martes, 26 de febrero de 2013

Capítulo 36 “Las imprecisiones temporales”


Mirarla llegar es un anhelo, un eslabón vertido en un aljibe, la frescura de una bienvenida inesperada… en todo este tiempo me dediqué a extrañarla, quizá ella no lo sepa, el ramillete de historias que le conté haya sido insuficiente o directamente no haya nada que esperar, porque nunca se fue.

Recién está llegando, se ve hermosa aunque no la puedo ver, sus manos dibujan el horizonte que afronta al caminar, se sienta a descansar y contemplar el sol.

Es un enigma, un equinoccio, una leve y suspendida caricia que me toca la cara, un presagio inmaculado que deviene en realidad. Está dormida pero soñando despierta, concretando sueños y divagando sobre una nube, suspendida en el cielo de abril en primavera.

Una mirada, una inspiración, una maravilla que ronda la faz del mundo, mientras la mitad de la luna enseña su cuerpo y la otra mitad le ilumina el paisaje donde ella juega a ser una nena que baila valses con el verano que empieza a asomar.

Acá todo está en calma, menos mis ansias por verla… un segundo de ella es un infinito abrazo que me abrigará de este otoño que acaba de despertarse.

Yo me quedo dormido mientras las horas me ponen a leer y avanzar en mi camino hacia la licenciatura; quiero seguir siendo su sociologote, su fetiche conocedor de calles y creador de artificios literarios, su merienda llena de ternura, su número de la suerte, su abrazo noctámbulo.

Ya le escribí un arsenal de relatos que lee cada vez que puede, es mi forma de atenuar la distancia y hacerla menos distante. No tengo demasiado, apenas mi intención de cuidarla, amarla y regalarle sortijas de un carrusel imaginario, donde las vueltas duran lo que un día en la tierra.

Estoy creciendo, crezco a su lado sin que lo advierta… mi reino es caminar de su mano, aunque de un sueño se trate.

Las horas se vuelven crueldades y vaivenes, una imprecisión del reloj que ejerce un tirano poder sobre nuestro amor desencontrado.

Y, sin embargo, no llega del todo, se esfuma a través de los vidrios y las ramas estivales que empiezan a pedir asilo en algún hogar de café y medialunas. Ella no termina de venir, porque ella es todo lo que mantiene vivo este deseo de que esté acá, en mis brazos, donde el silencio se ve interrumpido por mi voz que le lee cuentos para dormirse profundamente. En mi pecho, cerca de mi boca que le canta una canción de amor enamorado, que la nombra porque es ella todo el nombre de esta canción.

“She may be the face i can't forget

the trace of pleasure or regret

maybe my treasure or the prize i have to pay

she may be the song that summer sings

maybe the children autumn brings

maybe a hundred different things

within the measure of a day

She may be the beauty or the beast

maybe the famine or the feast

may turn each day into a heaven or a hell

she may be the mirror of my dreams

a smile reflected in a stream

she may not be what she may seem

inside her shell....

She, who always seems so happy in a crowd

whose eyes can be so private and so proud

no one's allowed to see them when they cry

she maybe the love that cannot hope to last

may come to leap from shadows in the past

that i remember 'till the day i die

She maybe the reason i survive

the why and wherefore kind of life

the one i care for through the rough and ready years

Me, i'll take the laughter and your tears

and make them all my souvenirs

and when she goes i've got to be

the meaning of my life is

she....she

oh, she…”

Soñarla es tener un motivo, es el fragmento de algún verso que aún no se ha escrito, la delicada cadencia de un acorde musical que esgrime cuando la escucho llamarme, nombrarme, extrañarme. Somos un cauce donde los mundos se vuelven palabras que nadie pronuncia, porque somos los dueños de todo lo que acontece en el mundo cuando nos reflejamos, cuando nos sentimos, cuando nos volvemos ciegos que recorren la periferia del otro con curiosidad.

Y yo me dejo caer, me elevo clarividente sobre la cima de esa montaña donde la bauticé amor de mis días, donde descansa el origen de este relato, donde quisiera pedirle que el para siempre sea el camino elegido por los dos.

Los delirios de un poeta que conoció el amor y se dedica a extrañarlo, aunque ese amor esté dentro suyo latiendo.

Ella es toda ella, ella es un momento en el que quiero morir, una esquina donde quiero darle mi último beso, mi última palabra, mi último aliento… ese hilo de vida de donde pende el pergamino que define un amor que se erigió mientras el mundo se olvidaba que el amor es un universo donde solo entramos ella y yo.

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