Capítulo 38 “Las cosas cotidianas”
Florece otro
día… lo anterior es una caja de recuerdos que empieza a desvanecer a los
anteriores, enciendo la hornalla y me dispongo a preparar café, antes de partir
a mis obligaciones.
Marzo vino
como extraño, pendiente de esas alegorías que no cumplimos a tiempo, cerrado a
una voluntad efímera.
Hipnótica tu
presencia permanente, duradera como las estaciones nórdicas, como el verano
caribeño o el calendario azteca. Somos un acervo de vanidades que se conjugan,
hermosas, en el vientre de un amor inesperado pero delicioso.
Agarro el teléfono
y te llamo, me atiende tu alter ego dormido, tu feminidad enterrada bajo el
frío que empieza a ganar las calles, te saludo con dulzura, te convido mi
desayuno y un beso matinal, te dejo dormir unos minutos más…
Termino mi
café, te sirvo el tuyo, la ficción es hermosa si conduce a un momento en que la
imagen se condice con el sueño que se sueña en ese preciso momento; hay flores,
hojas amarillas y una ventana que me deja ver que la espera es sinónimo de
belleza, cuando las luces se encienden y el día abre sus ojos.
Nos llamamos,
nos contamos cosas, me comprás caramelos y me cambiás monedas… te escribo un
verso y te miro a los ojos… tengo una foto tuya en mi monitor que me permite
extrañarte menos y quererte más.
Sentir que
cada rincón de mi día, de mi vida cotidiana es asombroso y fidedigno, como una
novela de Bolaño, o quizá como una canción de la Velvet Underground.
Superando las
horas que restan para que pueda verte, este mes trajo consigo muchas ganas de
dormirme con vos, de despertarme con tu voz en los oídos, con tus manos en mi
cuello, con tu pelo en mi almohada.
Ya pasaron
un puñado de llamados, mensajes de texto y conversaciones virtuales… se
disfruta de otro modo todo esto. El Abasto estaba como rebalsado de gente
cuando volviste de la península itálica, la abstracción fue terrible, nadie había
alrededor nuestro, los fantasmas eran anécdotas fabulosas.
El abrazo
fue tan grande que resultó irrepetible, el sonido de las bocas resultó una
orquesta tocando un réquiem indescriptible, una sonata vespertina, un vaivén cardinal
en medio de un hemisferio desconocido.
El refugio
de nuestro amor es un símbolo lingüístico de compleja comprensión, pues es un
dialecto cuya simetría nace, crece y muere en nosotros, mientras resucita con más
fuerza e irrumpe en los rincones más sensibles de nuestros cuerpos.
Somos hacer
noni, somos medialunita integral y tortita negra, mandar faxes, querer vos,
boni y boni, gorda y gordo, los nenes y
toda la parafernalia apodada amor… un inmenso mural que se nutre de los colores
que emergen de nosotros.
Un derrotero
de cosas que nos pasan todos los días y que vivimos con intensidad, mientras
las fatalidades quedan afuera de nuestro lugar que es el amor,
Debajo de la
almohada hay mil sueños, recuerdos, imágenes, encuentros, celebraciones,
cavilaciones, montañas de anécdotas que nos hicieron crecer hasta llegar hasta acá.
Pueden pasar
muchas cosas, pueden surgir bastantes mundos, puede terminarse el sueño pero no
el amor.
El misterio
y la periferia de un período que nunca imaginamos…
Sucumbir ante
vos cuando quiera, sorprenderme de que sigamos haciendo angelitos en las
pomposas nubes blancas de este año tan singular, tan nuestro. El recorrido de
una verdad que se vuelve verdadera e inevitable… es la hora de amarnos en el
almanaque, es un día para sumergirme en vos y capturar cada mirada que nos
encuentre unidos a través de un canal que nuestros ojos construyen cuando se
miran profundo, cuando la noche nos sorprende enredados como una madeja de
flores que descansan hasta volver a salir en primavera.
Dejame hacerte
canción para mis noches en vela, déjate ser compañera para los días que vendrán
a asilarnos… somos un invierno lleno de ternura, de color, de compañía. El tiempo
sabe que el reloj se detendrá cuando nuestro beso de novios diga sí.
Las cosas
cotidianas nos hacen bien… que el futuro sea la gloria invadiendo nuestra
dichosa historia… la historia que puede ser contada… la historia del amor.
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