viernes, 18 de enero de 2013

Capítulo 8 “El romance”


Todo es lúdico y frenético ahora… estamos camino a una noche de música. Quizás vayamos a ser, nuevamente, otro mundo entre mundos, de esos que deslumbran sin miramientos.
Volver a encontrarme con vos tiene magia, tiene sabor, tiene un plus de ternura indiscutible, somos una ciudad inmensa que se detiene en un umbral a contemplar la urbe.
Grises de ausencia, miles de piernas se desplazan sobre el cemento fríamente candente… quién sabrá los pormenores y las urgencias que subsisten bajo esos millones de pasos que desfilan sobre ellos?
Siempre abrazándote, entramos al Konex llenos de fervor, amor adolescente que se alimenta de dulces besos y longilíneos abrazos, casi una postal de lo que venimos viviendo.
Enredados en las butacas, disfrutamos las melodías contemplándonos, los ojos tuyos me dañan el horizonte, me perpetúan en la infinita desgracia de saber que voy a extrañarlos… será acotada la noche, pero no dejará de ser eterna. Quiero viajar al nunca jamás y al para siempre de tu mano, caminando a la par, dibujando rumbos, besándote la vida.
El calor de las noches, las mañanas que lavan mi cara con tu mensaje, con tu espectro iniciando un nuevo día… me podés entero, casi por antonomasia te bautizo amor de mis días.
Estar acá es haberlo soñado, es cumplirlo lentamente, para que lo perecedero sienta miedo y se marche; Dame un segundo en tus manos y te regalo una flor de papel.
Son las mil de la madrugada, de un agosto lleno de vos. Me olvidé que había una vida antes, porque disfruto de estar resucitando así, en tu vientre, con tu piel rozando mi resurrección, sin más que nosotros unidos en la hora que el reloj marca.
Voy a vestirte de cuadro, voy a escribirte una carta, voy a envolverte un sortilegio para que guardes en vos. Me detengo a terminar el café, me permito intentar olvidarte… es tarde, tardísimo. Sonreír es lo que mejor me has enseñado en este breve tramo recorrido.
Quiero prestarte libros, quiero leerte, quiero contarte un cuento, quiero regalarte un barco de azúcar, quiero bailar mal esa danza que los niños bailan, quiero reírme a carcajadas de los que nos hicieron tanto mal.
Soy tu sociologote, tu burócrata, tu hijo impensado… sos mi canción, mi sonrisa de metal y alambre, mi golosina de la primaria.
La almohada conoce esto, sabe de lo que hablo… es un diario íntimo de algodón y funda.
Dormida… hermosa… lozanamente mi reina. Mendigo del conurbano que quiere volver a verte, a sentirte, a mirarte a los ojos ahogándose en ellos.
Tu reino es verde y de todos los colores que me pidas, tu corona es de cartulina y pintada con crayón, tu riqueza es el tributo que me cobrás en besos y abrazos… me hundo en la miseria si es por verte feliz.

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