viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 47 “El desvelo”


Me dormí, me sigo durmiendo y voy a quedarme dormido siempre que tenga tu regazo para hacerlo… una aventura distinta, un corolario de sueños que se fueron haciendo una montaña de nuevos sueños.

Hay trampas que nos desnudan, que nos dejan acontecer como un inédito momento en nuestras vidas. Hay toda una ciudad invadida y enferma de tristezas que se acumulan como copos de nieve en inviernos helados, nosotros y el simple efecto derivado de un encuentro… el amor que trasciende las fronteras que nos hacen doler.

Algo siempre puede suceder y no soy ajeno a esos imprevistos que emergen… me desoriento y empiezo a creer para crear, y nace la creación de la creencia y te creo para crearte y llenarte la vida de arte.

Y entiendo lo que es entender, para entenderte y entender como es esa cuestión de la comunicación que nos lleva a entendernos y a vivir lo que somos.

Me recuesto pensando en tu sombra, en la impronta de tu beso sellado a fuego en mi boca que enmudece y te dice cosas que, quizá, jamás vayas a entender.

No es mero azar todo el tiempo, no es tiempo que se pierde si se ama con sinceridad, no es un techo estrellado mirar el cielo, sino comprender que estamos reflejándonos en él.

Y me quedo, inconsciente, mordiendo un suspiro tuyo, mientras hago balances en el aire de lo que fuimos, lo que empezamos a ser y lo que tal vez seremos… un desvío de la realidad, un tumulto de besos que florece de la timidez que nos hace ponernos colorados cada vez que nos miramos, un deshojar de las flores que no te he regalado, un crimen por encargo de un corazón robado, un cuento sin final escrito por un mundo desconocido.

El número impar de dos peregrinos que caminaron y anduvieron vestidos de ropa mundana, fueron un nombre en una piedra, un silencio en una calle escondida, un beso en una esquina, un día interminable, un cielo escondido detrás de la tormenta, un color risueño de grises, una fuente desbordante de agua sedienta, un faro que titila al ritmo de latidos efusivos… y oyendo ruidos silenciosos, dejé caer mi cuerpo sobre la cama, empezó la confesión a mi almohada.

Escribí una historia soñada, soñé una historia escrita… nosotros dos como protagonistas de un mundo que es actor central y escenario testigo de un romance que se extiende y siembra páginas azules en el universo azul de tu alma suspendida en el aire que respiro.

Yo quiero ver mi cama llena de vos, de tu piel, de tu cabello reposando sobre el lugar en la almohada que te he reservado durante mil noches.

No imagino un lugar en el mundo que no conserve un resabio tuyo, un tono de tu tez, una gota de tu rocío, una palabra que no contenga al menos una letra de tu nombre.

Genética de la noche que supimos amarnos, un torbellino de palabras que nunca nos dijimos, un santiamén donde las fotografías pasaron como un rayo por enfrente nuestro.

Son cerca de las 5am, adentro mío no sé ni que día es… las cicatrices y los fantasmas ya no me desvelan, ahora me desvela una nena con rosadas mejillas que se encienden cuando la miro hasta dejarla sin aliento.

Un rompecabezas que el café no logra armar, las culpas que confunden, el aciago segundo fatal que asesina la confusión… y todo vuelve a su lugar, y enumero tantos momentos que termino inventando nuevas escalas numéricas, nuevas notas musicales y nuevos sonetos cargados de vos, que sos el amor que elijo bautizar bajo el nombre del amor con el sobrenombre de amor de mi vida, medio pomelo, mitad del mundo, o simplemente boni.

Y tal vez no vayas nunca a leer esto, porque ni siquiera sé si le daré continuidad a lo que vaya a expresar… porque los sentimientos no aceptan el encierro ni la condena de ser libertades sin destino.

Los sentimientos son el origen de mi desvelo, de mi desgano a la hora de dormir, de mi aventura en el laberinto de los sueños noctámbulos, donde te busco incesantemente.

De pronto me surgen las ganas de abrigarme en uno de esos abrazos interminables que nos damos, o de sorber una pizca de tu boca, jugando al amor entre jardines de pensamientos que no conducen sino al delirio nocturno del trasnochador que cree darte vida mientras dibuja tu nombre en el aire de otoño.

Y me transporto a nuestra esquina, a nuestro escondite, al lugar donde esperamos que la espera no termine nunca y nos besamos acaloradamente.

Deseos de una ilusión que fecundamos casi sin quererlo… yo no quería un amor sino a vos… el desvelo te hizo ser, el ser te hizo amor y amor te nombré cuando supe que existías.

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