Capítulo 23 “Los sortilegios”
Las
preguntas surgen solas cuando viajamos a la velocidad de la luz por el espacio
sideral… Somos, seremos, fuimos? Agasajamos al tiempo con el amor estallando
con locura de nuestros pechos exultantes? Estás acá en el mismo momento en el
que yo estoy?
Somos
milenarios siglos de amor puro, la clarividencia del devenir y el secreto
guardado en un cofre cuya llave toma forma de lenguas que se abrazan
apasionadas… es el beso total, la maravillosa escena naciente, la timidez
expulsada de nuestros cuerpos cuando se besan las pieles, cuando eclosionan,
cuando humedecemos con rocío polinizado, los labios que susurran dulces
historias.
La
ambigüedad espacial, el torbellino temporal, la lluvia cálida, nuestros nombres
copulando con los recortes y las acuarelas que representan collages vestidos de
amor, de sábado a la noche, cuando mi sed muere al beber tu cuerpo de astros y
semillas.
Yo te podría
contar mil momentos e historias, vos sos la protagonista, estás atrapada en las
líneas de lo que narro, mientras tu vestido se vuela al son del viento que
arrastra sedimentos y tu bucólico andar…
danzando cuasi bailarina alada, espectro de cristal y magnolias, frágil tallo
que abrazo compulsivamente hasta asfixiarlo… el amor de mi vida jugando al amor
de mi vida.
Cargo en mis
hombros un camino directo hacia vos… un tambor que resuena en mi pecho, una
película de Fellini, un viaje para concretar, un viaje lejano, imposible,
irrealizable… pero un viaje nuestro, para siempre.
Sos una mina
de chocolate, un ramillete de monedas, un solsticio nocturno, un te quiero en
mil dialectos, un sismo en una pecera… lo inverosímil cobra vida cuando te miro
venir chispeante hacia mí, cuando mi cuerpo se transforma en un planisferio, en
un río, en una maceta donde crecés y te veo reír.
Yo te invado
en mi interior, vos pintás colores, yo te coloreo, vos me enseñás a decirte lo
que no quiero decirle a nadie… y en ese vaivén se enciende la mañana, donde nos
encontramos empachados de risas, de espejos, de gotas corporales, de centenas
de moléculas de amor en estado orgánico.
Te busqué
deseando flotar, te encontré flotando, suspendida en la ciudad, en las luces de
Capital Federal, en el ensayo del romance no iniciado y nunca concluido…
El carnaval
de las manos que se toman y se tatúan las huellas digitales, sensoriales sortilegios
que desnudan las almas, presagiando un florecer inédito, el cumpleaños del beso
en aquel sillón improvisado, el sonido del bandoneón a la lontananza, el
vestido y la flor, las caricias y la respiración acelerándose, simbolizando que
dentro nuestro nace el universo.
“De donde vinieron porqué están,
conmigo acá…
y creo que entiendo alguien detrás, me quiere
hablar…
y me llevará lejos de acá, sé que
volverán si hay alguien más.
Sentado en un trono sobre el mar,
podría estar…
son cosas que pasan más allá, de mi verdad…
y me llevará lejos de acá, sé que
volverán si hay alguien más.
Tú me has mostrado el sol, en el
rincón que duerme…
y robé de tu voz; la llevo en mi
pecho aquí…
eres mi gran soldado, si atrapas
hoy el cielo…
me quedaré a tu lado, para
llenarte de calor.
Cuéntales que aquí estoy, los
seguiré esperando…
que aquí has vivido tú…
diles que hay alguien sin valor,
para quedarse sola…
sin la persona que escribió en mi
mano las historias, que también son igual que tú”
Refugiados
en un trono de tardes y soles, de café y sonrisas… no quiero verte llorar, no
quiero hacerte sufrir, no quiero nada que no sea con vos.
Laten los
acertijos, alguna corazonada me dice que vamos a terminar siendo eternos… me
dejo sorprender, sorprendeme algún día con tu calor abrigando mi humanidad…
Sólo quiero
estar entre tu piel.
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