viernes, 12 de julio de 2013

Capítulo 73 “El recreo”



Suele afirmarse, en el mundo del aforismo, que quien se quema con leche, llora al ver la vaca. Y mientras escribo estas líneas y te recuerdo, me brota de adentro, como con asombrosa naturalidad, un llanto emotivo, sincero y lluvioso.

Y confieso esto, porque estoy en medio de un recreo… un respiro de tanta vorágine que asesina mis condiciones humanas y no me permite pensar en vos como quisiera. No soy autosuficiente para sentir, siento a través tuyo, que me regalás una mirada asombrosa, que se despliega por las calles del mundo donde, en este momento, la inmensidad te esconde y el silencio te calla.

Algo te acercó hasta mí y es indudable que algo me llevó a enamorarme, casi totalmente, de vos.

Tal vez, mi obstinada búsqueda de un amor, haya elucubrado nuevas sensaciones o parques donde pueda dejar que mi sensación deje de ser sensación para transformarse en una acción concreta.

Nada nos detiene si queremos caminar la vida tomados de la mano.

Debo viajar hacia el centro de tu corazón, para plantar allí, las palabras que no me animo a decirte cuando te veo frente a mí, deshaciéndome con solo pestañear y pronunciar, por un segundo, algo que me deje oír el son de voz cantando canciones en forma de palabra.

Todo parece insuficiente cuando me atrevo a desafiar al destino y al hacerlo, comienzo a buscarte, infinita, por el mundo que decora cada lugar donde te hallás.

Blanquecina canción de larga cabellera y sonrisa inconmensurable. Un abrir y cerrar de ojos te vuelven mi ocio más significativo, una lisa y llana hoguera de vanidades que se endulzan con tu presencia continua.

Entonces te imagino y empiezo a querer besarte la espalda con mis manos, enrularte el pelo al compás de un tango dominical y beber el néctar de tu boca impregnada de rocío matinal.

Al margen de mi inconsciencia y de mi deseo irracional de querer llegar a vos, dejar de pensar que es posible, sería tan suicida como creer que nada te sucede cuando aparezco, tangencialmente, en tu pensamiento.

Y es ahí cuando me lanzo, desesperado, a encontrarte en algún lugar donde las coincidencias sean plausibles y el universo no nos vea enamorarnos.

Es invierno y es inevitable querer todo con vos, no hay estación que pueda impedírmelo, pero sí estación que pueda impulsarme a desearlo más aun… entonces, sin dudar un instante, me propongo el desafío y salgo a ver dónde puedo encontrar algún resabio tuyo. La soledad me lastima y tu lejanía me duele, casi como si el aire que respirarse estuviese a punto de agotarse, ahogado por la continua embestida de este destino que nos juega una mala pasada y no permite nuestro encuentro.

En el recreo, mientras todos mueren por un tentempié, nosotros nos encontramos tan sólo para quedarnos mirándonos a los ojos, mientras simulamos que hablamos de temas profundos.

Podríamos quedarnos así un buen rato, sin embargo preferimos desentendernos de lo que nos pasa, apelando a la ética de la responsabilidad y volviendo a las obligaciones… no obstante, la mueca nos queda grabada y la magia empieza a hacer un recorrido inquietante, dejándonos con la palabra en la boca y con la mirada dormida en la mirada del otro.

Quiero ir a dar una vuelta sencilla, sin objetivos claros, apenas con el espíritu festivo de unas manos que se toman con fuerza y se dejan invitar a pasear. Quiero seguir lo que el pulso diga y abrazarte con la calidez que un otoño le abre la puerta a las hojas que respiran el aire noctámbulo de una Buenos Aires que nos abriga de frío invernal.

Y el tiempo se pone lento y la belleza se apodera de nuestro encuentro desencontrado…

Y respiro la noche de un instante eterno, mientras la totalidad del mundo se marcha lejos, dejándonos desnudos bajo la luz de la luna que nos canta valses al oído y arroja aguanieve desde las nubes que ofician de telón.

Y bajo cristales danzantes y melodías vibrantes, nos decimos las cosas en el idioma de los cobardes, engullendo cada confesión como si se tratase de un crimen para con el alma.

Hay algo que es bien nuestro y de nosotros depende sostenerlo.

Hay cosas que no las devuelve el mero hecho de volver a quererlas, y la historia es un anecdotario de cosas y hechos que nos vinculan en medio de un diluvio donde el amor busca acogernos bajo su paraguas, mientras el arcoíris se prepara para que trepemos hasta su cima.

No partiré para renunciar sino que volveré para tomar lo que me dejes a mano.

Los recreos son momentos donde nuestros pies deben descansar, luego de haber caminado vidas enteras para vernos juntos, frente a frente, codo a codo, beso a beso.

De ese modo el amor deja de ser utópico y nuestros corazones siguen vivos… me quemé con leche… me quemo una vez más.

 

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