jueves, 18 de julio de 2013

Capítulo 75 “La locura”



Te amo –exclamé sin tapujos- y un rubor invadió mi cuerpo dormido a tu lado entre millones de luces intermitentes que chasqueaban su luminosidad entre astros muertos.

No sirvió de nada la confesión ni tampoco la apertura a otro mundo. Vos estabas hecha de rencor y coraza, de caprichos e inseguridades, tal vez, el amor era una materia de esas que quedan eternamente pendientes. Te dedicaste a darme la espalda y a brindarme un sepulcral silencio de atardecer olvidable.

Mirábamos, como asombrados, toda la incertidumbre veloz de un incierto escenario donde los protagonistas no éramos nosotros.

El tímido e infantil segundo en que la inocencia se apodera de las vicisitudes. Comprendí entonces, que quizá lo mejor sería cambiar de dirección, encontrando nuevos espacios donde escribirte todo lo que escribo desde que entiendo que la vida es con vos. Errante como el viento en el llano, que sopla sin hallar más que vacíos a los que enfrentar con impotencia, me decidí a conocer la locura y el grito desasosegado de quien se enamora con arte.

Y no me opuse sino con cariño, a esa dulce sensación de comprender que el arte es la locura que me lleva a amarte sin saber que podés clavarme una feroz puñalada en medio de este pecho, que arde con frenético impulso cuando aparece tu imagen en el centro de mi mortal existencia.

Todo es igual aunque no lo conozco, me destierro una y mil veces de este lugar extraño que me conduce, invariablemente, hacia un delicioso futuro lleno de interrogantes.

El ayer no es un pasajero más en este recorrido que expresa agonías rutilantes, el menoscabo asombroso de un mortal que desespera por un gesto tuyo, para comenzar a hacer inofensivo arte.

Una sombría tarde de verano en pleno invierno, comprendí que nuestros caminos desafiaban todo lo que veníamos construyendo. En seguida se hizo interminable la desazón y el hastío… Justo vos, a quien amo con la delicadeza que la lluvia ama caer sobre nuestros indefensos cuerpos, te negás a afirmar que el mundo somos nosotros?.

La no respuesta es casi el sacrilegio de la negación, todo parece más suave ahora que no me dijiste sí.

Quiero decirte a vos, que la afirmación no es una nota musical, que la musicalidad de las palabras se ve en las acciones y que en las acciones es donde amar tiene el peso determinante de los destinos que hacen legítima la acción de morir por amor.

Si dijiste que no, fue porque preferiste guardarte el sí en algún rincón de tu interior confundido, orientando tu norte hacia un rumbo incierto y dejándote caer en brazos que ya no han de abrazarte entera.

El remedio a tanta locura es tomarnos las manos que escriben mil oraciones en medio de un torbellino de silenciosas imágenes, nadie me cautiva más que vos, nadie me deshace más que vos, nadie más que vos es todo para mí.

Y en ese momento la locura es belleza, es el redecir de mil cosas que no se han dicho aun, mientras atento contra mi vida para sostener en pie la vida con vos, que desprendés un mes más del calendario, ampliando la posibilidad de que mis ganas de llegar a vos, se desplieguen, sincrónicamente, a través de las agujas de un reloj que marca la hora del beso del reencuentro.

Dónde será que vaya a desarrollarse semejante retrato? Quién será el testigo visual de colosal momento? Cuándo volveremos a sentir que sentir es parte de un sentimiento sensorialmente nuestro?.

Tres preguntas no hacen siquiera una respuesta coherente, cuando hablamos de amor, de ese amor que vos y yo somos cuando nos miramos, sinceramente, a los ojos llenos de amor por este amor que, vestido de amor, salió a encontrarnos desencontrándonos, para volver a encauzar el reencuentro.

Por las farolas del parque puedo ver tu luz llegando a clausurar una noche mustia y derretida por el calor que invade, sin pedir permiso, la Buenos Aires del invierno ausente, la felicidad efímera y el color estación. Estamos tan equidistantes, que un paso sería llegar a destino en un abrir y cerrar de ojos; miramos el cielo confundidos, asociamos comprensión con conformismo, la partida de ajedrez es imprecisa sin relojes donde contener el tiempo que se pierde cuando se juega… sería parte del asombro que podamos dejar de jugar al laberinto y decirnos de una vez por todas que la verdad es ese relato que se oye como un murmullo lejano, pero que florece cada vez que miro tu mirada al hablarte, mientras vos mirás mi boca sin disimulo y todo se vuelve más admirable que de costumbre.

La imaginación no tiene precedentes ni testimonios de que, alguna vez, hubo un amor que emprendió el místico viaje hacia la locura universal, la de sentirte amor cada vez que tu nombre besaba mi voz que lo pronunciaba con dolor y gris de ausencia, la de imaginar un escenario donde la siesta es abrazado a tu respiración y las noches son fervores que duplican la cantidad de astros que pululan por el cielo que te regalo, mientras dormís lejos de mi cuerpo sediento de vos.

Sin querer, terminaste siendo abril para mi pena ambulante y encendiste el motor de un ser que había perdido su dinámica de ser tu espejo, tu reflejo y tu aura en medio de un cuarto que respiraba su agonía.

La locura es sana cuando uno está loco de amor… mi locura es enloquecerme cuando me imagino el porvenir.

Somos dos locos errantes que no siguen direcciones ni señales, sólo nos dedicamos a sentir; locura de dos corazones que no sufren el encierro…

La libertad de amar sin prejuicios y mi condena a volverme loco por ese amor que no viene porque todavía no llegás.

Simplemente quietud y zozobra, luminosidad oscura y certera, un coloquial escenario donde decirnos que nos amamos, con un acto de simbiosis.

Vos allá y yo donde vos… la constelación de nuestro romance en puerta.

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