lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 5 “La noche, las pieles, el beso”


Bastó con encontrarnos, cuasi Rayuela de Cortázar… la atmósfera era otra, el reencuentro estaba minado de emociones, de miradas, de instantáneos flashes. Era, indudablemente, una noche diferente, el aire estaba suave, ascendente, dócil… vos y tus ojos símil diamante, estoicamente nuestro todo, las calles, la vida, el tiempo, los colores.
El viaje en subte fue una cascada de ensoñaciones; podía dejar de mirar el milagro de estar ahí, pero no dejar de mirarte a vos… son esas situaciones que se repiten, tan sólo cuando uno recuerda el amor impersonal.
En cada esquina una sorpresa, en cada latir un paso menos de lejanía, parecía todo dado para que la fiesta fuera inolvidable y la noche no concluyera sino esa misma noche a las mil y una noches. Tomábamos café y contemplábamos los apuros de la Avenida Corrientes, cuando la noche llama a entrar pronto a algún lugar, antes que sea ocupado por otro. Charlábamos amenamente, te hice cerrar los ojos y te obsequié el mundo de un hombre que supo dar la vuelta al día en ochenta mundos… me miraste, me agradeciste, te besé tímidamente y en silencio, el centro de tu alma. Todo era un comienzo, todo eras vos y yo, el nosotros empezaba a respirar.
Tus manos, tu pelo, tu mirada, tu boca y ese beso que se hacía rogar… el pentagrama más hermoso, la dulce sensación de flotar, el recuerdo de cómo había encontrado tu existencia.
Caminamos sin apuro, Corrientes nos abrigaba acurrucando cada paso en su inalterable frenesí, doble o nada, la intensidad se apoderaba del instante.
Pensaba y pensaba con claridad, sabía que nada sabría en ese momento tan dulcemente elucubrado… la sinceridad del amante perpetuo, las bocinas y las voces, las esquinas y el subte, las historias que nacerían de aquel encuentro.
Sarmiento y Medrano, cenamos, bebimos, hablamos sin apuros, el reloj estaba avanzando con lentitud, el 2x4 ya no importaba… miles de figuras en medio de un salón que era todo nuestro… recostarme en tu regazo y sentir que morir era posible, que la vida nos depara asombrosas sensaciones cuando de amor se trata.
Contarte de mí, de vos, de mi madre, de la vida, de los viajes, todo sin quitarte la mirada de toda vos entera.
No esperar porque el segundo había llegado por fin…
“hundido en la lluvia de tu boca, tendido en algún cuerpo cuya vestidura lo transformaba en el universo del poeta, extender y extenderte, no importa el verbo al fin y al cabo… estás serena y tu beso sabe a mar, a golondrina, a palabra…”
El beso que no concluye, que queda tatuado en mi humanidad flamante, recién nacida, y la noche y las estrellas y el techo que vibran, se vuelven infinitos.
Comenzar a extrañarte más que de costumbre, mi amor, mi vida, mi existencia… mi silencio hablando en lenguaje secular, tu cuerpo de mujer con aroma a calor, a piel perfumada de romance… te cierro los ojos mientras mis ojos te ven desnuda dentro de ellos… te despido… siento que la sonrisa se estira hasta tu cama… me duermo. Hasta mañana.

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