Capítulo 30 “Los puntos cardinales”
Y pasaron
las fiestas y las celebraciones, vos y yo encarando nuevas aventuras… sólo
sentirme sentir, tan simple como ilustrarte en devotas hojas blancas.
Engalanando las noches, Uruguay me queda a la vuelta, pero lejos… demasiado
lejos.
Es un
suspiro donde rememoro y recuerdo el sonido y la cadencia de ese “chuick” o ese
“mua” estrellándose en mi boca.
Entonces surgen
mapas, direcciones y teléfonos… un universo de despiadadas distancias que nos
destrozan el corazón. En la mustia madrugada de verano, vos en una playa y yo alumbrándote
desde el otro lado del charco, una aventura desmedida, un silencio interrumpido
por la dulce perpetuidad de sentirnos parte y arte.
Entre vos
que sos chiquita y yo que soy un nene disfrazado de hombre, reacomodamos el
mundo, lo teñimos de nosotros y le imprimimos la huella de los bonis que se
molestan aunque haya un océano de agua dulce de por medio.
Escucharte es
encenderme, volverme resplandeciente, sólido, volátil, impregnarme de aire
rioplatense.
Quiero contarte
historias y te tengo lejos, una mueca de felicidad se instala en mi semblante
cuando el celular prende su luz anunciando que estás. Quiero oírte reír, quiero
verte correr, quiero reencontrarme con vos en la esquina donde parimos un
romance inédito…
Mi nivel de
enamoramiento asciende, se evapora y vuelve a llover. Sos responsable de mi
ritmo cardíaco, de mi zozobra nocturna y de mis infinitas ganas de contarte
esto en secreto.
Son decenas
de noches donde jugar a descubrir la fiesta de nuestros desnudos cuerpos,
vaticinaba este presente atravesado por besos y profundas palabras de amor en
silencio.
Es oler el
aroma de las sábanas, recordar con nostalgia la textura de las mantas, de tu
piel, de tu pelo, de tu partida inesperada… hay segundos en que el calor de
Buenos Aires se vuelve intangible, foráneo, displicente.
Nubes que
iban y venían, palomas que reflejaban mis ganas de llegar cuanto antes a tus
brazos colmados de purpurina y almizcle, en un paisaje bucólico intrascendente,
pero absolutamente nuestro.
Soy un
muñeco inocente, de trapo y colores, que se posa liviano sobre tu balcón y te
arroja cartas sobre la cama. Sos el jugo de una naranja dividida en dos partes
que se extrañan en simultáneo.
El embrión de
un impulso desenfrenado, la correlación entre dos almas que determinan un aleph
lleno de pasadizos y sombras, la mixtura de los colores al amanecer y cuando el
día muere… todas libertades que se superponen y escriben la historia del mundo.
Totalidades que
hablan de nosotros, del descubrimiento de un lugar en algún sitio recóndito donde
guardamos todas nuestras vivencias, casi tan místico como esa tierra donde la
mujer de Lot se volvió estatua de sal.
El desarraigo
y la dorada secuencia del beso que espera tendido sobre la hierba de algún parque
que nos rememora.
Adorarte resulta
insignificante, desmedidamente pobre, humanamente imposible… es esconder una
parte importante de todo lo que quiero decirte cada vez que te veo.
Yo sé que
vos podés marcharte imprevistamente, pero sé que no quisiera que lo hagas… sé
que podrías abandonar el paisaje, pero revivirías en cada fruto que recoja de
él… sé que la eternidad no existe, pero empiezo a creer en su realización,
mientras tus ojos me sigan asilando en su profundidad.
Quedaron mil
anécdotas que contar: dormirnos en el cine, despertarnos con el tiempo justo
para llegar al trabajo, desayunar una merienda hermosa, las cartas, tu malhumor
y mis derrapes, los señaladores, las estampillas de Borges y el llavero, la
tarjeta de Brecht y los caramelos, las monedas de un peso y los exprimidos, el
Cinzano en La Catedral y los suspiros, los masajes y acurrucarnos en las
paradas de colectivos, crear con vos una agrupación política y leer los
diarios, escribir en una plaza una editorial y repasar para los finales, llorar
y contenernos, sonreír y entendernos, brillar y extrañarnos, sucumbir y
levantarnos, correr y mimarnos, cenar y querernos, anochecer amando, despertar
renaciendo.
Nos resta
empacar para irnos, recorrer las latitudes y borrar los puntos cardinales para
buscarnos por amor y no por orientación…
Nos queda
bailar un tango y cantarnos una canción en algún rincón de nuestra casa…
Nos queda
tanto por vivir, que no pienso siquiera en morir…
Todo es
descendente ahora…
Tus manos…
Tu boca…
Vos…
Amarte es
volver a vivir, es recordar el rubor de tus mejillas, el plateado de tu sonrisa
y el lustre de tu aura imperceptible.
En algún lugar
estás, tal vez más adentro mío de lo que creo… te dejo descansar ahora que
escuché tu voz. Te acuno y me vuelvo bebé en tus sueños… mañana es tiempo de
los dos.
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