Capítulo 32 “Las historias del Viejo Mundo”
Y los días
volvieron a ser felices, y el cuerpo sintió nuevamente esa cosquilla inquieta
que lo caracterizaba, pero las sorpresas siempre son sorpresas.
La felicidad,
dicen algunos, se escabulle de tus manos inesperadamente, por sorpresa, en
forma intempestiva… el imperativo del tiempo que nunca dura para siempre.
Acaso la
lluvia era el destino, o las sombras, o el color gris? Nada de eso, nosotros
somos el destino y se inscribe en un extraño calendario monotemático, vinculado
al amor que brota de nuestros poros y atraviesa el cielo Baires-Roma con la
facilidad que atravesamos las distancias para volver a vernos.
Y no es mera
fabulación, ni extemporánea verdad, ni regodeo simbólico, esto es el modus
vivendi del amor que, al hacer hablar a lo imposible, habla todos los idiomas,
dialectos y lenguas que existen.
Tu cuerpo va
hacia el cosmos y yo me divido en mil piezas que arman un nuevo mundo, mientras
vos viajes hacia el Viejo Mundo, hacia un lugar que nos separa físicamente, pero
nos une en perspectiva.
Cómo negarle
al tiempo una oportunidad, bajo esta lluvia criminal, mientras me contás que es
tangible la posibilidad de que partas hacia un vuelo temporal, leve,
purificador? Va a costarme, claramente puedo intuirlo, pero seguimos siendo cálices
impregnados de néctar que vertemos en nuestra sedienta vida animal.
Somos una
copa de vino, una añeja melodía de triste bandoneón, un cerro colorido en un
cordón montañoso sin colores… el deseo otoñal que empieza a desteñir las ropas
del verano austral.
Es difícil escribir
una canción de amor si estás acá… el miedo a que no estés, es esa canción que aún
no nace, que se deja desnudar por nosotros, cuando la noche aprende a
respirarnos.
Es difícil no
dejarme endulzar con azúcar y fuegos de artificio la vida, si todo viene de tus
manos rebosantes de ofrendas.
Y tengo que
poner a latir mi corazón aunque te vayas, porque debo seguir viviendo para
hacerte feliz, para que tu sonrisa se extienda, soberana, sobre este cielo
sonrosado.
Quizá apenas
pueda enseñarte a ser feliz, una vez que vos me enseñes a serlo, y puedas amar
con más libertad, sin prejuicios y con la alegría de saber que me mostraste un
camino diferente… es el fin del amor… debe concretarse a pesar de los altibajos
y los dolores.
“Nuestro amor no fue
libertad… tal vez las cosas que decís, tal vez el mundo en el que estás…
Quiero regresar a la memoria, a la luz, a la idea única…”
Tal vez
mañana vayas a mirar al cielo, mientras yo esté mirando al suelo… la
ambivalencia de las cosas que no tienen
valor material, que nos depositan en otra etapa de la vida y se
orientan, lentamente, mientras el mundo sigue girando a marcha imperceptible.
Vine a
borrar tu pasado, a despertarte por las mañanas, quiero despertarte toda la
vida, pero la cronología y el viento hacen daño, a veces irreparable, en
nosotros.
Y voy a
escribirte historias nuestras para que duermas, y voy a pintarte imágenes para
que tu viaje sea en los paisajes que siempre soñaste, y voy a amarte con
serenidad e intensidad, con fulgor y sobre un césped infinitamente grande como
ese verde que amás.
El cuento de
los que se duelen cuando la distancia hace añicos un momento de sus vidas… que
el futuro hable por el presente y me confiese si volveremos a reencontrarnos
eternamente.
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