Capítulo 75 “La locura”
Te
amo –exclamé sin tapujos- y un rubor invadió mi cuerpo dormido a tu lado entre
millones de luces intermitentes que chasqueaban su luminosidad entre astros
muertos.
No
sirvió de nada la confesión ni tampoco la apertura a otro mundo. Vos estabas
hecha de rencor y coraza, de caprichos e inseguridades, tal vez, el amor era
una materia de esas que quedan eternamente pendientes. Te dedicaste a darme la
espalda y a brindarme un sepulcral silencio de atardecer olvidable.
Mirábamos,
como asombrados, toda la incertidumbre veloz de un incierto escenario donde los
protagonistas no éramos nosotros.
El
tímido e infantil segundo en que la inocencia se apodera de las vicisitudes.
Comprendí entonces, que quizá lo mejor sería cambiar de dirección, encontrando
nuevos espacios donde escribirte todo lo que escribo desde que entiendo que la
vida es con vos. Errante como el viento en el llano, que sopla sin hallar más
que vacíos a los que enfrentar con impotencia, me decidí a conocer la locura y
el grito desasosegado de quien se enamora con arte.
Y
no me opuse sino con cariño, a esa dulce sensación de comprender que el arte es
la locura que me lleva a amarte sin saber que podés clavarme una feroz puñalada
en medio de este pecho, que arde con frenético impulso cuando aparece tu imagen
en el centro de mi mortal existencia.
Todo
es igual aunque no lo conozco, me destierro una y mil veces de este lugar
extraño que me conduce, invariablemente, hacia un delicioso futuro lleno de
interrogantes.
El
ayer no es un pasajero más en este recorrido que expresa agonías rutilantes, el
menoscabo asombroso de un mortal que desespera por un gesto tuyo, para comenzar
a hacer inofensivo arte.
Una
sombría tarde de verano en pleno invierno, comprendí que nuestros caminos
desafiaban todo lo que veníamos construyendo. En seguida se hizo interminable
la desazón y el hastío… Justo vos, a quien amo con la delicadeza que la lluvia
ama caer sobre nuestros indefensos cuerpos, te negás a afirmar que el mundo
somos nosotros?.
La
no respuesta es casi el sacrilegio de la negación, todo parece más suave ahora
que no me dijiste sí.
Quiero
decirte a vos, que la afirmación no es una nota musical, que la musicalidad de
las palabras se ve en las acciones y que en las acciones es donde amar tiene el
peso determinante de los destinos que hacen legítima la acción de morir por
amor.
Si
dijiste que no, fue porque preferiste guardarte el sí en algún rincón de tu
interior confundido, orientando tu norte hacia un rumbo incierto y dejándote caer
en brazos que ya no han de abrazarte entera.
El
remedio a tanta locura es tomarnos las manos que escriben mil oraciones en
medio de un torbellino de silenciosas imágenes, nadie me cautiva más que vos,
nadie me deshace más que vos, nadie más que vos es todo para mí.
Y
en ese momento la locura es belleza, es el redecir de mil cosas que no se han
dicho aun, mientras atento contra mi vida para sostener en pie la vida con vos,
que desprendés un mes más del calendario, ampliando la posibilidad de que mis
ganas de llegar a vos, se desplieguen, sincrónicamente, a través de las agujas
de un reloj que marca la hora del beso del reencuentro.
Dónde
será que vaya a desarrollarse semejante retrato? Quién será el testigo visual
de colosal momento? Cuándo volveremos a sentir que sentir es parte de un
sentimiento sensorialmente nuestro?.
Tres
preguntas no hacen siquiera una respuesta coherente, cuando hablamos de amor,
de ese amor que vos y yo somos cuando nos miramos, sinceramente, a los ojos
llenos de amor por este amor que, vestido de amor, salió a encontrarnos
desencontrándonos, para volver a encauzar el reencuentro.
Por
las farolas del parque puedo ver tu luz llegando a clausurar una noche mustia y
derretida por el calor que invade, sin pedir permiso, la Buenos Aires del
invierno ausente, la felicidad efímera y el color estación. Estamos tan equidistantes,
que un paso sería llegar a destino en un abrir y cerrar de ojos; miramos el
cielo confundidos, asociamos comprensión con conformismo, la partida de ajedrez
es imprecisa sin relojes donde contener el tiempo que se pierde cuando se juega…
sería parte del asombro que podamos dejar de jugar al laberinto y decirnos de
una vez por todas que la verdad es ese relato que se oye como un murmullo
lejano, pero que florece cada vez que miro tu mirada al hablarte, mientras vos
mirás mi boca sin disimulo y todo se vuelve más admirable que de costumbre.
La
imaginación no tiene precedentes ni testimonios de que, alguna vez, hubo un
amor que emprendió el místico viaje hacia la locura universal, la de sentirte
amor cada vez que tu nombre besaba mi voz que lo pronunciaba con dolor y gris
de ausencia, la de imaginar un escenario donde la siesta es abrazado a tu respiración
y las noches son fervores que duplican la cantidad de astros que pululan por el
cielo que te regalo, mientras dormís lejos de mi cuerpo sediento de vos.
Sin
querer, terminaste siendo abril para mi pena ambulante y encendiste el motor de
un ser que había perdido su dinámica de ser tu espejo, tu reflejo y tu aura en
medio de un cuarto que respiraba su agonía.
La
locura es sana cuando uno está loco de amor… mi locura es enloquecerme cuando
me imagino el porvenir.
Somos
dos locos errantes que no siguen direcciones ni señales, sólo nos dedicamos a
sentir; locura de dos corazones que no sufren el encierro…
La
libertad de amar sin prejuicios y mi condena a volverme loco por ese amor que
no viene porque todavía no llegás.
Simplemente
quietud y zozobra, luminosidad oscura y certera, un coloquial escenario donde
decirnos que nos amamos, con un acto de simbiosis.
Vos
allá y yo donde vos… la constelación de nuestro romance en puerta.
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