lunes, 28 de enero de 2013

Capítulo 19 “Las luces”


Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.” JLB




Sonidos que se desplazan inquietos, en medio de un torbellino celestial, amaneciendo, entender que el presagio siempre enamora, independientemente de su consecuencia… Oiamos al pasar, el dulce despertar del alba, mientras las almas se amontonaban en los transportes y en las veredas de las avenidas, en pos de seguir al rebaño dominante de la vida cotidiana.
Sobre llovido llovíamos, nos permitíamos desplegar todo un carnaval de acciones, la parafernalia de los abrazos gratuitos, colmados, nuestros… toda evocación y un llamado a la sonrisa, al reino donde te coronaba majestuosamente mía, mordiéndote la boca con fervor, irracionalmente, como un adolescente que da su primer beso.
El crujir de un tostado, la frescura de un exprimido de naranja, el calor de un café doble, mientras las manos se ocupaban de jugar al romance tentador, el de la vergüenza desmedida. Vos y yo hechos un nudo, la vista fija, la voz melódica, las salivas frenéticas por mezclarse, el dolor repentino de lo poco que duraba el momento, pero la ternura de mantenerlo vivo al recordarlo… tu pelo jugando con mi atención, mi aliento llamando a la humedad dulce de tu boca estallándome en la piel, mientras los roces se sucedían lentamente, en millones de formas y desalojando las hormonas, liberándolas de nuestros cuerpos danzantes.
Las tardes, los días, las noches… imaginar viajes, ciudades, estrellas fugaces, el delirio secular de los corazones que rebalsan de alegría, el artificio del mundo moderno que ama según preceptos y reglas. Nosotros cambiando el universo, transformándolo en un verso de mil líneas, sorprendido y floreciente, honestamente amante de nuestra historia, ofrendándonos corpóreas sensaciones de vulnerabilidad, mientras la salvajada alrededor optaba por el dolor y la desdicha.
El temor y la zozobra, el desnivel profundo donde nos sumíamos, el columpio donde nos mecíamos como niños que descubren el encanto del mundo exterior… dos pulsiones íntegras, dos dolores curados, dos seres enamorados… un solo amor explotándonos en las manos tomándose eternamente.
San Telmo, Caballito y Almagro, el bajo, la calle, los semáforos, los transeúntes, los comercios, los parques, las ventanas, las galerías, todos testigos presenciales de un suceso inmejorable… cientos de millones de astros contemplándonos, el juego innato de jugar al amor tácito, refugiándonos en cada palabra, en cada enunciado, en todos los dialectos que, dicho amor, nos permitiera hablar.
Helados, una pila de libros, un puñado de canciones de Kevin Johansen, un soplo de contención, dormirnos en La Catedral, abrigarnos con abrazos para combatir el crudo invierno feneciendo, fundirnos en collages de amor en sábanas donde sembrábamos las flores de la pasión, los colores de una pintura desconocida, donde lo único que afirmábamos era amarnos entre mareas de terciopelo y caramelo.
Y mi ser te enjaulaba en sus brazos, saboreando la delicia de una mujer que se deshacía deshaciéndome, amalgamando sed de mortalidad efímera y recíproca, encendiendo las velas en la noche interminable, desnudando el misterioso periplo hacia tu plexo solar candente.
Todo era alumbrado por nosotros, hipnotizando al movimiento, desmantelando las intenciones injustas de la nueva era, donde el amor es víctima del atropello colectivo de los que aman la mentira, el sopor y la magia negra.
Siempre supe que un segundo en vos era conocer los cielos y las latitudes asombrosas, salir del ostracismo y detenerme frente a tu figura a pensar el cronos, a contar ovejas para dormirme pronto y soñarte, oír un piano tararear tu nombre, compararte con la muchacha del Flaco Spinetta.
Y acá está el sol una vez más, manejando los hilos del día que se esconde hastiado de multitudes despiertas, desconocidas, que ignoran la vida.
Y vos iluminándome con el movimiento de tu vestido, de tus huellas que sigo con entusiasmo, vestida de musa y azúcar, regalándome un hospicio donde mi humanidad revive… la fábula de la fortuna que no se compra con oro ni riqueza… el color de las luces que absorben tu luz.

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