martes, 5 de febrero de 2013

Capítulo 23 “Los sortilegios”


Las preguntas surgen solas cuando viajamos a la velocidad de la luz por el espacio sideral… Somos, seremos, fuimos? Agasajamos al tiempo con el amor estallando con locura de nuestros pechos exultantes? Estás acá en el mismo momento en el que yo estoy?

Somos milenarios siglos de amor puro, la clarividencia del devenir y el secreto guardado en un cofre cuya llave toma forma de lenguas que se abrazan apasionadas… es el beso total, la maravillosa escena naciente, la timidez expulsada de nuestros cuerpos cuando se besan las pieles, cuando eclosionan, cuando humedecemos con rocío polinizado, los labios que susurran dulces historias.

La ambigüedad espacial, el torbellino temporal, la lluvia cálida, nuestros nombres copulando con los recortes y las acuarelas que representan collages vestidos de amor, de sábado a la noche, cuando mi sed muere al beber tu cuerpo de astros y semillas.

Yo te podría contar mil momentos e historias, vos sos la protagonista, estás atrapada en las líneas de lo que narro, mientras tu vestido se vuela al son del viento que arrastra  sedimentos y tu bucólico andar… danzando cuasi bailarina alada, espectro de cristal y magnolias, frágil tallo que abrazo compulsivamente hasta asfixiarlo… el amor de mi vida jugando al amor de mi vida.

Cargo en mis hombros un camino directo hacia vos… un tambor que resuena en mi pecho, una película de Fellini, un viaje para concretar, un viaje lejano, imposible, irrealizable… pero un viaje nuestro, para siempre.

Sos una mina de chocolate, un ramillete de monedas, un solsticio nocturno, un te quiero en mil dialectos, un sismo en una pecera… lo inverosímil cobra vida cuando te miro venir chispeante hacia mí, cuando mi cuerpo se transforma en un planisferio, en un río, en una maceta donde crecés y te veo reír.

Yo te invado en mi interior, vos pintás colores, yo te coloreo, vos me enseñás a decirte lo que no quiero decirle a nadie… y en ese vaivén se enciende la mañana, donde nos encontramos empachados de risas, de espejos, de gotas corporales, de centenas de moléculas de amor en estado orgánico.

Te busqué deseando flotar, te encontré flotando, suspendida en la ciudad, en las luces de Capital Federal, en el ensayo del romance no iniciado y nunca concluido…

El carnaval de las manos que se toman y se tatúan las huellas digitales, sensoriales sortilegios que desnudan las almas, presagiando un florecer inédito, el cumpleaños del beso en aquel sillón improvisado, el sonido del bandoneón a la lontananza, el vestido y la flor, las caricias y la respiración acelerándose, simbolizando que dentro nuestro nace el universo.

“De donde vinieron porqué están, conmigo acá…

 y creo que entiendo alguien detrás, me quiere hablar…

y me llevará lejos de acá, sé que volverán si hay alguien más.

Sentado en un trono sobre el mar, podría estar…

 son cosas que pasan más allá, de mi verdad…

y me llevará lejos de acá, sé que volverán si hay alguien más.

Tú me has mostrado el sol, en el rincón que duerme…

y robé de tu voz; la llevo en mi pecho aquí…

eres mi gran soldado, si atrapas hoy el cielo…

me quedaré a tu lado, para llenarte de calor.

Cuéntales que aquí estoy, los seguiré esperando…

que aquí has vivido tú…

diles que hay alguien sin valor, para quedarse sola…

sin la persona que escribió en mi mano las historias, que también son igual que tú”

Refugiados en un trono de tardes y soles, de café y sonrisas… no quiero verte llorar, no quiero hacerte sufrir, no quiero nada que no sea con vos.

Laten los acertijos, alguna corazonada me dice que vamos a terminar siendo eternos… me dejo sorprender, sorprendeme algún día con tu calor abrigando mi humanidad…

Sólo quiero estar entre tu piel.

 

 

 

 

 

 

 

 

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