lunes, 7 de enero de 2013

Capítulo 2 “Un sueño que sueña que se despierta”


Nada nos dijimos en la inmensidad del todo que nos dijo que existíamos… tristeza de ciudad ermitaña, que se desdibuja mientras colapsa con una noche que viene a desnudarla, yo te miraba con delicadeza y con fervor, vos te dejabas mirar invisible, las pequeñas muertes que descansan en el deseo, incipiente, de coronar el encuentro. Tu nombre erosionando una piedra en algún lugar del mundo, mi vida trepidando de tu ausencia; eran momentos en que me hallaba tan cerca como estos días que comparto con vos soñando en mi almohada… Saber tu nombre es saber que la vida sabe a sabor, sabor a misterio que sólo la mágica música descifra en escalas y sones celestiales.
Mi amor hacia vos, la esfera celeste que recorre la vía láctea, el torrente sanguíneo aceleradamente enamorado de vos… quizá algún verso de Francisco Bochatón deshojando noches de tormenta, de tormentos, de desesperada búsqueda, de urgencia… porque sos mi urgencia más urgente, mis labios maquillados con tu beso arrojado al cielo, en la lontananza que desgarra mi pecho, mientras recuerdo que ya te conozco.
Soñando estrellas al amanecer y esperando luz del sol al anochecer… mis ganas de vibrar y sentir que me vulnerás con cada pensamiento en que te aparecés, sorpresivamente, y te escabullís sin previo aviso.
Julieta te bautiza este Romeo de papel, de vos, de algún mundo donde quiero llevarte a volar lejos… suena un tango en mi cabeza, una triste calle que se deja mecer, un sortilegio que surge, infinito, de tus manos que sufren la humedad de una lagrima que cayó sobre tu piel de abril…
Incierto y enamorado… cuántas noches más restarán para reencontrarnos en esta vida?
Empiezo a comprender que no es hora… que los minutos se desvanecen y mis labios ya pronuncian de memoria tu nombre, aunque sigo imaginando que tal vez te llames vida, amor o eternidad.
Se siente tan dulce tu nombre en mi voz, que siento que te canto, te hamaco en un columpio color lluvia alegre de verano… pero es otoño y apenas cae el amarillo… pues el invierno es dormirme en tu regazo y derramar el llanto que bañe tu pena apenada. Mi amor que late sincero, congruente, que no recuerda un ápice tuyo porque sos millones de células que extienden el álbum de fotos que no nos retratan, pero que nos reflejan en esta tarde en que escribo estas líneas.

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