miércoles, 20 de febrero de 2013

Capítulo 33 “La Península”


La bella Italia… un lugar peninsularmente lejano, extenso, añejo. El mundo está en movimiento, nosotros también, aunque no se perciba. Todo parece regresar a su estado natural, al inmutable estado de las cosas que no existen, la quietud inquebrantable de la vida sin vos.

Te extraño con los cinco sentidos y con este sexto que me permite atenuar esta ida que quiero que se vuelva vuelta… son los deseos, las manifestaciones de miles de yo en mi cuerpo, que reclaman con energía, que estés acá.

I just don´t know what to do with myself… esperando el atemporal reencuentro, el limpio contacto entre nuestras voces que no se oyen, pero que se hablan, entre nuestros cuerpos que no se tocan pero se sienten, entre nosotros que no podemos tomarnos de la mano, pero que vamos de la mano en todos los lugares del mundo que nos encuentran distantes. Nos abrazamos, cuasi osos, en el invierno europeo y en el verano americano… Buenos Aires mandando besos transatlánticos a Roma, mientras te escribo una historia, mientras las casualidades se asocian a las coincidencias, y el resto del alrededor se mira al espejo.

Somos dos personajes de ficción, perfectamente complementarios, yo soy un cascarón rígido que contiene las debilidades que te permiten hacerme berrinches a los que acudo con gusto, símil refugio insoslayable, del que tenés la llave para abrirlo. El juego de las vanidades, el instante galante en que te invito a caminar… vos sos todo un escenario, una obra de títeres que me devuelve la niñez, la figurita que llena el álbum, el caramelo media hora que encuentro oculto en mi bolsillo, cuando la pena me invade.

Aún sigue perdurando el recuerdo de Rosario Bléfari y Guillermo Pesoa en el Kónex, la pizza en Los Inmortales, la tarde de domingo en Havanna, luego de una noche de intensidad y confesiones, el retrato de tu rubor encendido cuando enfrentábamos el irremediable momento de ahogar nuestros ojos en la mirada del otro. No existe un momento en el mundo, sino el simple hecho de habernos encontrado… el corolario de todo esto es nuestra imagen pendiendo de una imagen colosal de un horizonte en degradé.

Tu nombre descansa en una piedra y por eso sé que en algún lugar siempre vas a estar, si tiene sonido y melodía es porque se vuelve recurrente pronunciarlo todo el tiempo; tus manos siguen fecundando la imponente montaña donde espero poder tomarlas con fuerza, cuando llegue el momento de decirle a todo el mundo, desde la cima de ella, que mandé a mi corazón de viaje hacia el tuyo.

Mientras vos das la vuelta al mundo en un puñado de días, yo escribo un ramillete de versos para que no sea trillado el acto de extrañarte.

La lontananza me sienta bien, no es tenerte acá pero es poder imaginarte en diferentes formas, colores, movimientos… es aprender a aferrarme a tu interior y escribir este cuento, a pesar de que no veas, en este preciso momento, que lo estoy haciendo.

Spinetta me dice que tengo que aprender a volar entre tanta gente de pie y lo escucho mientras recuerdo que descalza caminás por mi piel, y sonrío.

Todo es un fenómeno inexplicable, que alcanza su punto más alto, cuando tu boca se acerca a mí y el tiempo se detiene.

me alegró bastante, ver una carta tuya, en una forma reclamándome, lo que demuestra que hay cierto interés o dedicación… de este lado se siente como una manera buena de encontrar motivos…”

Los desniveles empiezan a implorarle a mis sueños que empiecen a cumplirse… dormir resulta una quimera cargada de imposibilidad. No pensar en vos antes de cerrar los ojos, es vulnerar mi paz nocturna, y yo quisiera que vuelvas en este mismo momento, pero también entiendo que la alegría de que estés allá es infinita.

Como dos sobres que recorren miles de kilómetros, guardamos dentro de nosotros, el segundo en que vayamos a vernos y a revivir el colorado de tus cachetes y la timidez de mis comisuras.

Restan algunas lunas y muchas historias… descansando en mi pecho aguardo que muera esta distancia.

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