Nada nos dijimos en la inmensidad del todo
que nos dijo que existíamos… tristeza de ciudad ermitaña, que se desdibuja
mientras colapsa con una noche que viene a desnudarla, yo te miraba con
delicadeza y con fervor, vos te dejabas mirar invisible, las pequeñas muertes
que descansan en el deseo, incipiente, de coronar el encuentro. Tu nombre
erosionando una piedra en algún lugar del mundo, mi vida trepidando de tu
ausencia; eran momentos en que me hallaba tan cerca como estos días que
comparto con vos soñando en mi almohada… Saber tu nombre es saber que la vida
sabe a sabor, sabor a misterio que sólo la mágica música descifra en escalas y
sones celestiales.
Mi amor hacia vos, la esfera celeste que
recorre la vía láctea, el torrente sanguíneo aceleradamente enamorado de vos…
quizá algún verso de Francisco Bochatón deshojando noches de tormenta, de
tormentos, de desesperada búsqueda, de urgencia… porque sos mi urgencia más
urgente, mis labios maquillados con tu beso arrojado al cielo, en la lontananza
que desgarra mi pecho, mientras recuerdo que ya te conozco.
Soñando estrellas al amanecer y esperando
luz del sol al anochecer… mis ganas de vibrar y sentir que me vulnerás con cada
pensamiento en que te aparecés, sorpresivamente, y te escabullís sin previo
aviso.
Julieta te bautiza este Romeo de papel, de
vos, de algún mundo donde quiero llevarte a volar lejos… suena un tango en mi
cabeza, una triste calle que se deja mecer, un sortilegio que surge, infinito,
de tus manos que sufren la humedad de una lagrima que cayó sobre tu piel de
abril…
Incierto y enamorado… cuántas noches más
restarán para reencontrarnos en esta vida?
Empiezo a comprender que no es hora… que
los minutos se desvanecen y mis labios ya pronuncian de memoria tu nombre,
aunque sigo imaginando que tal vez te llames vida, amor o eternidad.
Se siente tan dulce tu nombre en mi voz,
que siento que te canto, te hamaco en un columpio color lluvia alegre de verano…
pero es otoño y apenas cae el amarillo… pues el invierno es dormirme en tu
regazo y derramar el llanto que bañe tu pena apenada. Mi amor que late sincero,
congruente, que no recuerda un ápice tuyo porque sos millones de células que
extienden el álbum de fotos que no nos retratan, pero que nos reflejan en esta
tarde en que escribo estas líneas.
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