martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo 46 “El cumpleaños parte I”


Abril de los olvidos, conjuros antepasados y el alivio de no ser sólo abril y yo… allá a lo lejos un nene que sonreía mientras desfilaban las figuras que lo acompañaban. Mamá, los hermanos, algunos amigos y amigas, el júbilo, la música, el griterío ensordecedor, la sonrisa pegada a la cara como un souvenir.

Era abril, el mes del otoño silencioso, el de la reflexión y la soledad, el del ensueño y la zozobra… un período signado por las derrotas, por el trajín del inicio de la cursada, de la responsabilidad con el trabajo y las obligaciones. Todo se correspondía con la estructura, con el ápice de la desventura cumpleañera de quien escribe.

Habían sido años enteros de no pretender más que un día más en mi vida, como si se tratase de una nueva desventura, de la desilusionante situación de estar por estar en este mundo. Miles de lunas que se desvanecían, y yo… buscándote por la ciudad.

Fin de mes… semana misteriosa. Voy a tu encuentro, la sorpresa es sorprendente… la espera es desesperante. No me dan los pies para llegar, aunque tengo que esperar a que vos llegues primero.

Hace frío… es casi mayo, en este tiempo juntamos un cajón, enorme, de diapositivas nuestras, escribimos mil anécdotas y nos dimos todos los besos posibles, aunque deseamos darnos una vida entera de ellos.

Aprendí tanto que, quizá, no vayan a alcanzarme los capítulos para contarlo. Besé con fervor, por primera vez, una boca colmada de besos que esperaba que llegaran a encontrarse con mi boca. Tomé unas manos tersas, sedosas, con perfume a vos, casi como las había imaginado durante la búsqueda desenfrenada que experimenté mientras te inventaba. Probé un cuerpo, tocándolo milímetro a milímetro, como moldeándolo, haciéndolo mi arte y parte de mi arte, musa infinita, añeja y deliciosa como la copa de ese vino místico. Sentí pulsaciones, el infarto de un corazón enamorado, flechado por un ser que nace dentro de él, por un amor que lo desborda hasta hacerlo estallar. Toqué el cielo con mis ojos cuando nuestras miradas inmortalizaron un beso de película, frente a figuras que bailaban tango en medio de un lúgubre salón. Concreté el sueño de dormir dentro del amor de mi vida, recorrer la anatomía de su alma, pintando murales en su vida.

Y entendí que el amor era un sendero atravesado por vos, que vos eras un paisaje de ensueño en medio de tanto gris, y la materia mundana con que quería darle vida a este amor inmortal, consecuente, omnipresente, un trance asombroso, desmedido, inconmensurable…

La noche se prestaba para volverla incomparable y tal vez haya sido la noche de cumpleaños más inolvidable que haya pasado desde que vivo en este lugar que, según dicen muchos, se llama planeta tierra.

Y seguramente, vaya a estar agradecido hasta el día que vuelva a reencarnar en otro cuerpo, o en este mismo, este día lleno de magia que una maga que Cortázar no conoció y yo, sin embargo, amé alocadamente, me regaló.

Vos supiste detener el tiempo, todos los festejos que postergué se coronaron aquella noche… mirarte diferente, mirarte toda, sentir que te elegiría mil veces más, y que el alrededor era pura figura simbólica, mientras una repetición de besos continuos, decoraba la noche más extensa que mi felicidad haya conocido.

Y siempre supe que eras un libro que no dejaría de leer, una historia que no dejaría de escribir, un cumpleaños que no iba a dejar de celebrar… porque los protagonistas de esta historia somos el escriba y la historia, las palabras y los hechos… y ese libro es una lección de vida… una esperanza de saber que hay cosas y gentes que vale la pena guardar en el cofre imaginario que uno guarda dentro suyo. Un momento, una risa, una canción, una caminata, un regalo, un sueño.

Un bollo enorme de papel que envuelve mil dulzuras de todos los gustos, una cebolla de regalos que fluyen y me devuelven a la niñez… una lágrima, la emoción de un infante que creció en demasía, y que vive casi al borde del llanto, su primer cumpleaños feliz.

Colores, sabores, sensibilidad, tus manos, mi asombro, tu amor, mi caja de pandora envuelta en cientos de días que evocan un reencuentro que nos hizo aquel domingo en que nos encontramos, coincidiendo por primera vez.

Una velada cargada de emotividad, de cena, de amor, de enamorarme cada segundo de tiempo detenido, de tu persona, de mi mujer soñada, de ese día que respira porque no ha de morir…

No dejar de mirar con júbilo todo lo recibido, no dejar de mirarte a vos… de decirte todo en idiomas que llenaban mi cabeza y no me permitían pronunciar nada de todo lo que esa noche te dije…

Sentados en un umbral… un último instante.

Una llama que enciende un pastel improvisado, un pastel pequeño que concentra todo el amor del mundo… un pastel con adornos de color y chocolate.

No entender nada y pedir a gritos un pellizco…

Pedir los deseos que siempre quise pedir, frente a quien siempre fue un deseo.

Soplar y recibir mi primer regalo de cumpleaños… un beso tuyo.

Tres deseos que son un solo deseo multiplicado por tres… no dejar de amarte… no dejar de sentirlo… no quedarme sin voz para poder repetirlo… no quedarme sin vista para poder expresártelo… no quedarme sin sentidos, para seguir sintiendo que te amaré mientras este día siga dormido y con ganas de seguir soñando ser este día… el día de mi cumpleaños feliz.

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