sábado, 2 de febrero de 2013

Capítulo 21 “La primavera”


Sonidos encendidos por el aire estacional. Tengo miedo que no me salga escribirte, contenerte, abrazarte.

Son los temores del adolescente que se refleja en el espejo, en la incertidumbre, en el ocaso.

Algo extraño ocurre de pronto, como si el aire cambiase repentinamente. La luz, el cielo, las calles; alguien ha llegado inevitablemente, trae un pincel con forma de flores, de nubes blancas, de caramelos y sonrisas, es la primavera mi amor y se parece mucho a vos.

Yo te veo resplandecer y serenarte en medio de tanto caos, de tanta intrascendencia, de tan poco amor… que me veo reír con alegría en las venas de tu sonrisa.

Te obsequié flores, las flores del mal, el silencio de quien espera que lo abraces hasta dejarlo sin aire, vos tan dulce y bonita, yo tan enamorado de vos. La combinación de los planetas alineados que escriben presentes sin temor, con ternura y enfocándose en ese puente que quieren cruzar tomados de la mano y jugando al amor hasta el amanecer.

Siempre en libertad, desafiando las ocasionales tormentas, soslayando las tristezas que irrumpen, despreciando toda acción que vaya a querer derribar el castillito de arena que construimos.

Livianos y artistas de la romanza y la cursilería, peregrinos del trayecto Ramos Mejía- Caballito- Villa del Parque, la sensación de estar probando frutas dulces en forma continua, vulnerables que se vulneran cuando la distancia los deja sorprendidos, cuando el extrañar se vuelve rutina y el sopor invade los lugares comunes.

En un abrir y cerrar de ojos ya anduvimos lo suficiente para saber que somos especiales, filosos, maniáticos, querendones, ansiosos, risueños, amorosos, sensibles, irónicos, cinéfilos, infantiles, compañeros, melómanos, caprichosos, pero que sobre todas las cosas, nos amamos como se aman los grandes amores universales.

Tu compañía es la mejor amiga de mi soledad, tu soledad es una postal perdida en el tiempo… Soledad te llamás también y no se nota cuando te dejás caer rendida en mis manos que te colman de caricias, de mimos, de masajes, de gestos que dibujo en tu semblante mientras recorro el contorno y me permito soñar mil sueños asombrosos.

No somos presagios, sortilegios ni equidistancias. Apenas somos muertes que vendrán cuando el amor se acabe. Será que la inmortalidad es posible?

Las conversaciones son moneda corriente, la mañana de este día me sorprendió sumergido en una fábula sin precedentes, circunscripto en diamantes y buscando que tu nombre entre mil veces en mi nombre.

Quiero que erradiques la tristeza de mi vida, que escribas mil y una noches sobre mi cuerpo desnudo, rebosante de estrellas, mientras me arrodillo en tu boca y huelo la llegada de una tibia y deliciosa lluvia de verano por venir.

Quiero conversarte todas las mañanas, incluyendo cuando no te tenga al lado mío.

Quiero amanecer rompiendo en llanto en tu pecho, después que te cuente mis sufrimientos, después de atenuar los tuyos, mientras nuestras narices se tocan y se abrazan nuestros ojos.

Quiero que me enseñes a bailar, quiero leerte por las noches, quiero disfrutar de una lluvia dominical frente a la ventana, con mate y Almendra.

Quiero tanto cumplirte los deseos que ya no sé ni lo que deseás… pero siento que estoy dispuesto, que puedo afrontar el destino que escribí en aquella piedra puntana, un día en que sentí que tu nombre es el bautismo de amor en mi vida.

Son crónicas de estadías mientras viajaba y me decidía a encontrarme con vos…

Tal vez no vayas a saber nunca que escribo estas líneas, ni mi timidez vaya a dejarme decirte la verdad, quizá ni siquiera vaya a gustarme por miedo a que no te gusten.

Aún resuena lo que me escribiste hace unas horas y la emoción me brota a borbotones… “definitivamente hoy, es primavera” y completo tu frase… definitivamente lo será siempre.

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