuestras.

Un suceso inexplicable que se asemeja a un cuadro de Dalí y se enciende al compás de todos estos cuerpos celestes que invaden el cielo que decora de azul profundo la tarde en retirada. Un espacio que decreta que empieza a anochecer con fuerza, mientras las siluetas mortales empiezan a desfilar con rumbos inciertos y el café parece estirar las horas en que me dejé seducir por un atolón donde la cavilación fue un ejercicio poético.

Flotar es la invitación a seguir por un ratito al menos, con todo este cuarto lleno de vos… me deslizo con suavidad por la cama vacía de vos, pero llena de nosotros.

Un abrazo más a la almohada y conversarle de vos…

Las cenizas ya se marcharon al son del viento que las empuja hacia la tarde ya ausente.

Dulce clamor de invierno, cuando me duermo pensando en el momento en que nos reencontremos.

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