Te entrego mis células, mis llaves, mi
tiempo y mi espíritu… me envuelvo en el ocaso de tu silencio, me desconecto de
la realidad y del orden, es una invasión de saliva y desenfreno, un millón de
gotas que se esparcen por las sábanas sedientas de encuentro.
Le hablo al contorno de tu voz vestido de
carmesí, le susurro mi intención de cautivar su existencia, muerdo con suavidad
el río de tu piel, la temperatura eriza el aire, le otorga un segundo de
suspenso, rodeo tu cintura con mis brazos y me acerco lentamente a tu nariz. El
juego es tentador, alegre y contiene acuarelas, nos deshojamos con fulgor, nos
detenemos un instante y seguimos asfixiándonos la respiración.
Latimos con intensidad, descubrimos que la
desnudez es una fiesta en la tenue luz que sobrevive a la secuencia pictórica,
nos apretamos fuerte, intentamos atravesarnos sin dolor, aquí no hay penas ni
sombras, sólo dos seres invocando al irresistible y glorioso verbo amar.
Irracionales, menguados, filosos,
sensibles, etéreos, fugaces, reales, mágicos, eternos… cada encuentro es
hallarse en el desierto buscando la lluvia.
Me ofrecés tu alma y me lanzo a beberla, te
extiendo, tatúo mi boca en cada milímetro de tu mundo, perfumo y adorno los
rincones prohibidos de tu casa.
Es asombroso como un momento efímero de nuestras
vidas, puede coronarnos casi todo el tiempo, es empaparme de tu sonrisa y tu
ritmo cardíaco, es quedarme a vivir en tu pecho desnudo toda una noche, es
colmar de endorfinas la habitación.
Tenés la palidez de la luna, el rojo de
marte y el negro de la noche… la combinación perfecta de los colores precisos
en una galería fotográfica de tu cuerpo recostado a mi lado, en una cama donde
convalecen las cenizas de las palabras que nos dijimos, mientras la noche
transcurría.
Deslizarme con suavidad por tu interior es
caminar el salón de tu organismo, un mar de pasión declarándote un amor
irrepetible, sincero, que dibuja el futuro cuando exhaustos, nos dejamos caer
en el umbral de la vida a descansar del tirano aguafiestas llamado reloj.
El día nos despierta con ternura derramada
por todos lados, desayuno un beso cálido que depositás en la puerta de mi
adormecida voz; tímidamente nos cubrimos y aprendo a encontrar lugares tuyos
que empiezan a enamorarme, te digo buenos días y te abrazo, me relajo y
extiendo mi brazo por detrás de tu cuello, te cuido, te miro emocionado,
empiezo a entender que nos adelantamos a la primavera.
Nos llueve agua sobre los cuerpos que,
abrazados, danzan inexplicablemente bajo el diluvio… nos cuesta decirnos chau,
nos cuesta despegarnos, nos cuesta saber que el día será largo y que el
recorrido será para extrañarnos.
Caminamos de la mano… los pájaros cantan,
las veredas están regadas, las flores asoman tibiamente.
Empiezo a confesarle a mi inconsciente que
sos inolvidable… empiezo a sentir que el amor ha nacido… empiezo a sentir que
te amo.
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