Capítulo 37 “Las causas”
Son
fenómenos indescriptibles, eléctricas sensaciones que suben, fervorosas, por el
cuerpo… los encuentros son pequeñas porciones de vida que se unifican en el
devenir contemporáneo de la alineación astral. No somos mero producto de la
coincidencia, ni de la suerte, ni de la casualidad… somos un ramo de causas que
recorren un laberinto y se dejan encontrar inesperadamente.
A veces la
lluvia, el ruido de las gotas que me hablan, el color de las nubes que me
encandilan, la iluminación del día que me desorienta. Y vos… siempre vos y esa
libertad que tenés de hacerme sentir liviano, suavemente volátil… y yo tan
mortal con tu compañía, tan desmedido, tan sencillo que apenas si puedo hacer
una rima cuando te veo.
Qué extraña
es la vida cuando se suman las causas y desconocemos las consecuencias y su
correspondiente destino, apenas perceptible cuando el corazón se recuesta y
descansa.
Mientras resta
un santiamén para el reencuentro, me como las uñas y les cuento que la espera
se extendió más de lo debido. Le cuento a la palma de mi mano que esperar fue
agónico, que no supe si el frío te hacía daño, que el verano fue aburrido sin
vos, que las noches psicoanalizaron mi frágil humanidad… un tentempié en las
estrellas, un fragmento de ese vuelo peregrino que aún no hicimos y espera.
Escenas inmortales,
lienzos llenos de historias que fuimos dibujando… un viaje es apenas un esbozo
simbólico, un profundo tiempo superficial que se renueva, una negociación con
las agujas del reloj.
Sentir hormigueo
en la vida mientras veo que falta cada vez menos…
Hay un sueño
aguardando en algún lugar que espera por nosotros. Habitarlo es inyectarle
vitalidad, recrudecer sus ganas de vivir, de contener latidos.
Media hora y
un caramelo deshaciéndose en mi boca, mi boca deshaciéndose al compás del ir y
venir de la golosina… el tiempo viajando a velocidades siderales dentro mío y deteniéndose
hasta volverse eterno en el reloj.
Unos segundos
y se habrá concretado el renacimiento del amor… te veo venir, te dejo de mirar,
bajo la vista, venís… surrealismo mágico, un choque de asteroides con forma de
beso.
Tu beso es
un bisturí que corta con quirúrgica precisión mi respiración, un beso que
muerde, que lastima con ternura, con efusividad, con aroma a distancia cero. Un
beso que en medio del ruido de las multitudes, nos transforma en peregrinos, en
un vía crucis hacia la ofrenda celestial… el beso que no se olvida porque
empieza a ser el último cuando otro se dispone a venir.
Y el
reencuentro es acción, es un paraguas que nos protege de la tormenta de gente
que solo se dispone a vivir el rato, mientras nosotros brillamos en la noche.
Es contarte
todo en un lapso breve de tiempo, es escucharte todo en un lapso de tiempo… es
un lapso de tiempo donde transcurre una vida que no es cualquier vida, sino
nuestra vida en amor.
Es tu dulce
compañía y mi dulce acompañamiento, son esferas de colores que desfilan por
doquier, es una canción de Fito Páez de fondo, es el vestido, la flor y el amor
en un tríptico de nosotros dos.
Somos dos
perfiles cóncavos que encajan perfecto cuando se empiezan a acercar… el juego
de las coincidencias, de la rara conexión virtual y posterior coronación. Cuántos
querrían algo así alguna vez en sus vidas?
Nosotros lo
tenemos aunque no presumamos de tenerlo, porque cuidarlo es compartirlo y
desaceleramos el mundo cuando nos mostramos cercanos y llenos de gracia.
Te sigo
mirando a los ojos… me hundo lentamente en ellos, froto los míos sin creer lo
que ven, me desconecto de la existencia para sumergirme en tu voz, en recuerdos
sepiados que toman color hoy, cuando te siento tan acá.
Somos una
ronda que abraza y rodea la vía láctea, un periplo de cometas que dejan una
estela dorada en el azul profundo del cielo que hoy nos acompaña.
Hoy, con el
otoño golpeándonos la puerta, de pronto apareció la primavera para quedarse
unos días a convivir con nosotros.
Seremos un
breve estío fuera de temporada, una compleja ecuación de amor, un cementerio de
flores que dormitan en el álbum de fotos que nos muestran felices.
Cuarto menguante,
solfeo de silencios, humus en el desierto de miradas… algo acelera mis
pulsaciones, eriza mi piel y vulnera mi sensibilidad en estos días. La sangre
hierve, el camino florece años luz, nosotros pintamos colores y tonos.
No hay
ausencias ahora sino causas para seguir buscándonos… una canción de los días
que nos dieron la espalda.
Te empiezo a
extrañar… recién has llegado.
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