Capítulo 43 “El abrigo”
Hace
frío, Buenos Aires está helada y despoblada… son las tempranas horas de la
media estación, no es invierno pero este otoño tiene tintes semejantes. Atrás
fueron quedando secuencias inolvidables, asombrosas, el intenso ritmo por
comenzar el año juntos, de la mano, abrigándonos.
Transeúntes
y vehículos en ordenada fila, la respiración hecha humo, las manos vestidas de
lana, días de café y medialunas.
Prendidos
de la historia que nace en las calles nubladas, en esquinas que aprovechan la
intempestiva irrupción del viento huracanado, vacilante, histriónico… fases
lunares de dos astros que somos mientras el sendero se va colmando de plateado
celestial.
Cuidémonos
mutuamente este otoño dulce amor, dulce de vos que se derrama sobre mí,
generando un oasis de dulzura.
Apenas
se ponga el sol, quiero que me abraces hasta asfixiarme, quiero que me estrujes
contra tu pecho hasta que intercambiemos nuestros corazones, quiero que me unas
a vos a través de una simbiosis de pieles que se necesitan.
No
quiero seguir negando lo que debería afirmarte, no quiero afirmarte lo que
puede volverte inestable, quiero sentir que amamos al mismo tiempo que
crecemos, quiero negar que la lejanía es una consecuencia visible en el
horizonte.
Recordar
cómo nació todo es cristalizar todo lo que crecimos, todo lo que vivimos, todo
lo que supimos soslayar para concretar este amor que nació para tal fin… un
diccionario de gramática romántica, un vademécum de ternura y compañerismo, un
manual de amor que nos enseñó a escribir páginas brillantes de nosotros.
Abril
asoma en la esquina, quiere sorprendernos con nuevas sensaciones, infiltrando
un flechazo indisimulable, es tan fuerte y enamoradizo como mayo en Oslo, junio
en Londres y julio en Roma…
Nuestro
abril es un esbozo de miradas que se pierden entre la frondosidad de la
arboleda amarilla, el pedestre anochecer y la multitud de estrellas a lo lejos
que manchan ese azul profundo que enseña el techo del mundo, cuando el alba
duerme.
Con
aire serrano volvimos a Buenos Aires, deshaciendo la madeja de tiempo que no
elucubraba este sentimiento indescriptible, esta re versionada historia de dos
niños que jugaban a la ronda, jubilosos y contemplando el devenir del tiempo a
su lado, en capítulos literarios.
Los
versos del capitán fueron horas nuestras, los resabios de una historia trunca
entre un capitán errante y un amor melancólico lejano de concretarse, signado
por la metáfora imprescindible que Neruda puede imaginar… y tomamos ese lugar
en el escenario, el Capitán y su compañera, la Capitana, la que comanda los
movimientos de mi corazón cuando desborda de sonrisas, la que me ordena ser
feliz sin dar órdenes imperativas, apenas regalándome un ir y venir de pestaña…
esa historia central, irrepetible, inédita.
Nosotros
como un cajón de viejas fotografías en distintos tonos, nosotros
bienaventurados amantes, viscerales gritos de amor en una ciudad dormida…
Y
el abrigo es tu cuerpo, tu humanidad que transpira sonrisas, el itinerario de
un año que trae nuevos bríos y un puñado de melodías de tango arrabalero.
Y
me quedé con un trago de vino, con un ramillete de flores estacionales, con una
carta, con todo el recuerdo vivo de esos días no habíamos pasado… fue en
invierno, primavera y verano… faltaba el mes ocre, sepia, gris, acá nos
encontramos, dormitando mientras me dispongo a darte un beso cuando llegues.
Esta
esquina sabe cada movimiento que hicimos, se muestra aciaga, borrosa, siempre
transitada… y como una película de Scola, todo transcurre acá y ahora. Como los
juguetes de Daniel Melero en “quiero estar entre tus cosas” jugamos a que nos
aislamos de la realidad. Como los trazos de Van Gogh nos dejamos dominar y
conjugamos la forma, el color y el movimiento de una tarde que se presenta
desalmada.
Todo
de pronto se nutre de nuestro amor, ya no hay silencio y todo fluye con
facilidad, nuestro amor contagia e inunda las calles… después de tanta soledad,
nuestro encuentro fue el encuentro del anillo y el anular, de la gota y el
rocío, del astro y la noche.
Mientras
todo se oculta, nosotros nos dejamos florecer y sentimos que somos un enorme
jardín…
Dormimos
abrigados y ensoñados… nos amamos… nos volvemos a ver… somos dos… nos hicimos
uno. Alcanza con pensar que estás… mejora cuando te veo… estalla cuando
detenemos el tiempo…
Tiempo
de nosotros… tiempo del amor.
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