Capítulo 28 “Las palabras”
El día me
encontró despierto junto a vos. Con tu cabello provocando cosquillas en mi
pecho en trance, mientras dormís y me abrazás casi soldándote a mi cuerpo.
Cuando dos
seres se ensamblan, las margaritas y los lirios llueven sobre la ciudad de
cemento. En las calles desiertas nos inmortalizamos, fotogramas pixelados,
marionetas del amor que van dejando la huella de la ternura en las veredas
colmadas de hastío.
Las luces
del día no se ven en este recinto… te veo descansar y te hablo en silencio,
nada va a asemejarse a todo lo que quisiera decirte. Tal vez no vayas a
escucharme, y jamás vayas a saberlo, son secretos que perecen en el mismo
momento en que nacen.
De cuando
estás de malhumor y abro el manual de quejas, mientras soltás tu enojo y yo me
enamoro, me enamoro tímidamente de tu beligerancia, de tu fragilidad.
Te digo todo
y no digo nada, una ruleta de habladurías inexactas, imprecisas, inesperadas…
la dulce dicotomía entre el querer mucho y el amar íntegramente.
Yo te regalo
una flor de papel, te regalo otra y otra más. Te las regalaría todas, en distintos
tonos, de diferentes formas, más perfumadas o no, pero te las regalaría para
entender la magnitud de mis sentimientos. Cada flor es una palabra que cae,
suavemente, sobre tu cuerpo desnudo reposando sobre el mío, artificios y
pócimas que se combinan en pizcas de magia y ternura; el amor que se esconde
detrás de la inocencia de este niño que vive dentro de un cuerpo de hombre y
quiere amarte toda.
De los
cuidados, de tu voluntad para hacerme sentir único, eterno e inquebrantable. Me
cuidás como si fuese a vivir poco, como reviviéndome a cada segundo en que de
tu vida surge un beso con destinatario. Ese destinatario que te besa la voz
ausente y se queda contemplándote risueña, imaginándote en distintas etapas.
Con el pelo más largo, con peluca, vestida de entrecasa, con canas, viajando a
su lado, viajando a tu lado… en primaveras, recién levantada de dormir, enferma
y convaleciente, resfriada y con alergias, cocinando y riendo.
Yo te quiero
leer Shakespeare, Neruda, Cortázar, Borges y Girondo… yo te quiero cantar canciones
de Juan Ravioli, Spinetta, George Harrison, Belle and Sebastian y Jorge Drexler…
yo te quiero regalar todas las flores del mundo y algún que otro jardín, un
globo de papel reciclado que nos lleve lejos, un calidoscopio que sirva de
calendario para saber cuando se juntan los meses de nuestros cumpleaños, un
segundo de nosotros cuando seamos viejitos caminando en una plaza repleta de
júbilo, un álbum de fotos que, cronológicamente, le cuenten al mundo que las
historias de amor existen.
Yo te quiero
vestida de blanco y con un ramillete de jazmines en la mano, en alguna playa
desierta, jurándole al mar que nuestra historia no tiene más que el deseo de concretarse,
que amor es mirarnos a los ojos y vibrar, entrar en nuestros cuerpos y
sentirnos tan vulnerables como estas palabras que me brotan.
Somos mortales,
inexorablemente mortales… pero el amor no, el amor no muere, deja huellas y
contagia, se expande y llora cuando lo hieren, nosotros seremos amor porque la
vida nos prometió un viaje inolvidable, un concierto de jazz bajo las
estrellas, un brindis en Venecia, un solsticio en Noruega, un deshielo en el
sur, un vals en el Caribe, un beso infinito bajo la Torre Eiffel…
“Julia”
Mañana mística, en primavera… cierra tus ojos, ojos de cristal…
En lo oscuro, verás algo brillar… por favor… quédate acá…
Por favor, quédate acá… para probar, vino de frutillas…
En un rincón
del mundo está la llave que abre la puerta de este misterioso viaje, no es
encontrarse para coincidir, sino para surgir, para nacer como si fuésemos notas
musicales que invaden el silencio reinante en el aire.
Caer sobre
tu piel y querer tatuar la huella de todas estas palabras que pululan por el
lugar, escribirlas adentro tuyo mientras te miento y te digo que dormí toda la
noche. Es el momento en que nos damos cuenta que enamorarse es no temer, sino
escribir… todas las palabras son universales, pero todas las que he de decirte,
son mías, son tuyas, son tu nombre y mi nombre ocultos, perdidos, el signo
donde somos significado y significante del lugar que inventamos una tarde de sol
y frío.
Los dueños
del tiempo y el espacio… los enamorados que se acobijan en palabras… hay
palabras que se dicen en silencio… y yo te amo.
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