Capítulo 71 “Las cenizas”
Depurando
esa breve cuestión de los minutos que restan hasta que pueda, por fin,
encontrarme sumido en tu respiración, recostado en tus brazos candentes,
sonriendo casi por antonomasia, elucubrando el sentir de los sentimientos
sensibles que se mueren cuando la lejanía se obstina en decirnos no.
Te
está mirando a los ojos con deliciosa pasión y sólo te limitás a imitar el
movimiento de sus palabras danzantes, todo trasciende lo conocido y lo
presentís en la atmosfera que se ha creado cuando el cruce de miradas cómplices
resulta inequívoco.
Francisco
Bochatón te canta al oído…
“Ustedes dos… yo no soy parte, quedé sin ver.
Ciego estoy sin saber, me siento así, desterrado y sin ver.
Ustedes dos y yo sin entender… besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu
piel eterno hasta mañana… y yo otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me
quedo sin tu amor.
Ustedes dos. mi corazón se quedó solo y sin sol, aquí estoy viéndolo, me siento
así
otra vez sin querer, voy a salir y desaparecer.
Amor no estás, ¡pronto sé, llegarás!
amor no sé, ¡pronto si llegarás!
besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu piel eterno hasta mañana y yo
otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me quedo sin tu amor.
Ustedes dos, ustedes dos, ustedes dos…
ustedes dos, ustedes dos, ustedes dos…
besará tus ojos y cortará mis alas, morderá tu piel eterno hasta mañana y yo
otra vez perdiendo mi calor, sabiendo que me quedo sin tu amor.
Ustedes dos...”
Y
luego de oír resonar esa melodía martillándote la cabeza, entendés que no hay
amor que pueda obturar este amor.
Entonces
te decidís a visualizarlo, a comprenderlo con la única herramienta que tenés a
mano que es la ternura que nace de vos, cuando ella aparece.
Y
surge la ceguera más bonita de todas, porque caen diluvios, llueven ocasiones y
tu mirada sigue muerta ahí, en esa mirada que cautiva.
Empezás
a llamar a los oídos que puedan escuchar tu verdad universal… y entonces sabés
que conjugaste el amor con solo cambiarle una vocal… y amar es la dulce sensación
de querer hundirte en las profundidades del mundo que tenés enfrente… y los
ojos yacen sin remedio, el reloj se deja caer en el ostracismo y la melancolía
es apenas un concepto psicoanalítico.
Alguien
te dijo que la vida es vivirla y, de pronto, te das cuenta que la vida es
erigir diversos amores… y ella tiene los amores que te hacen bien, entendiendo
que de ahora en más estarás amando a mansalva, sin darte cuenta que toda esa acción
está en función de lo que ella es.
Ahí
es donde empezás a despertar… y despertar se siente maravilloso, pues tu deseo
nace de un despertar a su lado, con su palidez abriendo los ojos y su piel
abrigando las dulces mañanas de un helado invierno, mientras todos caminan y
corren hacia la realidad.
De
estas cenizas que fuimos ha nacido la posibilidad, concreta, de ser nuevamente
nosotros… nosotros sin mirarnos a los ojos, viviendo en ellos, intentando
inventar nuevos horizontes, dejándonos llevar por el misterioso viaje de dos
peregrinos que dibujan un rumbo.
Yo
te dibujo un beso en la boca, un beso de color bermellón, un beso con sabor a ilusión
para que germine dentro de tu vida, y vos me dibujás una risa interminable
cuando pienso en vos… y yo nunca dejo de pensar en vos; al menos una vez al
día, mientras tengo un minuto para distenderme, pienso en vos.
Todo
se vuelve tan lindo, que todo se vuelve irracional…
Y
de ese escenario tan irracional, surge el amor y todo esto que expreso,
mientras la tinta se disuelve en una blanquecina hoja de papel.
Bochatón
sigue cantando y yo me deshago en recuerdos… Cuánto tiempo habrá pasado desde
mi último recuerdo?
Abrazo
a la almohada y me caigo por un segundo, en la relajante experiencia de
proyectar diapositivas nuestras.
Un
suceso inexplicable que se asemeja a un cuadro de Dalí y se enciende al compás
de todos estos cuerpos celestes que invaden el cielo que decora de azul
profundo la tarde en retirada. Un espacio que decreta que empieza a anochecer
con fuerza, mientras las siluetas mortales empiezan a desfilar con rumbos
inciertos y el café parece estirar las horas en que me dejé seducir por un
atolón donde la cavilación fue un ejercicio poético.
Flotar
es la invitación a seguir por un ratito al menos, con todo este cuarto lleno de
vos… me deslizo con suavidad por la cama vacía de vos, pero llena de nosotros.
Un
abrazo más a la almohada y conversarle de vos…
Las
cenizas ya se marcharon al son del viento que las empuja hacia la tarde ya ausente.
Dulce
clamor de invierno, cuando me duermo pensando en el momento en que nos
reencontremos.
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