viernes, 18 de enero de 2013

Capítulo 9 “El corazón”


Tic tac… el pecho estalla en este mismo instante, mientras llueve verticalmente sobre calles horizontales. Callao está desierta, el frío atenta contra el coraje de salir a afrontar el epílogo del invierno crudo y ermitaño.
Las paredes meriendan lágrimas de algún inesperado chaparrón.
Terminamos de tomar un breve café; detenerme en tus ojos un segundo y multiplicarme en ellos, dos seres transferibles que dialogan en medio de tamaña soledad porteña.
Podía quedarme una vida más en esta tarde lluviosa… volver a ser es volver a verte, un risueño verano que nace dentro mío, casi incoloro ante tus mejillas coloradas.
Te reís y florecés… sos mil cronopios en rondas alegres, una multitud de vergeles que se marchan taciturnos por el bajo, una bocanada de abrigo para mis manos entumecidas.
Música y más música… pasemos a otro tema.
Miro mis prendedores de los Beatles con amor, son bellísimos, tienen tu impronta.
Buscarte entre las caras del colectivo es la búsqueda de la estrella, el clamor inocente, la levedad del escritor que pasa sus días vomitando líneas.
Presumo que tengo gustito a tu aliento en mis papilas, se lo cuento a los charcos de agua que se forman a lo largo de la travesía que implica volver a mi casa.
Voy escuchando Valle de Muñecas, me duermo unos segundos, me alcanzan para sentir que mi sangre, la que recorre mis venas y se detiene a llenar mi corazón, se empieza a enamorar de vos.
Me quedo un rato más recordando tu voz, vuelve a mí tu beso criminal, soy un hereje que se distrae porque hay un accidente en Avenida Rivadavia, a la altura de Liniers.
Cuando llego nada es igual, están las tostadas y el mate, el sabor a atardecer que conspira contra el día, promoviendo el nacimiento de la noche, me pregunto si puedo saber con exactitud la cantidad de veces que pensé en vos durante el periplo.
Entiendo ahora, que el acto de morir es insoslayable, pero que puede atenuarse mientras estés para darme un soplo más de vida.
De pronto un suspiro profundo, que trasciende a todos los suspiros esbozados alguna vez por mí... suena el celular, del otro lado tu aniñada simpatía, tu invisible cuerpo alado, tu mirada hecha palabras.
Se estira el intercambio, el corazón es una máquina perfecta que decide por nosotros, que conjuga el verbo vivir como le place, sin consultarnos.
Mi corazón se emociona, rompe en emotivo llanto, se desprende de mi cuerpo, rogándole al tiempo que no se deje fenecer, los reencuentros tienen modos particulares de celebrarse, yo siento que cada celebración es un reencuentro, la ecuación es áurica, llana, dulcemente noctámbula.
Mi corazón ha conjugado el verbo vivir y me deja renacer con cada semilla que en vos puedo sembrar.
Es inútil escapar y Cupido ha disparado un arpón… me arde el centro del alma, una casita roja que late con fulgor, que se vuelve isla dentro de mi organismo.
Alguien vive allí ahora… alguien nace dentro de él… el fruto del amor madura dentro mío.
Dame un beso y déjame morir… resucitame del sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario