Capítulo 47 “El desvelo”
Me
dormí, me sigo durmiendo y voy a quedarme dormido siempre que tenga tu regazo
para hacerlo… una aventura distinta, un corolario de sueños que se fueron
haciendo una montaña de nuevos sueños.
Hay
trampas que nos desnudan, que nos dejan acontecer como un inédito momento en
nuestras vidas. Hay toda una ciudad invadida y enferma de tristezas que se
acumulan como copos de nieve en inviernos helados, nosotros y el simple efecto
derivado de un encuentro… el amor que trasciende las fronteras que nos hacen
doler.
Algo
siempre puede suceder y no soy ajeno a esos imprevistos que emergen… me
desoriento y empiezo a creer para crear, y nace la creación de la creencia y te
creo para crearte y llenarte la vida de arte.
Y
entiendo lo que es entender, para entenderte y entender como es esa cuestión de
la comunicación que nos lleva a entendernos y a vivir lo que somos.
Me
recuesto pensando en tu sombra, en la impronta de tu beso sellado a fuego en mi
boca que enmudece y te dice cosas que, quizá, jamás vayas a entender.
No
es mero azar todo el tiempo, no es tiempo que se pierde si se ama con
sinceridad, no es un techo estrellado mirar el cielo, sino comprender que
estamos reflejándonos en él.
Y
me quedo, inconsciente, mordiendo un suspiro tuyo, mientras hago balances en el
aire de lo que fuimos, lo que empezamos a ser y lo que tal vez seremos… un
desvío de la realidad, un tumulto de besos que florece de la timidez que nos
hace ponernos colorados cada vez que nos miramos, un deshojar de las flores que
no te he regalado, un crimen por encargo de un corazón robado, un cuento sin
final escrito por un mundo desconocido.
El
número impar de dos peregrinos que caminaron y anduvieron vestidos de ropa
mundana, fueron un nombre en una piedra, un silencio en una calle escondida, un
beso en una esquina, un día interminable, un cielo escondido detrás de la
tormenta, un color risueño de grises, una fuente desbordante de agua sedienta,
un faro que titila al ritmo de latidos efusivos… y oyendo ruidos silenciosos,
dejé caer mi cuerpo sobre la cama, empezó la confesión a mi almohada.
Escribí
una historia soñada, soñé una historia escrita… nosotros dos como protagonistas
de un mundo que es actor central y escenario testigo de un romance que se
extiende y siembra páginas azules en el universo azul de tu alma suspendida en
el aire que respiro.
Yo
quiero ver mi cama llena de vos, de tu piel, de tu cabello reposando sobre el
lugar en la almohada que te he reservado durante mil noches.
No
imagino un lugar en el mundo que no conserve un resabio tuyo, un tono de tu
tez, una gota de tu rocío, una palabra que no contenga al menos una letra de tu
nombre.
Genética
de la noche que supimos amarnos, un torbellino de palabras que nunca nos
dijimos, un santiamén donde las fotografías pasaron como un rayo por enfrente
nuestro.
Son
cerca de las 5am, adentro mío no sé ni que día es… las cicatrices y los
fantasmas ya no me desvelan, ahora me desvela una nena con rosadas mejillas que
se encienden cuando la miro hasta dejarla sin aliento.
Un
rompecabezas que el café no logra armar, las culpas que confunden, el aciago
segundo fatal que asesina la confusión… y todo vuelve a su lugar, y enumero
tantos momentos que termino inventando nuevas escalas numéricas, nuevas notas
musicales y nuevos sonetos cargados de vos, que sos el amor que elijo bautizar
bajo el nombre del amor con el sobrenombre de amor de mi vida, medio pomelo,
mitad del mundo, o simplemente boni.
Y
tal vez no vayas nunca a leer esto, porque ni siquiera sé si le daré
continuidad a lo que vaya a expresar… porque los sentimientos no aceptan el
encierro ni la condena de ser libertades sin destino.
Los
sentimientos son el origen de mi desvelo, de mi desgano a la hora de dormir, de
mi aventura en el laberinto de los sueños noctámbulos, donde te busco
incesantemente.
De
pronto me surgen las ganas de abrigarme en uno de esos abrazos interminables
que nos damos, o de sorber una pizca de tu boca, jugando al amor entre jardines
de pensamientos que no conducen sino al delirio nocturno del trasnochador que
cree darte vida mientras dibuja tu nombre en el aire de otoño.
Y
me transporto a nuestra esquina, a nuestro escondite, al lugar donde esperamos
que la espera no termine nunca y nos besamos acaloradamente.
Deseos
de una ilusión que fecundamos casi sin quererlo… yo no quería un amor sino a
vos… el desvelo te hizo ser, el ser te hizo amor y amor te nombré cuando supe
que existías.
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