martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 43 “El abrigo”


Hace frío, Buenos Aires está helada y despoblada… son las tempranas horas de la media estación, no es invierno pero este otoño tiene tintes semejantes. Atrás fueron quedando secuencias inolvidables, asombrosas, el intenso ritmo por comenzar el año juntos, de la mano, abrigándonos.

Transeúntes y vehículos en ordenada fila, la respiración hecha humo, las manos vestidas de lana, días de café y medialunas.

Prendidos de la historia que nace en las calles nubladas, en esquinas que aprovechan la intempestiva irrupción del viento huracanado, vacilante, histriónico… fases lunares de dos astros que somos mientras el sendero se va colmando de plateado celestial.

Cuidémonos mutuamente este otoño dulce amor, dulce de vos que se derrama sobre mí, generando un oasis de dulzura.

Apenas se ponga el sol, quiero que me abraces hasta asfixiarme, quiero que me estrujes contra tu pecho hasta que intercambiemos nuestros corazones, quiero que me unas a vos a través de una simbiosis de pieles que se necesitan.

No quiero seguir negando lo que debería afirmarte, no quiero afirmarte lo que puede volverte inestable, quiero sentir que amamos al mismo tiempo que crecemos, quiero negar que la lejanía es una consecuencia visible en el horizonte.

Recordar cómo nació todo es cristalizar todo lo que crecimos, todo lo que vivimos, todo lo que supimos soslayar para concretar este amor que nació para tal fin… un diccionario de gramática romántica, un vademécum de ternura y compañerismo, un manual de amor que nos enseñó a escribir páginas brillantes de nosotros.

Abril asoma en la esquina, quiere sorprendernos con nuevas sensaciones, infiltrando un flechazo indisimulable, es tan fuerte y enamoradizo como mayo en Oslo, junio en Londres y julio en Roma…

Nuestro abril es un esbozo de miradas que se pierden entre la frondosidad de la arboleda amarilla, el pedestre anochecer y la multitud de estrellas a lo lejos que manchan ese azul profundo que enseña el techo del mundo, cuando el alba duerme.

Con aire serrano volvimos a Buenos Aires, deshaciendo la madeja de tiempo que no elucubraba este sentimiento indescriptible, esta re versionada historia de dos niños que jugaban a la ronda, jubilosos y contemplando el devenir del tiempo a su lado, en capítulos literarios.

Los versos del capitán fueron horas nuestras, los resabios de una historia trunca entre un capitán errante y un amor melancólico lejano de concretarse, signado por la metáfora imprescindible que Neruda puede imaginar… y tomamos ese lugar en el escenario, el Capitán y su compañera, la Capitana, la que comanda los movimientos de mi corazón cuando desborda de sonrisas, la que me ordena ser feliz sin dar órdenes imperativas, apenas regalándome un ir y venir de pestaña… esa historia central, irrepetible, inédita.

Nosotros como un cajón de viejas fotografías en distintos tonos, nosotros bienaventurados amantes, viscerales gritos de amor en una ciudad dormida…

Y el abrigo es tu cuerpo, tu humanidad que transpira sonrisas, el itinerario de un año que trae nuevos bríos y un puñado de melodías de tango arrabalero.

Y me quedé con un trago de vino, con un ramillete de flores estacionales, con una carta, con todo el recuerdo vivo de esos días no habíamos pasado… fue en invierno, primavera y verano… faltaba el mes ocre, sepia, gris, acá nos encontramos, dormitando mientras me dispongo a darte un beso cuando llegues.

Esta esquina sabe cada movimiento que hicimos, se muestra aciaga, borrosa, siempre transitada… y como una película de Scola, todo transcurre acá y ahora. Como los juguetes de Daniel Melero en “quiero estar entre tus cosas” jugamos a que nos aislamos de la realidad. Como los trazos de Van Gogh nos dejamos dominar y conjugamos la forma, el color y el movimiento de una tarde que se presenta desalmada.

Todo de pronto se nutre de nuestro amor, ya no hay silencio y todo fluye con facilidad, nuestro amor contagia e inunda las calles… después de tanta soledad, nuestro encuentro fue el encuentro del anillo y el anular, de la gota y el rocío, del astro y la noche.

Mientras todo se oculta, nosotros nos dejamos florecer y sentimos que somos un enorme jardín…

Dormimos abrigados y ensoñados… nos amamos… nos volvemos a ver… somos dos… nos hicimos uno. Alcanza con pensar que estás… mejora cuando te veo… estalla cuando detenemos el tiempo…

Tiempo de nosotros… tiempo del amor.

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