Capítulo 24 “Los números”
Escucho una
tierna canción… “tenés… eso que me puede…”
observo inquieto el ir y venir, simultáneo, de pasos que no conozco, la
soledad y el silencio son sensitivos, permanentes, poco maleables.
13:16 pm en
el reloj, hora de extrañarte en mi cabeza… la frontera cruel, el desafío de
inventarme un recuerdo tuyo en la cabeza, para que sigas invadiéndola, la tarde
que toma una siesta y me deja abandonado frente al reinante eco del chasquido
de mis dedos al compás de Daniel Melero.
Sesenta y
ocho días de dulzura, millones de ilusiones puestas en marcha, dos meses de
saberme infinito, nueve cenas, tres meriendas, cuatro noches de amor, billones
de esferas celestes en el cielo, centenas de nubes en la tarde, dos desayunos,
un par de cartas, cinco regalos, mil seiscientas treinta y dos horas, infinita
cantidad de besos, muchos te quiero y algunos te amo, noventa y siete mil
novecientos veinte minutos de ternura, una imagen repetida, dos manos en mil
paseos, cinco millones ochocientos setenta y cinco mil doscientos segundos de
vos y yo… Qué podría pedirle ahora al mundo, si te tengo dentro mío todo el
tiempo?
Una sonrisa
que transfiere miles de sonrisas en mi boca que sólo repite millones de veces
tu nombre, que lo deletrea inconsciente, que lo dibuja en el aire, que lo
deshoja al ritmo que el otoño deshoja el jardín humano, cuando el sepia decora
las hojas y los vástagos de la primavera fecundan flores inciertas.
Octubre es
el mes diez, el sucesor de septiembre y agosto… nos encontramos en forma
cariñosamente casual… vos con edad de primavera y yo con edad de fin de mes,
dos constelaciones que chocan con suavidad, llenando de colores una ciudad
gris.
Significado y
significante se cruzaron dándole vida y nacimiento a un nuevo lenguaje… vos y
yo hablando en clave de enamorados, sembrando la oscuridad con gestos, con
palabras y el sonido de dos bocas que inundaban el aire de perfume.
Habrá nacido
quien sepa inmortalizar este amor? Los protagonistas lo estamos viviendo, los
testigos son numerosos, las miradas son dos y se convierten en un cíclope
mundano.
Son sesenta
y ocho días de jugar al ciego y palpar el contorno y el relieve de tu cara,
saborear tu comisura, tus párpados, tus mejillas, sentir el calor de tu piel,
la suavidad de tu pelo en mis manos que lo retuercen, oír la melodía de tu voz
esbozando apócopes de mi nombre, apodos, o simplemente decirme las cosas que
acontecen en ese momento.
Es depositar
mis cinco sentidos en tus mil elementos, es condensar una realidad difusa,
asombrosa, el planeta regodeándose de nuestro porvenir, los siete días de la
semana reflejando la incalculable cantidad de veces que le converso a la noche
de vos, cuando cortamos el teléfono antes de dormirnos y encontrarnos en
sueños.
Es palpitar
todas las mañanas, cuando el recuerdo del día anterior provoca que el desayuno
se enfríe por mi distracción.
Hay un lugar
que nos representa, es un hueco, pequeño, un habitáculo en pleno Acoyte, donde
nos sumergimos a sincerarnos, a verter segundos de vida, a ahogarnos con el
aliento y la humedad de nuestros cuerpos, centenares de momentos, de secuencias
que parecen daguerrotipos de aquellos romances ideales, de novela, poesía o
prosa.
Es querer
hacerte única metáfora entre todas las metáforas, es coronarte reina en un
reinado invisible, es vislumbrar el futuro recordando ese cinco del mes ocho a
las tres de la tarde…
Mensaje de
texto número ciento veintinueve: “Boniiii!!! Holaaaaaaa! Te quiero!!! =) “
Mensaje de
texto número doscientos seis: “ Sos una cosa hermosamente abrazable sabías? “
Mensaje de
texto número doscientos sesenta y uno: “Te extraño”
Volverme a
mi casa con aroma a vos, convertir el largo recorrido en un sueño realizado, en
una quimera muerta, en endorfinas que me acobijan mientras duermo en tu
corazón.
Contarte que
algo me inquieta, que vos lo sos todo, que ahora no pienso sino en dos…
Contarte una
historia que habla de la luna pálida recostada sobre la cama, una luna en la
tierra, a mi lado, desnuda luna con enormes ojos cerrados… una luna que reposa
franca y descendente, mientras la oscuridad la viste y la abriga del frío
invernal.
Los números son
entelequias para muchos… navegamos en colosales calendarios, en visibles
fechas, en itinerarios, en futuros días que se llevan el presente. Nuestro presente
es inmejorable, somos todos los números posibles, las fechas más hermosas, los
siete colores de un arcoíris que atraviesa la ciudad desde mi cama hasta la
tuya.
Me quedan
todos los días que vendrán, las contagiosas ganas de dibujarte, de cantarte, de
contarte historias para que te duermas, de abrazarte y apretarte contra mi
pecho… todo esto y el fin de mi vida, ese último segundo en el que quiero que
estés a mi lado.
Llevarte conmigo
adonde quiera que vaya… el tiempo del amor en cifras incalculables.
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