Escribo porque soy un pedazo de amor parado
en una esquina… me detengo a ver el sonido de los ecos que no oigo, apenas perceptible,
tristemente menguado, opalino y sustancial, pictórico y arrodillándome en tu
tiempo.
Nos conocimos casi por casualidad, pero las
casualidades no existen mi amor… apenas si puedo afirmar que lo único casual es
esta breve prosa que me colma de tu distancia, mientras abrazo esquinas y me
dispongo a remover estos días que saben a canción que alguna vez he de
cantarte.
Asoma su cabeza la primavera, oigo
ruiseñores y veo colibríes, te veo a vos y veo todo lo que imaginé de esta estación.
Es buen dia para verte salir detrás del sol…
el aire es diferente ahora, se puede contemplar, quiero tomarlo en mis pulmones
e inflarlos de él hasta que llegue a tu organismo, para mantenerlo vivo, contemporáneo,
enamorado.
“Sending me so far away, so far away…
Little wonder… You little wonder, you little wonder little wonder you…”
Un Segundo más de melodías y volver a enseñarnos
las mejillas, el calor de una caricia vergonzosa, de un paseo donde hacemos llorar
multitudes de sueños a los sueños.
Por qué no mezclarnos corpóreamente y
elevarnos, a carcajadas, hasta el mundo más alto de todos los mundos? Volvámonos
locos y cerremos el cielo con uno de esos besos inmortales, que elucubran
nuevos atardeceres… dame esa dicha amor mío y te regalo un piropo cargado de
flechazos.
Sonreíme y llevame al cine a acurrucarme en
tu pecho, a hacerme chiquito, a añiñarme y encender el ciclo de la vida
nuevamente.
Déjame sentir la vibración de tu cuerpo
danzando junto al mío en noches de escalofrío y color cielo estrellado.
Vos podés darme nada, que yo doy todo por un
segundo en tu piel…
Entre lo finito del tiempo y un último
deseo, puedo armar el álbum de fotos de este cuento que se asemeja a lo
imposible, a ese sentir insuperable, a esa parsimonia deletérea que nos
conduce, lenta y silenciosamente hacia el amor total.
Si tuviese un deseo hoy, ese sería un
segundo en tu boca.
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