domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 31 “El regreso”


Empezábamos nuevamente a sentir, habían pasado algunas semanas y la ansiedad era enorme. Esperarte, parado en una esquina, con la sal goteándome las manos, con el mar inventado para los dos y el pulso acelerando mágicamente.

Fue volver a nuestra esquina a encender la llama de nuestros sueños, a crear nuevas misiones que cumplir, un testamento que coronara tamaño amor.

El recorrido era el mismo, pero la coyuntura era otra, las tempestades ya no eran frecuentes y las posibilidades eran certeras y omnipresentes. Un puñado de anécdotas hermosas que se pueden enumerar. Vos me dijiste:

“Y? te sigue invitando la nena esa tonta? Le contaste que la vimos con la pintura corrida a la zuecuda? Si se hace un día morocha no la quieras :$”

“Hola hablo con el chico al que le gustan las tortafritas?”

“Entonces me sacás de mis obligaciones y vamos a cenar?”

Y quedarme sentadito como si fuesen a venir los Reyes Magos o el día de mi cumpleaños, esos momentos donde nos sentimos únicos, donde el sufrimiento muere producto de la deliciosa búsqueda del azar mismo, insolado por el retrato de un sol pintado en un papel celeste.

Vos disolviéndote en mí, llenando mi vida de sonrisas puras y sensibles… verte volver como la frase verbal que pronuncio desde que nos encontramos, el devenir musical de nuestras bocas bailando rancheras y saboreando el dulce triunfo del amor.

“No hay porvenir sin vos… por venir…”

Las heridas cauterizadas, el fervoroso invierno en que nos dijimos tanto que no alcanza el tiempo para documentarlo, supersticiones venideras y el corolario de un resto que el viento se llevó.

Llego, los momentos se empiezan a juntar como las gotas en el agua, se funden, se interpolan, recrudecen… por un momento vuelvo a ser pequeño e inocente, sigo la línea de las baldosas en las veredas festivas de la Capital.

Voy por un sendero que me lleva a seguir esperando, la espera es el medio del amor final, del frenesí inmaculado, de la deshora que marca una venida épica, terrena, superficialmente profunda.

Sumo, resto, multiplico y divido… las operaciones matemáticas surgen intempestivamente. Sumo los momentos y los encuentros, las alegrías y el tiempo, resto las penas y los errores, los llantos y las noches ausentes, multiplico las ganas y los besos, la fe y las palabras, divido el mundo en dos y nos convierto en mitades que se complementan.

Bajo la vista, te veo venir con una bolsa en tu mano y un color en tu piel, color soleado, andar discontinuo, bebo los últimos segundos, los convierto en sesenta segundos que serán suficientes para morder tu aliento y tatuar mi amor en el interior de tu boca desierta de recuerdos… te doy el beso del reencuentro y te abro mis brazos, te dejas caer casi naturalmente, te miro, no dejo de mirarte, las sonrisas y las miradas viven sus propias historias de amor, degusto tus manos, besándolas incansablemente, te vuelvo a mirar y te digo hola.

El resto es un rejunte de cosas, ponernos al día en nuestros días, jugar a que somos chiquitos mientras nuestras manos se abrazan y se dejan llevar por nuestros pasos.

DULCE SONORIDAD EN TU BOCA PRONUNCIANDO MI NOMBRE…
TIERNO ADIÓS QUE SE VÁ CUANDO EL HORIZONTE TE LLEVA…
EN LAS ALTURAS DONDE LOS CUERPOS CELESTES DANZAN…
Y LOS PUNTOS INCONEXOS DESLUMBRAN LA NOCHE MUSTIA…
EN UN LUGAR DONDE LOS SUSPIROS SE ACELERAN LIBRES…
Y LOS MARES CHAPOTEAN EN EL AGUA SIDERAL DE TU CIELO…
MIL FORMAS DE EMBELLECER ESTE BOSQUE DE TUS MANOS…
ABRIRLE LA PUERTA AL TIEMPO Y BEBER UN SORBO DE LUZ…
MIENTRAS MI VIDA PARECE DURAR LO QUE TU BESO DURA…
NIEVE DE COLORES Y UNA SILENCIOSA MUERTE DIARIA…
JIRONES DE MI CARNE QUE VIBRAN AL CANTO DEL RUISEÑOR…
TU CADENCIA DORMIDA HÚMEDO RECUERDO DE AYER…
LA AGONÍA DE MI SER EN LO PROFUNDO DE TU DESNUDEZ…
SENSATION DOUCE BRISE DÉTRUITS PAR LE SOLEIL.

La equidistancia entre dos amanecidos al atardecer, cuando el romance despierta y solidifica instantáneo en la crepuscular tarde porteña.

Nos dijimos un tango de Manzi, nos hicimos película, canción de Bill Evans o de Elvis Costello, cuando el viento predecía una tormenta inmejorable.

La lluvia bañando la noche, el temor de saber que la durabilidad dura lo que dura la vida en forma duradera, el juego de palabras que no nos dijimos, la soledad y el regreso.

Y las auroras boreales, y las montañas nevadas, y los fenómenos inexplicables, todo, todo cabe dentro de un corazón de melón y un corazón de chocolate.

Tan suaves como un clavicordio, tan distintos como un tablero de ajedrez redondo, tan difíciles de repetir como la comedia y la farsa de la historia humana. Destinos inciertos que se encuentran en un punto para ya no separarse… el reencuentro de los amantes que opacan el alba.

 

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